“Este sol, este espacio de azur y de agua, este verdor han rodeado los gestos de Salambó, los hechos de Escipión y de Aníbal tanto como los de Kheir-ed-dinn el Berberisco. La mar, la cadena del Atlas y los montes de Kabilia despliegan sus faustos azules. La tierra es roja. La vegetación es de palmeras, de eucaliptos, de gomeras, de alcornoques, de olivos y de higueras de Berbería; los perfumes, de jazmín y de mimosa. Desde el primer plano hasta los confines del horizonte, la sinfonía es inmanente…”. Todo esto es el puerto y las tierras que rodean Argel.
Los puertos del siglo XIX poseen un atractivo especial. A medio camino entre la vela y el vapor, rodeados de un halo romántico en una época de cambio que el blanco y negro de la fotografía inmortalizaría para la eternidad. Un “bosque de árboles”, de palos mayores, multitud de proas, de diferentes tamaños y bellezas, generalmente abarloados unos con otros, apretados, reflejo del auge de un comercio de la incipiente era industrial de la centuria del diecinueve. Nuevas oportunidades en un mundo azul que abren iniciativas audaces, como fue la de la construcción del canal de Suez o la circunnavegación mundial. Entre mares y océanos se comenzaban a transportar aquellas mercancías que los mercados demandaban. El trafico marítimo mundial experimenta un gran crecimiento, tanto para el transporte de mercancías como de pasajeros, que por primera vez en la historia, comienzan a acariciar la manera de poder conocer mundo desde un camarote. Despertarse en Singapur, Argel o en Liverpool. Génova o New York. Los barcos aumentan en tonelaje y potencia
requiriendo instalaciones más complejas
en los puertos en los que recalan, con importantes ampliaciones para que aquellas nuevas moels de acero puedan recabar en sus muelles en sus diques y en sus dársenas. Y es un siglo en el que los movimientos migratorios, el mundo comienza a cambiar, una época apasionante en lo marítimo, con grandes relatos e historias que evocar. En esta ocasión las fotografías descriptivas de una época en tonos tierra que evocan el calor seco de su entorno, el norte de África, traen a nuestra memoria aquellos años de efervescencia de uno de los mayores puertos del Norte de África decimonónica…
A finales del siglo XIX, los Europeos estaban montando cámaras fotográficas en todo el norte de áfrica, capturando escenas de una serie de ciudades coloniales para su mayor conocimiento, en otros para su más puro deleite. Egipto era un protectorado británico, Argelia una colonia Francesa; Túnez un protectorado Francés, mientras que Marruecos, que aún no era un protectorado Español, tenía una fuerte presencia Europea. El orientalismo aparece como un elemento crucial desde el punto de vista gráfico para abrir al mundo la imagen de un mundo exótico, lejano y con grandes oportunidades que les permitiese legitimar su presencia allí donde se encontrasen. Palmeras, arenas del desierto, aguas azules, alcornoques, olivos e higueras como nos relataban la avanzadilla de arquitectos franceses que por allí asomaban con sus carpetas repletas de proyectos con bellos tintes modernistas.
Estas imágenes fotográficas que nos legan ahora las colecciones y los museos, imágenes nostálgicas en las que subyacen un contexto fértil y oscuro, aparecen ahora como objetos de una época pasada de profundas raíces históricas, de siglos de relatos…De casas apretadas que se inclinan sobre calles ruidosas, en un desierto de cascajos y niños vociferando entre las callejuelas y las ventanas, celosías de las casas que miran sin ser vistos. Los habitantes en Argel, la multitudinaria ciudad se amontonan en las aceras de su casi única calle, entre los cafetines y los almacenes portuarios, ellas las murallas y vestigios de siglos pasados, al atardecer, en las horas bellas cuando el aire se extingue llenándolo todo de dulzura y lejanía, enmarcando fragmentos de mar o de montes entre bastidores de eucaliptos o de pinos, . Ovejas y cabras, asnos a veces, pacen un forraje escaso en una tierra áspera teniendo como centinelas a los anillos fortificados que miran y vigilan todo aquello que sale y entra por la mar a Al-Ŷazā’ir, la “bien protegida”, la perla del mediterráneo musulmán.
