Ignacio Gil el 11 mar, 2016 De las 14.000 personas que están atrapadas en Idomeni, 4000 son niños. Cuando sus padres decidieron emprender el viaje a Europa, dejando atrás la guerra y la pobreza, pensaban en darles un futuro mejor y más seguro. Estos padres que vendieron sus casas y arriesgaron la vida cruzando el Egeo con sus familias (410 personas han muerto ya en 2016) pensaron también que en su camino encontrarían respeto a su dignidad y sus derechos. Pero se equivocaron. Ahora están atrapados en unos campos de cultivo inundados por la lluvia que es en lo que se ha convertido Idomeni. Sus hijos pasan frío, padecen enfermedades respiratorias y también presentan problemas digestivos y de piel. Hay madres que están dando a luz en esas condiciones. Los dirigentes europeos han cerrado las puertas así que no pueden seguir adelante pero tampoco pueden volver atrás. Los griegos están solos y hacen lo posible por ayudar. Pero los jefes de Gobierno europeos, elegidos por los ciudadanos, han decidido desde Bruselas que la solución pasa por externalizar la gestión del problema. Turquía es la “empresa”” elegida para llevar a cabo la tarea. Y cobrará por sus servicios, por supuesto. Será el “matón” en la puerta de Oriente. Pero la dimensión del problema seguirá siendo la misma; más del 90 % de personas que llegan a Grecia proceden de Sira, Irak y Afganistán. Huyen de lugares en conflicto. Y tienen derecho a la protección internacional. EuropaOtros temasRefugiados Tags FronteraGreciaIdomeniMacedoniaRefugiados Comentarios Ignacio Gil el 11 mar, 2016