El uso de la ilustración en prensa se ha desarrollado gradualmente a lo largo de los siglos XVI y XVII, junto con los inicios del periodismo moderno. Era una forma de arte genuinamente democrática siendo su lugar el espacio público.
El período durante el cual las ilustraciones en prensa alcanzaron su máximo nivel de influencia duró alrededor de cien años, desde finales de la década de 1810 hasta la Primera Guerra Mundial. Después de esa fecha, la ilustración se utilizó cada vez menos para las imágenes impresas en los periódicos como resultado de las mejoras en las técnicas de reproducción fotomecánica y fue derivando en el uso de la fotografía.
La ilustración en prensa y revistas ha tenido -y por desgracia, está teniendo menos relevancia en la actualidad por todo el cambio de paradigma ocurrido en el periodismo y en la forma de difundir la información- un gran peso en la forma de acompañar a una información determinada. Cuando empezó todo y durante más de 50 años, esta nueva forma se producía rápidamente en respuesta a los acontecimientos y era ideal para expresar críticas.
La gráfica de prensa ha marcado la pauta para los tiempos modernos, y frente a ella encontró sus puntos de referencia en las revoluciones de las artes del siglo XIX y principios del XX. El hecho de que los historiadores de la fotografía y del cómic se hayan propuesto desde muy temprano distinguir áreas individuales dentro de su campo y tratarlas por separado, también ha contribuido a distorsionar, en lugar de a mejorar, el contexto de los gráficos de prensa.
La característica más notable del arte gráfico de prensa no es tanto su apertura a la especialización como su flexibilidad estilística y su amplia gama, que podía incluir caricaturas políticas o humorísticas, ilustraciones de género e incursiones en la ciencia ficción y la fantasía, junto con su función documental básica. Las historias de la ilustración que suelen tratar el periodismo gráfico y la caricatura como géneros separados no sólo ignoran las superposiciones en las obras de artistas individuales, sino que también no reconocen las estrechas conexiones genealógicas que se remontan a pioneros del reportaje social como Pieter Bruegel, Jacques Callot y Willam Hogarth, cuyas obras de estilo caricaturesco dieron forma a la fase clásica y formativa de los gráficos de prensa.
La ilustración para la prensa documental y la caricatura no empezaron a desarrollarse por separado hasta finales de la década de 1860, cuando la introducción de nuevos métodos de reproducción de obras gráficas coincidió con la incorporación de nuevas generaciones a la plantilla de las revistas, lo que en conjunto supuso un cambio de paradigma en el diseño de las revistas ilustradas y un cambio permanente en su presentación visual, dando así origen a lo que ahora podemos llamar viñeta humorística.
Llegar a ser un gran humorista o dibujante no se consigue de la noche a la mañana. Como ocurre con muchas profesiones, requiere un gran compromiso y práctica, un poco de fracaso y algo de suerte en el camino. Una de las revistas pioneras a nivel mundial en valor y poner en su sitio a la viñeta humorística ha sido The New Yorker. Revista estadounidense que se empezó a publicar el 21 de febrero de 1925 con una tirada semanal y ahora, publica 47 veces al año, en la que se encuentran críticas, ensayos, reportajes de investigación y ficción, preferentemente centrado en la vida social de Nueva York.
Una revista que prevalece por la gran calidad de sus ilustraciones, tanto en sus portadas como en sus interiores, y por ser la creadora de las revistas ilustradas tal como las conocemos hoy, culpa de esto la ha tenido en parte durante veinte años Robert Mankoff, editor gráfico de la revista y un maestro del humor en el mundo de la viñeta.
Mankoff creció en Queens, Nueva York, y desde muy joven fue reconocido por su talento artístico. Tras enviar unas 2.000 viñetas al New Yorker, consiguió que le publicaran una de sus historietas. Poco después firmó un contrato con ellos, que consolidó su incipiente carrera como dibujante. Durante los 20 años siguientes, publicaría casi 1.000 viñetas en la revista, entre ellas su cómic más popular y vendido, «How About Never-Is Never Good for You?».
Para Mankoff, sus intereses académicos por la psicología y la filosofía han servido de base para sus actividades cómicas. En Siracusa, le gustaba explorar cuestiones filosóficas como el determinismo y el libre albedrío, e investigar la psicología que hay detrás de lo que motiva las acciones de las personas y lo que hace que las cosas sean divertidas. Esas curiosidades, unidas a su profundo conocimiento de la comedia y el proceso creativo le llevaron a publicar un libro en 2002 y ahora editado en español por Bruguera en el que nos desvela pequeños secretos de todo aquello que gira entorno a la viñeta humorística y cuáles son los principios del mundo creativo para poder aplicarlos a cualquier ámbito.
El humor de Nueva York concede al lector aproximarse al universo de la viñeta de la revista. De poder ver cómo una idea pasa a ser dibujo y frase, ya que los dibujos requieren ideas para convertirse en viñetas de humor. Un humor locuaz, inteligente, mordaz y siempre con la calidad de unos dibujantes expertos, que buscan sacar la siempre codiciada y difícil sonrisa del lector.
«Una viñeta tiene la capacidad de hacernos reír y darnos información sobre nosotros mismos y nuestro mundo, causando un impacto que permanece hasta mucho después de que cese la risa (…) Una buena viñeta consiste en ver más allá y representar lo que todavía nadie ha imaginado», escribe Mankoff.
En definitiva, un magnífico libro para descubrir, disfrutar y reír con las magníficas ideas que salen de un humorista gráfico de calidad, clásico, original y de proyección como es Robert Mankoff.
El humor de Nueva York // Robert Mankoff // Bruguera // 2024 // 26,95 euros
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