La historia de ser un puerto “fortificado”
Desde 1510, los españoles se establecieron en una pequeña isla frente a Argel, disponiendo una pica no en Flandes, sino en otro de los puntos calientes de su “limes” imperial; la temida Argel. Todo un bastión marino en la “guarida del Lobo” que significaba la berberia de entonces, la punta de lanza del poder Otomano en el Mediterráneo Occidental. Los estrategas hispanos, sabedores de la importancia obligaron al gobernante local, un tal Bin-Teumi, a aceptar su presencia mediante un tratado y a rendir tributo, manu militari de la época. Para ello se construye una importante fortaleza, que incluso los grabados de la época ya recogen como referencia y en medio de aquella atalaya defensiva, se disponen a 200 hombres armados para su protección. Aquella llave del Mediterráneo estaría bien custodiada, pero iba a ser por poco tiempo, al fin y al cabo se trataba de una plaza lo suficiente importante como para reclamarla y alterar el orden en la zona. Y así, mediante la unión entre corsarios, el emir de Argel y con la ayuda de tropas Otomanas, previo asesinato y confabulaciones contra Salim, se conquistaría aquel importante enclave, que permanecería durante tres siglos bajo dominio otomano, hasta precisamente el dominio francés en 1830, el tema que nos reúne…
Argel enclave marítimo estratégico Francés
A principios de la década de 1900, la marina francesa y su eco imperial, estaba organizada en siete distritos marítimos: Cherburgo, Brest, Lorient y Rochefort en el Atlántico; Tolón en la costa mediterránea de Francia; Cochinchina en Asia; y Argelia en la costa del norte de África. Como sede del distrito marítimo Africano, Argel se convertía dado e lugar geográfico que ocupa en su punto estratégico, de hecho lo sigue siendo en la actualidad como más adelante veremos con los proyectos de futuro que se ciernen sobre ella. En ese entonces, la flota francesa ocupaba el segundo lugar en el mundo después de la marina británica, con 25 acorazados de diferentes tipos, 17 cruceros blindados y una flota menor impresionante que fondeaba en la rada de Argel con asiduidad. La edición de 1911, “El Mediterráneo, puertos y rutas marinas”, todo un clásico conocido como el ” manual para viajeros de Baedeker“, ya nos determina la importancia del puerto Africano que se basa sobre su dársena antigua, o Darse de l’Amirauté, como nos recuerdan las fuentes francesas
.
Puerto importante y base de piratas básicamente. Barbarroja, pachá de Argel, demolió el fuerte hispano del Peñón y utilizó la piedra para construir uno de los rompeolas que podemos observar muy bien en las fotos decimonónicas que adjuntamos, todo, para formar el embrión de lo que luego sería el puerto interno. Los franceses expandieron el puerto entre mediados del siglo XIX y principios del siglo XX, llegando a cubrir más de 86 hectáreas. La auténtica transformación de la puerta marítima de Argel para los nuevos tiempos que discurrían en el momento. Las construcciones nuevas se afirman en torno al muelle norte, la corriente de gran muelle Kheir-Eddine, las rampas que conectan los muelles a la ciudad para transportar las tonelada y toneladas de mercancías y barriles, dos muelles, la estación y las vías del ferrocarril secos nos dibujan a un nuevo puerto propio para las necesidades del siglo imperante; importantes tráficos comerciales, graneles, cargas exóticas y entre una miríada de cosas más, ¡pasajeros¡, que navegaban de aquí a allá, incluso circunnavegando el globo.
Los primeros barrios periféricos se levantaron a lo largo de la bahía. a partir de 1840, los arquitectos Pierre-August Guiauchain y Frederic Chassériau diseñaron nuevos edificios, aparte del ayuntamiento, los tribunales, el teatro, el palacio del Gobernador, el casino… para formar un elegante paseo monumental bordeado por soportales que sería el máximo exponente de su fachada marítima y el nuevo urbanismo de la época, uno cargado de colonialismo y modernismo. Así se transfiorman los antiguos diques, incluso la imponente prolongación que desde tierra y en forma de brazos, tal y como se ve en la foto, permitiendo a la “bien protegida” de entonces, seguir guarneciéndose tras su muros, que a la vez son aprovechados como imponentes diques portuarios.
