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Blogs Madre no hay más que una por Gema Lendoiro

Cuestión de sexos…

Gema Lendoiro el

Ya les comenté ayer que Doña Tecla ha cumplido tres años, ¿verdad? Bien, pues ha tenido la mala dicha mi pobre criatura de sufrir en sus propias carnes lo que se sufre cuando te rechaza el niño que te gusta. Como lo leen. El incauto que se ha atrevido a hacerle semejante desprecio ha sido su “novio” desde el años pasado. Iban a la misma guardería Así que, y a pesar del largo verano del medio, a mi Doña Tecla no se le han olvidado los amores que se sentían mutuamente.

El caso es que el susodicho, al que llamaremos el rubiales (y tiene melena, es un bombón) se cruzó con doña Tecla al salir de clase. Mismo curso, diferentes clases. Doña Tecla iba con el resto de chuches que había llevado para invitar por su cumple a los de su clase y en cuanto vimos al rubiales le sugerí que lo invitara a él también.

Y eso hicimos. Pero nos ignoró. Completa y absolutamente. Así que Doña Tecla se paró en seco, esbozó puchero y a continuación se refugió entre mis piernas a llorar a raudales. ¡Mi niña! Obviamente no me quedé quieta. Que yo por mi hija MA-TO, amos hombre. Tuve que poner mis armas de mujer también con el mocoso de 3 años porque será enano pero es tío y los tíos, ya se sabe, tienen aficiones y algunas no fallan. Así que haciéndome la interesante y dirigiéndome a la madre del rubiales pero para que me oyera él le dije.

-¿Ahhhh pues sabes que le hemos regalado dos coches muuuuuuuuuuuuuuy grandes? Un hummer y un Porsche Carrera y hacen brrrrrrrrrmmmm brrrrrrrrm,mmmmmmmmm

¿Y qué creen qué pasó? Pues que el rubiales, que lleva en el ADN como buen macho, el ruido del brrrrrrrrrrmmmmmmmmm brrrrrrrrmmmmmmmmmm, levantó la ceja, movió la melena y esbozó la mejor de sus sonrisas.  Y quiso, cariñosa y amorosamente acompañarnos hasta la calle donde servidora tenía el coche aparcado y donde, of course, tenía los coches. Así que mientras la madre del rubiales y yo departíamos, saqué el Porsche, orgullo de mi doña Tecla y se lo di para que fardara bien. ¿Y qué creen que pasó? Pues que era poco coche para dos porque al rubiales se le salían los ojos de las órbitas. Menos mal que doña Tecla cuando se trata  de su amor sabe lo que significa compartir.

Suerte que no le gustan las Barbies porque convencerlo con esa rubia plastificada hubiera sido harto complicado. Ya ven, señoras, para convencer al maromo de turno no hay que llevarlo de compras. Mucho más sencillo ponerle un cuenco de aceitunas, una cervecica y las motos/fórmula 1 en la tele. Si es que no falla…

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