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Blogs Madre no hay más que una por Gema Lendoiro

Lo que viene siendo una madre ñoña…

Gema Lendoiro el

El proceso de la maternidad sufre varias etapas. Desde que descubres que tienes un “ser” ahí dentro, tienes la posibilidad de convertirte en ñoña, bruta o simplemente normal. Es decir, puedes notificar que estás en estado de buena esperanza, preñada o, simplemente, embarazada. Y de ahí todo lo demás. En la primera ecografía puedes llorar de emoción (es lo más normal), decir, ohhh tiene la nariz de su padre (¡oiga que mide un milímetro!, ya, pero yo le veo ya el parecido) o continuar siendo de las brutas y exclamar: ¡Esto que se ve ahí es la colita!, ¿verdad? Y así un suma y sigue hasta que rompas aguas y entonces descubrirás cuál es tu verdadero camino.

En honor a la verdad yo fui ñoña en el primer embarazo. Tanto que hasta monté una baby shower, con Möet, eso sí, que una será cursi pero no tonta y si bien servidora no podía darse al jarro, ¿por qué aguarles la fiesta a las amigas? Luego cuando nació doña Tecla fui de las que pensé estar tocada por la varita de Dios y cuatro hadas madrinas porque hacía muchas cosas a las dos semanas. Cosas, por cierto, de genios, tipo Einstein como mínimo. Con el tiempo me fui convirtiendo en una madre más normal y el nacimiento de Mofletes Prietos me bajó a la terrible realidad: cuando estás embarazada por primera vez sólo te miras el ombligo, cuando nace el primero sólo lo miras a él y cuando ya nace el segundo dejas de mirar y sólo piensas en cerrar los ojos para pensar, en la medida de lo posible, en nada. 

No me quiero imaginar a las madres de familia numerosa pero me consta que su pasotismo tiene que ver con esta teoría. Al fin y al cabo somos humanoides y el día dura lo que dura. Así que con ñoñerías, vamos cortos de espacio, de tiempo y de ganas. Al menos en mi caso. En el embarazo de la primera preparé la habitación minuciosamente, nada tenía que envidiar a la de las niñas de Paloma Cuevas (lo sé por por el Hola, no se crean). Con la segunda no preparé nada. Literal. Tenía la ropa, tenía los juguetes (sí, vale, un poco rotos pero había tiempo) y sabía que si no llegaba a tiempo un moisés, cama, ¿para qué te quiero? entre mamá, papá y almohadones un apaño te hacemos que además es de dos por dos.

La pobre es tan segundona que ya ha cumplido 7 meses y por primera vez le dediqué el cinco lobitos tiene la loba el domingo pasado. Pobrecita mía. Y encima siempre se ríe. Por supuesto tiene menos fotos, menos estímulos de la madre pero eso sí, nos ha salido más precoz en todo. Se ve que el ejemplo de su hermana, entre meneón y achuchón, algo le enseña. Así es la vida. La ley de la selva.

¿Y por qué este rollo? Porque tengo en mis manos un libro (Planeta) escrito por una padre raro raro raro en la blogosfera maternal (porque para empezar es un tío) Se llama cómo no ser un padre no ñoño. Su autor, Ata Arróspide, ha escrito lo que viene un manual para echarte unas buenas risas. Un consejo. No es apto para mujeres que aún no hayan tenido hijos o que estén embarazadas. Sé de lo que hablo, las hormonas del embarazo, entre otras cosas, pueden quitarte el sentido del humor.

A pesar de estar muy de acuerdo en algunas cosas con él, prácticamente en todas, de hecho, hay otra en la que no. En la vestimenta. Será porque soy de provincia (y del norte para más inri) pero a mí me va llevar a las niñas conjuntadas desde la cabeza (lazo bien grande), pasando por el costado, chaquetilla de perlé/lana, entrepierna, braguita perlé y hasta llegar a los pies con calcetines de borlas y zapato inglés. Si eso es ser ñoña pues Ata, aquí tienes una troll.

No dejen de leer el libro. Es para mondarse de la risa (si es usted ñoño) o para descojonar…si es usted menos ñoño.

Ah, se me olvidaba. El libro salió de su tienda online donde venden, of course, ropa no ñoña. Pasen y vean pinchando aquí

Como siempre, me puedes seguir en twitter, facebook o escribirme a lendoirogema@gmail.com

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