Y así, entre fotografías y documentos podemos adentrarnos en una época. A este propósito, se nos antoja interesante utilizar como compañero de viajes a las «Imágenes de pobladores y sitios de Argelia”. Testimonio pictográfico de primer orden para estudiar aquella época, que formando parte del catálogo de la Detroit Publishing Company nos ilustraba perfectamente algunas nuevas áreas del mundo que el siglo XXI asomaba al mundo. Fotografías en blanco y negro que cartografían todos los detalles de estas ciudades marítimas. Y es curioso este catálogo, en un mundo marítimo que empezaba a multiplicarse geometricamente en una época, que gracias a sus nuevos barcos empiezan a necesitar nuevas escalas y más oportunidades. En un mundo que empieza en algunos caracteres a globalizarse. Así, de este mdoo, con nuevos puertos que se erigen en los confines del mundo y nuevas líneas azules que comienzan a surgir de la mano de las manos de las compañías navieras. No es de extrañar por tanto, que el empresario de la Detroit, William A. Livingstone y el foto-editor Edwin H. Husher lanzaron la DetroitPhotographic Company como una firma de impresiones fotográficas a finales de la década de 1890. Obtuvieron los derechos exclusivos para utilizar el «fotocromo» suizo, un proceso para convertir fotografías en blanco y negro a imágenes en color e imprimirlas mediante fotolitografía, un proceso innovador para la época que les permitiría producir masivamente tarjetas postales, estampas y álbumes a color para su venta principalmente en el mercado estadounidense. A día de hoy y a todas luces una magnífica oportunidad para desde la historia evocar aquellos momentos retratados tan magníficamente en su momento, que es lo que hacemos desde el privilegiado balcón al mar de espejo de navegantes, compartiendo además este fragmento de la historia con todos ustedes.
Una nueva Argel para nuevos tiempos
Le Corbusier estaba abonado a la nueva imagen de aquella argel que surgían de sus pinceles en los estudios de arquitectura franceses. La pequeña industria se recoge al pie del acantilado y la ciudad dispone la proa al mar. A su derecha abre sus dedos el imponente puerto, corazón de aquella ciudad del XIX y a su izquierda el centro cívico se alinea junto a la costa y enlaza con los barrios indígenas: en el frente, las instituciones – la mezquita-, hacia la isla de L’Amiraute’, y a su espalda la “casbah” ejemplar y referencia en la ciudad. En la visión desde el mar, portada para el viajero europeo, reconocemos los mismos elementos, que posiblemente pudieron ver otros viajeros que llegaban a aquel lugar desde la mar y desde la antigüedad. Una Argel modernista, con trazos autóctonos que en algunos casos aún pervive, con sus fatigables recuerdos del pasado y su pose arquitectónica actual.
Y del pasado al presente…
Y así, el pasado, llama al futuro. Algunas voces anuncian que el nuevo puerto de Argelia, pretende convertirse en una referencia en el Mediterráneo Occidental en lo que a hub (nudo de conexión) se refiere, y es que el nuevo recinto se suma al pulso que ya mantienen Algeciras y los otros grandes puertos del Mediterráneo, de siempre nudos de comuniación histórica al que llegaban económia, sociedad y cultura desde la antigüedad. Las previsiones son ambiciosas, ya que en 2050 aspira a mover 35 millones de toneladas y dos millones de TEU (contenedores de 20 pies) cada año. “Argelia tiene una población muy importante y, si el país se desarrolla, su tráfico importante-exportación crecerá mucho”. Como siempre ha sido en la historia. Y así, entre trasiego de personas, mercancias, naves; Hamburgo, Bremen, Liverpool, Le Hâvre, Barcelona, Amberes, Rotterdam, Genova, Cádiz y Nápoles. Lisboa, Oporto,La Rochelle entre otros, vienen desde el siglo XIX a tocar en la puerta de espejo de navegantes. Historias olvidadas de puertos. Barcos y personas.