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Blogs framework por Ignacio Gil y Rocio Gayarre

Me es imposible ser indiferente a las injusticias

Natalia Munevar (Colombia)

Me es imposible ser indiferente a las injusticias
Ignacio Gil el

Natalia Munevar, refugiada colombiana, es activista. Y es que de casta le viene al galgo. Su padre era responsable de los diálogos de paz entre la coordinadora guerrillera Simón Bolívar y el gobierno colombiano. Su desaparición supuso la principal razón de la ruptura de las negociaciones. “Soy hija de la guerra”. Solo tenía diez años cuando se encontró con la foto de su padre en la portada del periódico: desaparecido político. La imagen de su madre destrozada, escuchando la noticia en los boletines informativos, se le ha quedado grabada para siempre. “Estaba en el ojo de mira, iba camino de unas reuniones muy importantes. Nunca llegó. El shock inicial llega acompañado de un dolor indescriptible. Pero también de orgullo: mi padre puso su cuerpo por sus ideales y por su país”.

La familia y amigos marcaron distancias a partir de entonces. “Estábamos demasiado significados. Mi madre tuvo que sacarnos adelante sola completamente. Crecimos entre la precariedad y la inseguridad”. Asegura que su madre es su mayor heroína, ejemplo de valentía y fortaleza. Años después consiguió un trabajo como diseñadora alcanzando estabilidad y, sobre todo, reconocimientos profesionales. 

Mientras, Natalia entró en la Universidad Tecnológica de Pereira para estudiar Ingeniería Industrial. Allí empezó su propio proceso político como líder del movimiento estudiantil, verdadero foco de resistencia y de reivindicación de los derechos de los pobres. “Me preguntaba qué fue lo que llevó a mi padre a entregar su vida por encima de su familia. ¿Por qué se comprometió sin límites? Y lo comprendí. Ahora me tocaba a mi. Si yo no ponía el cuerpo, ¿quién lo iba a hacer? Más aún, no tenía miedo, pues no tenía nada que perder…y un gran ejemplo a seguir”. 

En esa época en Colombia la muerte era algo cotidiano. “Empecé a recibir amenazas, pero lo conseguía gestionar. Sin embargo, mi madre, también amenazada de muerte, tuvo que solicitar asilo y salió del país. Yo no me quería ir pues sentía que había mucho trabajo por hacer. Era el momento de resistir y seguir peleando”. Las palizas eran frecuentes y vio morir a compañeros. Ante el serio peligro que corría su vida, solicitó refugio en España en el 2006. “Dejar tu país, en ocasiones, te hace sentirte un poco impostora. Es como que has abandonado a tu gente. Es una cuenta pendiente. Nunca rompemos el cordón umbilical con nuestro compromiso, con nuestra lucha. Pero la militancia aquí es muy diferente”.

Llegó el 15M y se implicó hasta la médula. Descubrió que tenía que poner el foco en las migraciones. “Llegamos huérfanos, sin documentos, con la incertidumbre por bandera y sufriendo discriminación y racismo. La colombianidad ya tenía su lucha allí. Mi lugar aquí era otro”. Este es el espacio en el que ha encontrado su compromiso.  Podemos la fichó para trabajar en el Parlamento Europeo. “Fue una etapa maravillosa, tenía por fin una estructura y presupuesto. Era otra dimensión”.

“Somos nosotros mismos, los refugiados y migrantes quienes sabemos qué nos falta, qué nos preocupa, qué nos duele. Los derechos que nosotros tenemos que ganar, los tienen que perder otros. Esa es la lucha y la dificultad. No migramos porque queramos sino porque nos vemos obligados a hacerlo para sobrevivir”. 

Hace semanas que Colombia está sacudida por violentas protestas y suman demasiados los muertos por la represión policial. Natalia explica que el principal actor de esta revolución es la juventud sin futuro. “Es el punto de no retorno. Como Colombia llevaba casi 70 años de 

conflicto armado, la reivindicación de los colectivos sociales estaba enfocada a lograr la paz por lo que no había espacios para hablar de otros derechos. El derecho a la vida era el único a defender”.

Hace 10 años empezaron los acuerdos de paz, así que esta nueva generación está en la calle reclamando otros derechos. “Su vida la están poniendo igual porque no tienen nada. Esa juventud, como lo hice yo en su momento, está dispuesta a morir por sus ideales, y son muchos, son miles. Es algo maravilloso. Pero ¡me duele tanto Colombia! Ahora, mi exilio ha cobrado sentido: seguir luchando con ellos y por ellos desde aquí”.

Rocío Gayarre

 

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