“Tu de aquí no sales. O sales muerto o te pudres en la cárcel”. Esas palabras no las olvidará nunca. Alex es ghanés, y en 1992 su buque en el que trabajaba atracó en el puerto de Freetown en Sierra Leona, que estaba en guerra. Mientras paseaba despreocupado por el puerto le detuvieron violentamente. Le llevaron encapuchado a un campamento militar y le interrogaron, creyendo que era un rebelde. Pudo intervenir su embajada y le ayudaron a salir del campamento unos días más tarde, pero entre tanto su barco ya había zarpado.
La vida a veces es así de puñetera. Sin causa ni culpa te convierte en un fugitivo. Y te ves obligado a huir sin proyecto, sin papeles, sin dinero y sin apoyo. Alex no eligió su vida de refugiado. Solo le quedaba una opción, escapar y empezar de nuevo. Entró de polizón en un barco y consiguió llegar a Canarias. Ahí vivía precariamente.
De la misma manera la vida te regala golpes de suerte. Una persona le sacó de la calle, le pagó un billete a Madrid, indicándole el proceso para solicitar protección internacional, creyó en él y en que merecía otra oportunidad, sin papeles estaba condenado a la calle y la miseria. “Yo era electricista. Quería trabajar y salir adelante. Pero en esa época no había casi africanos en España. Ya tenía papeles pero nadie quería dar trabajo a los negros. Incluso a veces cuando me cruzaba con personas mayores por la calle, me escupían. Creo que era por ignorancia. Tendemos a odiar lo desconocido, lo distinto. Yo pasaba, no buscaba problemas, solo quería trabajar.” Regresó a Canarias donde se enamoró y de nuevo su vida pega otro giro importante. “Mis suegros no estaban de acuerdo que su hija se casara con un negro, con un extranjero, sin familia y sin nada”.
Llegó a tener un buen trabajo, una casa junto con su mujer y tuvieron un hijo “es el motor de mi vida”. Sin embargo sufrió otro revés, se separó y se quedó sin trabajo. Emocionalmente se hundió, y lo perdió todo. “Me vi de nuevo en la calle. Para vivir en la calle tienes que ser muy fuerte, sobre todo mentalmente. Tienes que ser duro y saberte defender. Si no controlas tu mente, la mente te controla a ti y te pierdes. Lo primero en mi vida es mi hijo. Luchar por estar con él es lo que me sacó de la calle”. Alex ahora es voluntario en Cruz Roja, en el CAT de San Blas, Centro en el que encontró todo el apoyo que necesitó para volver a empezar. Quiere aportar su experiencia para ayudar a los que llegan ahora. “Llegan con las manos vacías. No hablan el idioma, no conocen la cultura, no saben salir adelante. Les explico la suerte que tienen de estar acogidos en este centro. Lo primero que necesitan es legalizar su situación, aprender el idioma y conocer la cultura. En España hay oportunidades pero si no saben, no aprenden, se condenan a vivir en la marginalidad”.
“Los chicos me escuchan y eso me motiva. Vienen de Nigeria, Gambia, Congo o de Kenia, a pie, cruzando el desierto y llegan a Marruecos sin dinero, las mafias les explotan, y se montan desesperados en las pateras, arriesgan sus vidas. Es triste ver a tantos africanos durmiendo en la calle, se tapan con cartones para esconder su cara, porque les da vergüenza.” Alex denuncia el engaño y la decepción. Pagan 2000 o 3000 euros por un viaje inhumano donde tantos mueren abandonados en el desierto o ahogados en el mar. Es durísimo salir adelante aquí. Les dice “Te han engañado, hermano, Europa no es fácil. “ Nadie les dice que la mayoría están malviviendo en la calle. “Yo al principio también sufrí mucho. Sin papeles se vive un infierno. Hay que salir de ese círculo. Y solo se sale con el apoyo de las organizaciones, mucha formación y enorme esfuerzo.”
Alex es testimonio vivo de que nunca hay que rendirse. “La fortaleza la tengo en la cabeza. Me he quedado en la calle, sin nada, varias veces. Y me he vuelto a levantar. Para cambiar nuestra suerte, para prosperar en la vida, tenemos que cambiar nosotros mismos. Yo he conocido el CAT desde que llegué. Aquí están seguros y protegidos y les ofrecen formación y orientación.”
Rocío Gayarre
ÁfricaRefugiados