Siglo XVI, época de exploraciones. La fuerza de una idea deseosa de encontrar fortuna, en menos de cien años iluminó la zona oscura de los planisferios, tejiéndose una red de puentes y caminos sobre los abismos oceánicos que aislaban al ser humano. El primer puente fue el continente americano, fructífero error de cálculo que posibilitó la expansión europea.
Por entonces, quienes no pertenecían a la Corona de Castilla, la relación con el nuevo continente estuvo recreada por imágenes. Se interpretaban de cartas privadas, crónicas y relaciones que mostraban de algún modo la “naturaleza” de las Indias nuevas y en sentido estrecho, de pinturas, dibujos y grabados. Intentaban representar lo que desde el viejo continente era imposible conocer.
En parte, el Nuevo Mundo fue imaginado por un autor de aquel siglo XVI, un inquietante personaje que atormentaba al común de la gente en su entorno medieval. Theodore De Bry, grabador flamenco, profusamente ilustrado. Intérprete de flamantes navegantes y aunque nunca pisó las Indias, su producción instaló en el mundo protestante un referente gráfico. A través de su serie de los Grandes Viajes que se compone de diez libros, en cada uno de los cuales De Bry ilustra distintos relatos de viajeros, incluso de viajes asiáticos. Y los diecisiete grabados de la edición de 1597, Brevísima relación de la destrucción de las Indias (escrita por Bartolomé de las Casas) Theodore De Bry propuso un imaginario concreto sobre un Nuevo Mundo.
Para “leer” a De Bry, deberíamos mezclarnos en sus tintas ya que en su contexto, este personaje era abrumador, habilidad que le llevó al éxito. Polifacético. Orfebre, grabador, autor, coautor y editor de libros ocultistas y de pseudo-historia de América. Incursionó también en la cartografía, e incluso creó su propio alfabeto figurativo.
Como es sabido, la figura de Carlos V puso bajo una misma casa (Habsburgo) la católica militante Corona castellana-aragonesa y la soberanía de los Países Bajos; que para el siglo XVI comienza masivamente a adoptar el protestantismo. Durante el reinado de Carlos V esto no produjo conflicto, en gran medida por que su educación y su corte eran predominantemente flamencas. Sin embargo, su sucesor, Felipe II se educará y gobernará desde Castilla, acentuando las diferencias religiosas y culturales del soberano y sus súbditos; lo que en 1568 desencadenará una lucha “independentista” conocida como la guerra de los ochenta años.
Bajo esta óptica, los grabados de De Bry, y principalmente aquellos realizados en la edición de 1597 de la Brevísima relación de Las Casas y su leyenda negra, se lee en el contexto mayor de la lucha independentista de los Países Bajos y el conflicto entre protestantes y la Iglesia.
Las imágenes gráficas operarían políticamente estableciendo “alianzas” estratégicas, convergencias y reforzamientos mutuos que permitan crear la ilusión de cierta consistencia en aquel Nuevo Mundo. Imágenes recreadas de América, frutos de las noticias y crónicas de viajes, entre otras las de Jean de Léry, Hans Staden, Antonio de Herrera, Sebald de Weert, Jerónimo Benzoni y fray Bartolomé de las Casas.
A pesar de las hostilidades entre Holanda y España, los dos países mantenían relaciones comerciales, las cuales no podían permitirse el lujo de poner en peligro.
Nuestro intérprete aporta una visión gráfica difundida a finales del siglo XVI y durante el XVII, hecha desde una perspectiva cultural eurocéntrica, por lo que las formas anatómicas de los indígenas y la arquitectura de las escenas no se ajustan con fidelidad a la realidad que se dice describir.
Bajo la firma De Bry se publicaron directamente cerca de doscientos libros, incluyendo una famosa serie de obras ilustradas de las Américas, el libro de los emblemas, y las obras de alquimia de Robert Fludd y Michael Mayer. Sus planchas de grabado se usaron en otras ediciones. Además, diversas de sus imágenes aparecen en detalles de mapas de distintos cartógrafos.
