¿Necesidad, lujo o simplemente tontería? ¿Aporta algo a un restaurante tener una extensa carta de aguas minerales? Le preguntaba esto el otro día a un gran catador, Juan Muñoz Ramos, aprovechando la presentación de su último y excelente libro ‘Cata de vinos’ (Ed. Libros Cúpula). Y este veterano sumiller me confirmaba mis sospechas: se pueden distinguir tres o cuatro tipos de aguas minerales diferentes, todo lo demás es esnobismo. De ahí que cuando me dicen que un restaurante tiene más de 30 marcas en una carta especial (estoy pensando en LA SUCURSAL, de Valencia) creo que estamos más en el terreno de las modas y de la novedad que en cualquier otro. Y si no, ahí tienen esas botellas de ultradiseño con aguas procedentes de Noruega, de los Alpes, de Gales… que curiosamente se sirven en los restaurantes más de moda. Leo en la competencia (Metrópoli) que la mejor carta de Madrid la tiene el hotel BAUZÁ. Como el tema no me interesa, la verdad es que nunca la he pedido (tampoco nunca he comido muy bien allí).
Recuerdo que la primera vez que me hablaron de una carta de aguas fue en AKELARRE hace unos quince años, pero la cosa ha ido a más. ¿Qué se vende, el contenido o el continente? Muñoz Ramos me confirmaba que es imposible distinguir tantas variedades de agua, y yo, salvo que alguien me haga llegar fundadas opiniones en contra, me lo creo. Evidentemente, no es lo mismo un agua con carbónico añadido que la que sale gasificada del manantial, ni una muy mineral que otra más pura, pero de ahí a 30 diferentes… Y si encima, como he leído en una entrevista publicada en ABC con una reputada sumiller, me dicen que hay que pedir el agua en función del menú, pues que quieren que les diga… soy muy escéptico. Tanto, que no entiendo por qué en ciudades como Madrid, donde el agua es buenísima, no podemos beberla en jarra del grifo y tenemos que beberla (pagándola a precio de oro en algunos casos) siempre embotellada. Deberíamos aprender de otros países: Francia, Inglaterra, Estados Unidos… donde si se pide agua mineral se refiere al agua con gas. La otra se sirve en jarra o en frasca sin ningún complejo. Y perdonen que no dé marcas (a lo mejor a lo largo del debate cuento mis favoritas) pero me abruma tanta tontería. Y si no, lean esta respuesta de la citada sumiller, que es la que tienen 33 referencias distintas: ‘Hay quien rechaza la carta de aguas porque, como todo lo desconocido, les supera’. A mí sí que me superan algunas cosas.
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