“Vengo de un lugar muy abandonado de Marruecos. Los bereber somos un pueblo de gente muy fuerte físicamente y muy austeros y esforzados por necesidad. Pero no somos conscientes de nuestro potencial. Nací en una jaima, en el seno de una familia numerosísima. Hasta los seis años viví en la montaña. Jugaba al futbol con el resto de los niños, no nos cansábamos nunca. No sabía que tenía un talento especial pero desde que recuerdo, era el que mejor corría y el que más resistencia tenía. Además siempre he sido muy competitivo. Pero jamás podía imaginar que iba a llegar a donde he llegado en el deporte de alta competición”.
La bandera bereber tiene en el centro una letra, la Z, con la que empieza su nombre y significa hombre feliz y libre. Así es Zaid Ait Malek, “la eterna sonrisa del trail” uno de los mejores corredores de montaña del mundo.
Empezó de peón albañil con solo 15 años “me preocupaba el enorme esfuerzo que tenían que hacer mis padres para que yo pudiera proseguir mis estudios. Recuerdo la primera vez que sentí el bolsillo lleno de billetes. Pensé “ahora además de no ser gravoso a mis padres, puedo incluso ayudarles”. Por su habilidad y enorme capacidad de trabajo ascendió muy rápidamente. “Me abrían todas las puertas, me hicieron responsable de las distintas áreas. Era muy resolutivo. Entre la gente joven se oían las historias de los que habían migrado. Jamás se me pasó por la cabeza cruzar la frontera sur, yo era feliz y sabía que iba a prosperar”.
En navidades del 2006, sin embargo, su hermano y un primo emprendieron viaje a Tánger para probar suerte. Le insistieron que se apuntara, el seguía escéptico pero accedió a acompañarles, con la intención de despedirles. Poco antes de llegar al puerto en un taxi, se cruzaron con un camión que transportaba polizones. Zaid no tuvo tiempo de reaccionar. Ahí mismo, en caliente, sin premeditación, solo con lo puesto, el móvil y la documentación, su primo y él se acoplaron en los bajos de un camión. “Te mantienes colgado entre las dos ruedas, apoyado en el hierro que las une. Y así, a pulso, estuvimos cinco horas”. Al llegar al puerto, la policía aduanera miró los bajos. Paralizado, sintió que le podrían haber visto. “Pasaron a solo un metro y medio. Sentí que me miraban a los ojos. Esperaba que me dieran el alto, pero no ocurrió. El camión embarcó en el ferry y un par de horas después entrábamos en el puerto de Algeciras”. Su estreno como corredor ágil e incansable fue ahí, huyendo de una patrulla policial en la autovía de Andalucía.
Empezaron unos largos años trabajando como jornalero, primero en Almería y luego en Jaén. “Es muy duro. Lo más duro. No estás acostumbrado. Es un trabajo nuevo. Cierto que somos un pueblo de agricultores, pero esto es muy distinto. Te cuesta”. Además jugaba al futbol y destacaba mucho, pero seguía sin descubrir su increíble talento para las carreras de montaña. Corrió su primera media maratón sin haber entrenado nunca. Arrasó. Y siguió compitiendo.
“Empecé a darme cuenta y soñaba despierto que yo también podía estar en la línea de salida con los atletas grandes, con los profesionales, con los mejores. No me planteaba ganar, pero si quería estar ahí. Dar el salto”.
En su primera carrera de montaña, marcó un ritmo tan fuerte que nadie le pudo seguir de cerca. Había descubierto su lugar en el mundo, la montaña. “Cuando corro siento que hago lo que me gusta, que estoy sano y fuerte, que todo lo duro que he tenido que pasar me ha forjado para que ahora pueda conseguir todo lo que me propongo. Confío en mí y me siento orgulloso. Miro atrás y veo esfuerzo y sacrificio. Rendirse no vale”.
Para Zaid la vida es la carrera más larga. Confía en Dios. “He descubierto que cuando se cierra una puerta se abren otras diez ventanas. He pasado muchas cosas, hambre, sed, carencias, pobreza, condiciones laborales duras, decepción, pero también he tenido suerte. Sé que si no hubiera cruzado la frontera, hoy no sería corredor”. Es tajante respecto del cruce de la frontera sur.“En las pateras muere gente. Nunca jamás hubiera cruzado así”.
Regularizar sus papeles ha sido una carreralarga y amarga, llena de obstáculos y de promesas incumplidas. Él ha puesto todo de su parte, y finalmente hace unos meses ha logrado la nacionalidad por carta de naturaleza. Como lo grandes. Lo que merece.
“Sueño con llegar a ser campeón del mundo, es mi objetivo de este año, y mientras, seguir siendo el de siempre” un gran hombre, en un cuerpo pequeño de acero y con un corazón solidario que se refleja en su eterna sonrisa.
Rocío Gayarre
ÁfricaDeporteMarruecos