Dedicaba a sus reyes y a otros nobles las ediciones de ocultismo alternadas con las de pseudohistoria, que en ocasiones apoyaba coeditando junto a diferentes personajes de cierta popularidad, celebridad o competencia técnico formal de su época, a fin de dotar a sus libros de la verosimilitud y prestigio de estos, tales como Carolus Clusius o el ilustrador Jacques Le Moyne de Morgues, miembro de la expedición de Jean Ribault, de donde obtenía informes, relatos, dibujos y motivos para sus grabados de amerindios del norte o Thomas Harriot, científico inglés, etnólogo, embarcado como técnico del corsario Walter Raleigh, este último, cliente de los dibujos de Le Moyne. Lo vamos conociendo…
También coeditaba junto a colaboradores afines, que formaban su entorno editorial, tales como sus hijos. La «leyenda negra escrita por él como guionista» se dedicó a España y a la Iglesia católica. La leyenda blanca se dispuso al servicio de Inglaterra y de sus aliados con bandera de conveniencia para América, tales como Francia y Holanda. La forja de la «leyenda blanca» la acentuó en el entorno histórico de la época de fundación de la «colonia de Virginia», fundada por Raleigh, o con John White (Virginia Dare), líder que aparece en calidad de coautor en la portada de sus libros.
En sus múltiples ediciones dedicadas al nuevo mundo, trató de forma muy distinta a los amerindios en el entorno de las aspiraciones políticas de Inglaterra y sus aliados en la «causa» del «Nuevo Mundo» (los de la América del norte o costa atlántica del norte o de Virginia) y a los del ámbito de España, estos eran dibujados como cuasi demonios junto a los españoles, tal con uñas demoníacas, y que entre otros muchos rasgos de esta índole incluían el canibalismo habitual, cultural o costumbrista.
El imaginario, que traían los primeros europeos que pisaron las Indias, instaló en De Bry una monstrificación de las conductas culturales. Imaginario fantástico con las prácticas de los habitantes de las Indias que a ojos europeos eran escandalosas. Forman parte de una información general de lo extraño, proporcionada por escritores y cartógrafos. Introducen el exotismo y simbolizan el paganismo.
Existe un segmento de la obra de De Bry sobre las Indias dedicados a los habitantes de Virginia y Florida (colonias inglesas y francesas), series que se destacan por una visión etnográfica de los indígenas indianos. En ellas se representan vestimentas, mapas, rituales, ceremoniales, cultos, procesos productivos, modos alimenticios, distribuciones habitacionales, etc. Reproduce grabados de las ilustraciones de John White y Le Moyne, con cierta “civilidad”, viven en ciudades amuralladas al igual que podría hacerlo cualquier sociedad política occidental.
Sin embargo, al finalizar cada serie aparece, casi en forma de comentario, un punto de distancia que cuestiona esta visión idílica. Además, intenta mostrar múltiples métodos de pesca lanzas y trampas, tal vez incluso de fuego, así como las clases de fauna que se pueden encontrar en esa gran área que el inglés llamó Virginia. No podemos olvidar en este relato a, según decían los ingleses, “la quinta esencia del indio bueno”, la figura de Pocahontas hija del jefe indio, quien en un ritual defiende a John Smith ante su padre, salvándolo de la muerte. Icónica y famosa, entre realidad y distorsión.
Aunque no siempre fue exacto en su etnografía y la biología, estas imágenes llegaron a un público amplio y curioso en Europa, llegando a ser para bien o para mal, los arquetipos de todos los indígenas de América.
Y como espejos, innumerables relatos de navegantes proyectaban destellos de historias, convertidas en idearios. Un ida y vuelta para los pueblos, el comercio, la cultura, aunque también para el drama y la incomprensión entre mundos extraños. Pueblos que hoy son mil pueblos, que comparten un pasado en común.
La aventura hacia las indias descriptas por exploradores, cartógrafos, cronistas y todo aquello que avistaban en tierra firme debía quedar registrado, Theodore De Bry daría buena cuenta de ello, en su particular estilo, aunque nunca pisaría las Indias.
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