El exilio es la separación de una persona de la tierra donde nace y vive. En este sentido, todos los refugiados y desplazados viven el exilio en un país que no es el suyo hasta que pueden regresar a sus hogares. Es el hecho de encontrarse lejos de su lugar natural (ya sea ciudad o nación) debido a la expatriación, voluntaria o forzada, mientras dure esa circunstancia, generalmente por motivos políticos, se le retira explícitamente el permiso para regresar por amenazas de cárcel o muerte.
Una condición, la de exiliado, que se ha dado desde siempre en la historia de la civilización de la humanidad, desde la antigua Roma en la que el poeta Ovidio por un enfrentamiento con el emperador César Augusto en el año 8 d. C. lo llevó a un exilio obligado a Tomis (hoy la ciudad de Constanza, en la actual Rumanía), donde pasó el resto de sus días. No se sabe a ciencia cierta por qué lo exilió; o el exilio de Escipión el africano que se negó a defenderse por las acusaciones de los cargos de traición y malversación y se tuvo que retirar a un exilio voluntario. Un año después, en 183 a. C., murió en su villa en Campania.
Estas son solo dos pequeñas gotas de agua en un mar de exiliados conocidos, que va a encontrarse en ese inmenso océano de aquellos que no lo son y que en la mayoría de los casos sufren mucho más esa adaptación al nuevo territorio. En su nuevo cómic Javier de Isusi (1972) consigue con Transparentes (Astiberri) acercar ese exilio colombiano. De esa Colombia fuera de Colombia, una región que se despliega por decenas de países, y que necesita ser escuchada. Un hecho invisible al que Isusi pone cara recogiendo la experiencia de ese exilio derivado por el conflicto armado interno de más de cincuenta años de duración, siendo el más antiguo de América Latina.
Las historias que cuenta el autor bilbaíno reproduce parte de la escucha llevada a cabo por la Comisión de la Verdad de Colombia e incide en muchas de las inquietudes que han acompañado en su trayectoria al autor vasco, ganador del Premio Nacional del Cómic 2020 con La divina comedia de Oscar Wilde.
«El exilio tiene una entidad propia por todas las pérdidas y rupturas que significa, y además es la vía final común en la que confluyen muchas otras experiencias de violencia sufridas. La mayoría de las personas que tuvieron que exiliarse antes pasaron por desplazamientos forzados, amenazas y en muchas ocasiones por la pérdida de seres queridos o atentados en su contra. El exilio es una violación en sí misma, que muestra el fracaso en la protección de la gente, y además es el resultado de otras muchas violaciones marcadas en sus biografías», escribe la final del cómic Carlos Martín, Comisionado de la Comisión de la Verdad de Colombia.
Historias de gente humilde, de víctimas y supervivientes, de personas preparadas que tenían una posición concreta en la sociedad colombiana y que tuvieron que renunciar a ella. Solo fuera de las fronteras de Colombia, sus exiliados tienen pocas ilusiones de poder regresar a casa, otros lo están deseando, pero tienen esa angustia de que ven que no cambia nada. Los colombianos exiliados cuentan sus historias con la esperanza de «humanizar» décadas de conflictos armados y traer la paz.
La búsqueda de la identidad perdida de esas nuevas generaciones que tienen sus raíces en otro país del que están viviendo o tienen la nacionalidad y buscan su propia voz y la de los exiliados. Todo esto lo hace converger Isusi de forma magistral y específica, demostrando su gran valía en la plantación de cómics de altura, cumpliendo a las mil maravillas esa expresión del poeta Walt Whitman: «El arte de artes, la gloria de la expresión y el sol de las letras es la simplicidad». Un dibujo -el de Isusi- que da sentido a la experiencia.
Las negociaciones de paz entre el gobierno colombiano encabezado por el ex-presidente Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo (FARC-EP), también conocidos como proceso de paz en Colombia, fueron las conversaciones que se llevaron a cabo entre el Gobierno de Colombia (en representación del Estado) y la guerrilla de las FARC-EP para poner fin al conflicto armado interno de Colombia iniciado en 1960. Estos diálogos, que tuvieron lugar en Oslo y en La Habana, desembocaron en la firma del Acuerdo para la Terminación Definitiva del Conflicto en Bogotá el 24 de noviembre de 2016.
Ese primer acuerdo, debía refrendarse en un plebiscito en el que los ciudadanos debían votar «Sí» o «No»: el resultado final fue una victoria para el «No», lo que obligó al Gobierno a «renegociar» el acuerdo tomando en consideración las objeciones de los opositores del acuerdo, a la vez que creó incertidumbre sobre la aplicación legal de los acuerdos.
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