La semana pasada estuve en Versalles en las oficinas de Blizzard, la empresa de juegos estadounidense que se fusionó con la gigante “Activision” en el 2008.
Blizzard no es simplemente una empresa videojuegos cualquiera para mi, representa para mi horas y horas de diversión desde hace 20 años con el primer Warcraft. Y es que las tres grandes sagas de Blizzard me han enamorado desde que era pequeño, Warcraft, Starcraft y Diablo, son para muchos tres de los mejores juegos de la historia. Yo, como muchos, hemos crecido recolectando recursos y defendiéndonos de los ataques de los orcos, o luchando en mundos remotos contra los “xenomorfs” con amigos.
Diablo ya es un juego más tardío, pero que supuso el comienzo de un nuevo género que mezclaba acción y rol en perspectiva isométrica. Si a eso le añadimos que los mapas de las mazmorras se autogeneraban constantemente, podíamos jugar una y otra vez sin que resultase repetitivo.
Blizzard crea historias, mundos fantásticos, tan profundos como los podríamos encontrar en cualquier saga de libros de ciencia ficción. Para luego, crear juegos entornos a ellos.
Para muchos el World Of Warcraft, el primer juego de rol multijugador en línea que fue realmente masivo, supuso una nueva era, donde las relaciones offline y online se entremezclaban. Quedabas con tus amigos para jugar, para lograr metas en un mundo abierto y conociendo nueva gente a través del entorno virtual. Es cierto, que es difícil estar jugando al mismo juego 10 años, pero recuerdo con cariño cuando comencé a jugar al WoW con otros 12 millones de personas.
Las nuevas versiones y expansiones mantienen el espíritu, la historia y la estética de los originales, y sé que Blizzard trata a sus sagas con mucho cuidado, para que todos su fans sigamos disfrutando de sus juegos.
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