Los fondos marinos pueden representar la solución para una humanidad en aprietos y en busca de urgentes remedios: frente una crisis energética y económica (en la actualidad son 2,5 billones de euros el producto marino bruto anual, la denominada economía azul), a una crisis alimentaria y… probablemente en los fondos oceánicos se encuentre la clave de la mejor respuesta de nuestra especie al cambio climático. Por ello los fondos marinos son hoy una frontera ineludible.
Histórica, identitariamente España forma parte de una comunidad constituida por numerosos Estados dispersos en todos los continentes habitados. En esa historia el mar nos explica especialmente, nos dotó de unidad y comprensión colectiva. La autopsia de nuestro camino histórico demostraría que este fue un camino esencialmente oceánico. No obstante, ahora somos una comunidad dispersa, tanto más rota cuanto que el mar se nos ha ido haciendo más ajeno.
La reciente decisión de dotar a la Armada, por fin, de un Buque de Intervención Subacuática es una decisión de importante impacto estratégico, no sólo para la Armada o los intereses inmediatos de defensa, sino para el posicionamiento de nuestra compleja comunidad en ese entorno estratégico fundamental. Verdadero desafío colectivo, es una de las más llamativas carencias de nuestro país y del ámbito hispánico en general (basta recordar cómo Argentina tuvo que recurrir a una empresa cazatesoros para la localización del ARA San Juan porque todavía no nos habíamos dotado de esta tecnología), en un momento en que hay una carrera frenética y más que millonaria entre Estados por afianzar una hegemonía tecnológica y estratégica sobre los fondos marinos.
En este sentido, es un deber moral recordar la inquietud, casi siempre en minoría, en favor de nuestra presencia en esa frontera oceánica y en concreto en posibilitar a la Armada la obtención de recursos y tecnología española de intervención subacuática, de personalidades como don Antonio Gómez Gálvez quien desde CDTI me contactó y sugirió trasladar a la Armada podría acceder a opciones novedosas y muy potentes de financiación de obtención de tecnología aplicada en fondos marinos un submarino no tripulado UAV, ROV, a un buque de intervención subacuática… De pronto, existían fondos europeos que por primera vez se aplicarían como Compra Publica de Innovación, es decir comprar prototipos que pueda necesitar alguna Administración Pública, en nuestro caso la Armada, para validar una determinada tecnología innovadora que haya sido desarrollada por empresas españolas.
La idea principal es que CDTI compraba los prototipos y los cedía gratuitamente a dicha Administración Pública, siempre sobre la base de que cumpliesen determinados requisitos mínimos, como son:
1. Desarrollo con un alcance relevante (presupuesto mínimo de 2 millón de €)
2. Tecnología que se encuentre en aproximadamente TRL4-5 para ser llevado a TRL7 (validación de prototipo en entorno real)
3. Estado del arte de la tecnología que se pueda encontrar en la industria española.
4. El prototipo debiera ser recepcionado para ser validado en Andalucía, Canarias, Castilla La Mancha, Galicia, Castilla y León o Extremadura. Dicho prototipo se debiera utilizar en exclusiva para validar la tecnología desarrollada, no para un uso o venta comercial posterior.
5. La Administración Pública sólo debería comprometerse a recepcionar y validar el prototipo que CDTI adquiriera, así como a disponer los recursos (humanos, técnicos, activos , …, etc.) necesarios para trabajar con CDTI en todo lo que conllevaría una posterior licitación del mismo.
Como siempre, algo que viene del mundo civil, y meramente pro bono y sin apadrinamientos, no tuvo una acogida homogénea, sin embargo quienes respaldaron positiva y proactivamente esta iniciativa, entre quienes tenían identificada la carencia y la búsqueda urgente de las oportunidades, me permito destacar en primer lugar al Almirante don Juan Rodríguez Garat, otra personalidad que merece la mayor atención, y para quien España es un país que no debe buscar, necesariamente, la simetría entre su pasado reciente y su futuro. Canalizar hacia el futuro la pulsión enorme de nuestra historia marítima es un mérito mayor, mereciendo ser destacado asimismo su equipo técnico en patrimonio sumergido. La convicción en el determinismo histórico deriva en decadencia, y siempre he visto al Almirante lejos de las soflamas victoriosas y desde luego más lejos de los banquetes de jíbaros, en derredor de una cabeza cada vez más tétrica y disminuida, la de nuestra historia naval entendida como una especie de absurda sucesión de derrotas. Las guerras las pierden los corruptos, no para sí, por supuesto, sino para los pueblos que consumen. Nuestros marinos perdieron perder batallas pero nunca perdieron una guerra. No fue la armada británica la que hizo desaparecer nuestra preponderancia de todos los océanos.
He citado a estas personas porque son las que vi y conocí, estas líneas no pretenden ninguna enumeración exhaustiva, o arrebatar los importantes méritos de quienes hayan impulsado de forma protagonista o no esta iniciativa, habría estado encantado de enriquecer esta modesta nota con sus nombres.
Estamos ante una excelente noticia, una importantísima noticia: que finalmente dispongamos de un verdadero buque de Intervención Subacuática, dicho con cariñoso respeto hacia el viejo buque Neptuno. Ahora, especialmente, necesitamos la gente que puede entender el desafío de esa frontera fundamental de los fondos marinos, en el comienzo de una era, en que cada vez menos oiremos emplear el concepto de geoestrategia para ser sustituido por oeanopolítica y océanoestrategia.
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