El tono de la derecha es el pastel. Da igual el color mientras sea pasteloso. La derecha es indoor, acolchadita y pastel. Las estridencias siempre fueron revolucionarias y los revolucionarios nos lo roban todo.
Los colores distinguibles los tienen los bandos, los equipos de fútbol y los uniformes de los empleados. La derecha es un estado de ánimo, de un ánimo pasteloso, y necesita ser mirada dos veces para ser apreciada en su esplendor. La izquierda se ve toda de un vistazo y es ajena a cualquier misterio. En la derecha pastel está la luminosidad de Dios y la suavidad de la misericordia, el perfume de las rosas en el aire que trae nuestra salvación con su promesa en la mañana de la Creación.
Somos pastel contra el gran dolor de haber perdido el amor. Somos pastel como un Padrenuestro que se dice muy poco a poco. Pastel como las peladillas de las Comuniones, pastel como las bolas de algodón de los botiquines de andar por casa. Pastel como nuestras vidas suaves porque sabemos que acude siempre un ángel justo cuando estamos a punto de caer.
Lo chillón es de desesperados. Lo oscuro es cuando Dios no está. Colores llamativos para los barcos que buscan ser mirados para hundirse tranquilos.
Nosotros somos pastel. Pastel como el perdón que enjuaga la culpa, pastel como el vientre rosa de María, pastel como cuando entramos en Via Veneto y al mal le obligan a esperar fuera, aparcado con los chóferes en doble fila.
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