Juan Pablo Felipe es el alma del restaurante madrileño EL CHAFLÁN, donde ha conseguido importantes reconocimientos, incluida una estrella Michelin, dos soles en la Guía Campsa, o un 9,25 en la Gourmetour (que lo considera por tanto el mejor restaurante de Madrid). Juan Pablo, además de buen profesional, es un gran relaciones públicas y le encantan la fiestas. Así que el jueves dio una en su restaurante como se recuerdan pocas en Madrid. El motivo fue el comienzo de la temporada del atún rojo del Estrecho. Trajo siete enormes atunes (de unos 200 kilos) de las costas de Cádiz y los ‘ronqueó’ (despiezó) en su propia cocina. Un auténtico espectáculo que interesó y sorprendió a sus numerosos invitados. Junto a los especialistas venidos de Cádiz le ayudaron (verdaderamente interesados y con caras de asombro) destacados cocineros madrileños: Pedro Larumbe, Sacha Hormaechea (Sacha), Alberto Chicote (Nodo), Abraham García (Viridiana), Pepe Rodríguez (El Bohío), Ricardo Sanz (Kabuki), Ange García (Real Café Bernabéu), Darío Barrio (Dassa Bassa), Roberto Limas (Loft 39)…
Tapas de atún hasta aburrir, de todas las partes del pez y en todas sus variedades posibles; una bien surtida barra de quesos a cargo de la tienda especializada Poncelet; otra de sushis y sashimis a cargo de un especialista japonés, una barra de cócteles… Abrumador. Sólo se echó en falta una mayor calidad en los vinos (pero lo digo por poner una pega).
Bien, lo importante es que Juan Pablo ha dado el banderazo de salida a la temporada del atún rojo, del auténtico. Aprovéchenla.
En la fiesta, Sacha Hormaechea, de cuyo restaurante SACHA hemos hablado mucho y bien en este blog, y que es un asiduo lector de estos post y de los comentarios, me propuso colaborar en una idea interesante que ha puesto en marcha y para la que pidió la ayuda de todos ustedes, los habituales del blog. Está preguntando a profesionales y aficionados por la palabra relacionada con la gastronomía que más nos sugiere o nos emociona. Tiene que ser una sola palabra: caldo, tortilla, bocadillo, olla… Lo importante es que sea una palabra que asociemos a la gastronomía y que nos emocione. Piensen un poco y anímense a colaborar. No viene mal un toque romántico.
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