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José de Ribas, el Gálvez español de Rusia

José de Ribas, el Gálvez español de Rusia
José María Lancho el

Que el trueno de la victoria retumbe!” El himno ruso de fines del XVIII que dio fondo musical a la derrota de las tropas invasoras de Napoleón y que acompañó el ascenso de ese país como nuevo poder en Europa, narra, en su letra, alguna de las victorias de un vicealmirante español, José de Ribas, al servicio de Catalina II de Rusia.
Nacido circunstancialmente en Nápoles, hijo de un militar y funcionario español de Barcelona que ayudó a conquistar Nápoles para el futuro Carlos III de España, este noble español fue captado en Livorno por un agente ruso, el conde Orlov, hermano del amante en aquel momento de la emperatriz de Rusia, Catalina II la Grande. En aquel tiempo Orlov estaba comisionado para confundir y capturar, nada menos, que a la mismísima rival de Catalina, la supuesta heredera legítima de los Romanov, una hermosa y culta princesa llamada Tarakanova, auténtica Anastasia del s XVIII, que estaba preocupando seriamente a la emperatriz. Tarakanova afirmaba ser la hija oculta de la zarina Isabel I quien habría dejado indebidamente el trono a su sobrino Pedro III, casado con Catalina II. Tarakanova fue seducida por Orlov y trasladada a un buque ruso con el pretexto de celebrar allí su matrimonio pero donde fue hecha prisionera. Catalina, quien no admitía rivalidades, la mantuvo en un duro confinamiento el resto de sus días.
El astuto espía de la zarina no dudó en fijarse en el joven Ribas y en percibir que pocos destinos inclinan el éxito tanto a su favor como nuestro Ribas. De camino a Rusia participa en la batalla de Chesme quizá la mayor derrota de la armada turca después de Lepanto. Bien acogido en la Corte de Catalina se convertirá a los pocos años en una de las piezas que hará del tablero imperial ruso uno de los mayores imperios de la historia. Los primeros años de San Petersburgo le convierten en un cortesano destacado que se vincula con una de las personas más singulares de aquella la hija del más importante ministro ilustrado de Catalina, Iván Ivánovich Betskói: Anastasia Ivánovna Sokolova.

José de Ribas

Potenkim lo quiere a su lado y vuelve al servicio activo en Ucrania y hace una vertiginosa carrera militar en el Mar Negro.

Interviene de forma principal en el desalojo de los turcos en todos los puntos fundamentales del kanato de Crimea: Ochákov, Jadzhibéy, Yení Dunyá… y el asedio final de Ismail donde, siempre comandando la fuerza naval, resulta decisivo en la toma del que es el baluarte más importante turco en las costas del Mar Negro. Ribas es un genial improvisador lleno de inspiración e iniciativa. Cuando llega a Ucrania le confían las piezas que no encajan en un ejército en plena reforma y modernización, aquello que no se adapta a las formas de ejército occidental de la época. En esto le entregan a su mando naval un montón de cosacos con los que tiene que formar unas unidades marítimas. Ribas aprovecha de forma insospechada esa circunstancia y en lugar de amoldarlos a las rígidas concepciones de un ejército moderno occidental del siglo XVIII hace que esos descendientes de vikingos construyan el mismo tipo de embarcaciones que habían permitido a sus antecesores adueñarse de Ucrania y emprende operaciones rápidas, muy contundentes, empleando la sorpresa y el golpe de mano. Su protagonismo en las operaciones es tal que consumada la destrucción del poder turco en el Mar Negro Potemkin hace que sea uno de los plenipotenciarios que actúe en las negociaciones en nombre de Rusia en la paz con los turcos.

Los cosacos fueron ropas de choque decisivas en los conflictos con Turquía

El Mar Negro se convirtió en la llave del Este para Rusia en una manera similar a como la navegación del Missisippi representó la llave del Oeste para Estados Unidos. Gálvez libró de británicos la Florida y la Luisiana. Ribas resultó fundamental para liberar la espalda rusa en su expansión hacia el Asia del poder turco.

La comprensión estratégica de José de Ribas propició un último regalo al país que le adoptó y es la creación de la ciudad de Odessa que domina el Dniepper y donde aún se preserva su recuerdo en el nombre de una de sus calles principales. Calle que con ese nombre paseó innumerables veces Puschkin.

Odessa

Tal vez sería oportuno y un acto de justicia proponer que un retrato de José de Ribas estuviera en la Asamblea Federal de Rusia tal como hay un retrato de Gálvez en el Capitolio norteamericano.

De Ribas  Francisco de Miranda

Finalmente, y como es propio de Espejo de Navegantes, rescatamos algún aspecto mucho menos conocido de nuestro personaje que escapa por su propia dimensión de un enfoque meramente estereotipado. Esta es la relación de José de Ribas en Rusia con Francisco de Miranda, el futuro forjador de la causa independentista americana.
El propio Miranda nos habla en sus escritos y memorias de Ribas, persona que se le acercó hablando español, que le trató como a un compatriota e incluso le proporcionó dinero para vestirse con decencia. Miranda siempre se refiere a Ribas como verdadero amigo y ejemplo de persona.
Y tanto el suegro de Ribas como su esposa, a la que el viajero Miranda y a pesar de sus antecedentes mujeriegos miró con la mayor admiración y respeto, le granjearon el mayor respaldo ante la Corte rusa.
En aquella época Miranda no ha completado su ruptura emocional con España, ha intentado convertirse en agente del Estado y ha buscado solucionar la acusación infamante que contra él se ha instruido en Madrid.

Francisco de Miranda

Sin embargo el ministro español en San Petersburgo, Macanaz, en lugar de seguir y atenerse a las instrucciones de Campo y de Normande respecto a que “nada conviene hacer ahí en cuanto a Miranda sino observar, callar y dar cuenta” decidió impulsar una ofensiva en toda regla, utilizando todo el peso de los intereses de España sobre Catalina y denigrar en los peores términos a Miranda ante toda la Corte rusa. Fue una persecución torpe y ruidosa que incluso provocó la participación divertida de la zarina en favor de Miranda y que permitió que este ostentara un rango y vistiera uniforme ruso. Catalina se burlaba del iracundo Macanaz expresándole que si Miranda era una amenaza para el imperio español en ningún lugar tan lejos podía hallarse ese peligro que en Rusia. Miranda sabe ya que no tiene sitio en España más que como reo de Estado y agradece el interés por él de la colonia inglesa en Rusia. No faltan agentes y veteranos ingleses de las guerras contra España en esa Corte que cortejan a Miranda.
Los últimos intentos de Miranda por la reconciliación dirigidos a Floridablanca delatan el dolor y el orgullo herido, pero irrenunciable, de Francisco de Miranda. Un tono que no podía casar con el temperamento y la enorme rigidez de carácter, aunque ejecutiva e inteligente, del ministro de Carlos III.
Catalina intentó retener a Miranda en San Petersburgo, sin embargo los horizontes de uno de los españoles más complejos y dotados de su tiempo estaban en otro lado, sin embargo la palabra Colombia no se escribiría por primera vez en tierras rusas.

 

 

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