Son las ocho menos diez y la plaza de Cristo Rey está casi desierta, una imagen que ya, tras 12 días de confinamiento, se ha convertido en la nueva normalidad. Dos minutos más tarde irrumpe Manu Carrasco a todo volumen de uno de los balcones aledaños, “Qué bonito es saber qué siempre estás ahí, quiero que sepas que voy a cuidar de ti, qué bonito es querer y poder confiar”. Es el pistoletazo de salida del ritual de los aplausos a los sanitarios. Dedicados a todos y cada uno de ese medio millón de profesionales que están luchando contra el COVID-19 en primerísima línea, sin descanso.
Faltan tres minutos para las ocho y la fiesta se acerca a su punto álgido. “Cuando pierda todas las partidas…Cuando cueste mantenerme en pie…Resistiré, erguido frente a todo, me volveré de hierro para endurecer la piel” las valientes letra del Dúo Dinámico marcan el inicio de la salida a la calle de médicos, enfermeras, celadores y demás trabajadores de la Fundación Jiménez Díaz. Aunque las mascarillas impiden ver abiertamente sus sonrisas, sus ojos vivaces y expresivos nos lo transmiten. Que sí, que sí se puede. Que no van a parar hasta vencer al virus.
Los balcones ya están llenos de personas aplaudiendo con todas sus fuerzas, y las sirenas de los coches de policía y de las ambulancias se suman a la orquesta. Y siguen saliendo del edificio más y más sanitarios, hasta sumar cien. Aplauden, bailan, y nos contagian su fortaleza. Y hay mucho más que no pueden salir. Y se asoman a las ventanas para unirse al homenaje y dar su testimonio valiente, alzan sus brazos en señal de resistencia, de lucha y de victoria. Sois legión, valientes. Con el We are the champions de Queen se cierra la fiesta de los aplausos, hasta mañana. Bajo el paraguas de la oscuridad de la noche, detrás de la puerta abierta de una de las ambulancias, una enfermera y un policía, con sus máscaras y sus guantes, se funden en un abrazo. De ésta saldremos más fuertes, más humanos y más solidarios. Estamos convencidos.
Rocío Gayarre
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