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Blogs French 75 por Salvador Sostres

Trump

Salvador Sostres el

El odio antiamericano se parece mucho a lo que fue el fulgor independentista. El continuado desprecio español al presidente Trump contiene el negacionismo del separatismo más irracional, la vieja pulsión tribal contra la realidad de las cosas. Insultar a Trump es más fácil que entenderlo y yo no entiendo cómo algunos directores de periódico españoles no se mueren de la vergüenza de tener a corresponsales tan primarios, tan necios, tan poco inteligentes. Se puede ser independentista, se pude ser demócrata y se puede ser hasta vegetariano. Pero no se puede hacer el ridículo y a la vista de todo el mundo. Puede que Trump no sea el tipo más cortés, ni el más delicado, pero es el único jefe de Estado empresario y que sabe lo que es pagar nóminas, caer y volverse a levantar. Es el único jefe de Estado que entiende el negocio y por lo tanto el alma, la pulsión profunda del Hombre, aunque a veces diga algunas tonterías pero yo creo que precisamente por eso las dice. El presidente Trump sabe que no es perfecto y no intenta disimularlo, sabe por dónde se descose el muñeco y lo explica en Twitter mientras sus detractores pretenden hacernos creer que es irrompible pese a saber perfectamente que es mentira y publican sus falacias en el New York Times.

Una cierta extravagancia ha sido siempre la característica de los hombres libres. Trump es además un nuevo rico, presuntuoso, hortera, valiente y creativo. Despacharlo con una caricatura retrata a quien lo intenta y es un fraude para los lectores. Hay que ser muy poco curioso, muy poco periodista y un sectario sin ningún recorrido intelectual para no sentir una enorme curiosidad por Donald Trump, para no intentar comprenderlo, explicarlo aunque sea desde la discrepancia, para no ponerle frente al espejo de la libertad y preguntarnos a la vez qué hacemos nosotros con Pablo Iglesias, Quim Torra, los restos de Zapatero o Pedro Sánchez.

Hay que tener un complejo muy de fondo, muy resentido, muy invertebrado, indigno de alguien que ha sido educado en la escolarización obligatoria y en la proteína barata, para no sentir una fascinación especial, aunque sea crítica, por el actual presidente de los Estados Unidos. ¿Alguien recuerda la última vez que un líder mundial puso la economía de su país en el paro técnico? Alguien que no sea Ronald Reagan, al que los pobres diablos de su era también insultaron como a Trump, aunque sin las cloacas de las redes sociales y con directores de periódico -sobre todo españoles- bastante más exigentes con su sección de Internacional y con sus corresponsales.

Trump ganará la reelección y cualquiera que no sea retrasado mental esto ya lo sabe sin tener que esperar a noviembre, y sabe además que ganará porque ningún otro candidato, demócrata o republicano, encarna mejor la defensa de los intereses de los americanos. También había que tener una deficiencia cognitiva de primer orden para creer que el independentismo iba a atreverse a dar el salto, o que España no iba a defenderse, como tantos creyeron, empezando por los que declararon la independencia y al día siguiente se entregaron a la policía o se fugaron. Negar la realidad es de fanáticos que acaban haciéndose y haciéndonos daño, mucho daño. Cuando muere la curiosidad, muere el periodismo. Sin empresarios todo es retórico, perdedor y demencial. Vivimos vidas de imperfección pero en el ensayo-error aprendemos a ajustar mejor lo que queremos en relación con lo que somos. Luego están las estridencias, los peinados, mi hija que sólo quiere ir Sushi 99 y yo que cuando llevo más de una semana sin ir a Nobu me pongo de un estúpido que no hay quien me aguante.

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