El Confidencial insiste en su especial bajeza y acusa al chef de Aponiente, Ángel León, de hacinar a sus becarios en una vivienda inmunda.
Si hace una semana este periódico digital atacaba a Andoni Adúriz, que junto a Ángel León es el genio creativo más importante que tiene la Humanidad en activo, esta vez la víctima ha sido el aclamado chef del mar.
Aponiente no obliga a nadie a ser su becario, y rechaza muchas más solicitudes de las que puede aceptar de tantos y tantos jóvenes aspirantes a cocinero que quieren formarse aprendiendo del maestro.
Del mismo modo, Aponiente no obliga a estos becarios a vivir en un piso o zona determinada sino que pone un piso a su disposición para los que quieran ahorrarse el alquiler o no puedan pagarlo. En El Bulli era famosa lo que se llamó la leonera, un habitáculo lleno de colchones en el suelo donde los entonces jóvenes aprendices de Ferran Adrià dormían lo poco que dormían. Nadie se quejó de la leonera. Hoy para todos es un orgullo, y un título de honor, haber dormido en ella.
Ángel León es la metáfora de la mejor España. De la España creativa, de la España rigurosa, de la España que investiga y que une el arte y la ciencia; de la España que descubre los tesoros de la propia España, como el molino que ha rehabilitado y donde ha instalado su estratosférico Aponiente, y las marismas que está recuperando delante del restaurante. Ángel León, como Ferran Adrià, Andoni Adúriz, el Barça y el Madrid, son la maravillosa España que deslumbra al mundo con su exactitud, su mérito y su talento.
Es no más que barbarie atacar a los genios y es no más que tercermundismo populista inculcar a los jóvenes que sus deberes son sus derechos.
Aponiente es una de las más brillantes victorias de España, y como sucede siempre en nuestro país, en lugar del apoyo institucional y del unánime reconocimiento, como les sucede a los grandes cocineros franceses, tiene que lidiar con una insólita banda de hienas y de catetos.
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