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Viaje a la corte de los Reyes navegantes en la Casa del Lector

Viaje a la corte de los Reyes navegantes en la Casa del Lector
Jesús García Calero el

Pocas veces parecerá más cierto lo que dicen: que el saber no ocupa lugar. La Casa del Lector acaba de inaugurar una exposición sobre la historia de la exploración y la navegación portuguesa de la edad moderna. Manuscritos, cartas náuticas, grabados y libros que abarcan desde los coloridos mapas del final de la Edad Media, relatos de viajes y los primeros tratados científicos, hasta un poema, «Mensaje», de Pessoa, dedicado al cabo Bojador, que no era sino el cabo del miedo donde se derrumbaban los marinos más bravos, porque se creía plagado de monstruos, en el límite del mundo conocido.

Planisferio Cantino, 1502, vendido al duque de Ferrara y hoy en un museo de Módena (Italia)

Lo cierto es que los portugueses, antes incluso que los españoles, aprendieron a navegar y domar los vientos y, poco a poco, fueron abriendo rutas que se adentraban en el Atlántico. Así descubrieron Madeira (1419) y las Azores (1427), algo que les permitió adentrarse hacia el sur por la costa occidental de África y regresar desde esos archipiélagos aprovechando los vientos dominantes.

La motivación era primordialmente comercial, pero no solo. Fue una empresa espiritual también (véase la búsqueda del Preste Juan), en la que la corte de los Reyes de la dinastía Avís, sobre todo desde don Enrique el Navegante, se lanzó a buscar un destino para un país encerrado entre los españoles, que estaban a punto de fundar su imperio por entonces, y el mar.

 

Macao

La muestra se ha convertido en una aplicación descargable para iPad que contiene un universo múltiple de 352 joyas bibliográficas y cartográficas, de las cuales 132 se han digitalizado para esta exposición, nos cuenta José Vicente Quirante. Con la tableta en la mano, el público puede seguir las rutas y las historias que relatan los libros y camina entre banderolas donde se encuentran los «beacon» (faros, tan marinero es el anglicismo) que marcan los hitos del relato. Aproximándose a uno de ellos la tableta responde con un audiovisual que profundiza en historias concretas, singulares, increíbles, pequeños ejemplos de un mundo inabarcable de hombres, naves y lugares dibujados.

Los comisarios de la muestra (dos portugueses y un español) son Alexandra Curvelo, António Sanchez y Joaquim Gaspar. Su labor ha sido elegir los relatos que dibujan rutas para orientarnos en esta gran historia. Grande y actual porque el pueblo portugués sabe de la grandeza de su pasado marítimo, cosa que no se puede decir de los españoles, y aún hoy Portugal vive con orgullo esa herencia sin tantos complejos como España. Pero la historia de esta muestra no va de orgullos nacionales, sino de viajes de conocimiento.

Historia de globalización

Durante un año, los tres comisarios han estado trabajando codo con codo entre mapas, grabados y libros para construir ese relato y colaborando con los diseñadores Marta Redondo y Tino de la Carrera para construir una aplicación que contenga todo. Y todo es todo. No es solo el catálogo de la muestra, un «simple» archivo en formato «pdf» que puede abrirse, cerrarse y compartirse, sino un tejido oceánico de documentos, textos, fotografías, grabados y gestos de usuario sobre la pantalla que convierten el viaje en un juego maravilloso.

«Detrás de estas historias hubo siempre una sensibilidad política, pero está ya superada la visión que se limita a cantar la grandeza y las epopeyas nacionales», dice Antonio Sánchez. Y Joaquím Gaspar añade que «es una historia de globalización y contextos científicos y culturales, la primera que hubo en el mundo. Fue la contribución -no siempre reconocida como es debido- que Portugal y España ofrecieron a la historia de la tecnología y la ciencia de Europa. Y todo se logró por necesidad práctica, había que comerciar y navegar y se resolvieron los problemas a medida que surgían. Fue una revolución científica hecha por artesanos».

La muestra derrumba mitos como el secreto de las rutas, decretado tanto en Lisboa como en Madrid: «No fue eficaz, los espías compraban los mapas, tenemos la carta con el precio que el duque de Ferrara pagó por el Planisferio Cantino» (1502). Es tal vez el mapa más importante de la muestra porque es el primero en el que se consignó la latitud de los lugares, que ya se había empezado a medir con astrolabios en los barcos.

Y todo ello nos lleva a la historia en sí, la exploración portuguesa de África y la India, al comercio y las misiones, a los mundos que se encontraron y se cambiaron mutuamente entre especias y frutas exóticas, sedas y combates, porcelanas, imprentas y también esclavos.

El rinoceronte del Papa y de Durero

Entre las historias de la muestra está la del rinocernote llamado Ganda que el gobernador de la India, Alfonso de Alburquerque, recibió en 1514 del sultán Muzafar II. Enviado en un barco hasta Lisboa, en la metrópoli causó una enorme impresión. Era el primero que se veía en Europa desde el Imperio Romano. El Rey Don Manuel se lo envió como regalo al Papa León X, pero su barco naufragó y el animal pereció ahogado. Fue disecado y enviado de vuelta a Roma, adonde llegó en 1516. Allí lo pintó Rafael, y Durero lo grabó después, aunque no lo había visto sino por dibujos que le llegaron.

Rinoceronte de Durero
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Jesús García Calero el

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