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El pecio romano del Bou Ferrer, 2.000 años de viaje submarino

El pecio romano del Bou Ferrer, 2.000 años de viaje submarino
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POR CARLOS DE JUAN, arqueólogo

 

Este es un viaje de dos mil años al pasado. El pecio romano del Bou Ferrer merecía que nuestro blog contase su historia como merece. Tras su presentación en Madrid conocimos mucho mejor y más intensamente su importancia histórica, tanto como el entusiasmo que su codirector científico, Carlos de Juan, y todo su equipo han demostrado. Es un honor para Espejo de Navegantes contar con un texto del arqueólogo valenciano a cargo de la excavación en el que nos explica los principales resultados e hipótesis de trabajo de uno de los mejores proyectos de la historia de la Arqueología Subacuática española. Habrá una segunda entrega, una larga entrevista que le ha hecho nuestro compañero el también arqueólogo Javier Noriega, una conversación para profundizar en algunos aspectos “entre amigos”, como asegura el propio Carlos de Juan. Hoy navegamos en Espejo de Navegantes hacia ese importantísimo pecio, nada más y nada menos que de la época romana, hundido frente a las costas de hispania en tiempos de Nerón…

 

Introducción

Escribir para este blog es un privilegio. Espejo de Navegantes se ha convertido en un referente de la divulgación de la Historia que nos permite acercar nuestra investigación a un público interesado por el Patrimonio Cultural Subacuático. Los arqueólogos estamos más acostumbrados al informe técnico y a la publicación científica pero en esta ocasión no escribiré con el formato habitual con el que presentamos un yacimiento arqueológico subacuático, comunicamos resultados o hipótesis de trabajo; de esos textos creo que ya hay suficiente bibliografía, así que voy a escribir como si le contase a un buen amigo, tomando un café, las luces, los avatares, las emociones y el estado de nuestra investigación. Esta es la historia del Bou Ferrer.

El pecio Bou Ferrer

El pecio romano Bou Ferrer se encuentra naufragado a -25 metros de profundidad y a escasos 1.000 metros de la costa, frente a las playas de La Vila Joiosa (Alicante) en la zona marítima situada al sur del Cap de la Nao, accidente geográfico divisor de las rutas marítimas en la Antigüedad y casi de la propia Tarraconensis con las zonas de influencia del puerto principal de Tarraco, al Norte, y de Carthago Nova, al Sur.

El pecio Bou Ferrer debió ser uno de los grandes veleros mercantes de los que habla Estrabón cuando menciona que las naves más grandes que llegaban a los puertos de Roma eran las provenientes de la Bética (Strb. III, 2, 6), cargadas, en parte, con aceite. El Bou Ferrer fue probablemente desplazado por un temporal de su ruta por alta mar, entre el año 50 y 60 d.C. y se dirigió a una costa conocida en busca de refugio, pero no la alcanzó y terminó naufragando. Todo indica que debió ser uno de aquellos grandes buques fletados por negotiatori itálicos, testaferros de importantes senadores que no querían ver el nombre de su familia comprometido por tan mundana actividad, y que abastecían a Roma a cuenta de los programas imperiales de alimentos, con aceite, salazones, vino y productos manufacturados.

Ánforas transportadas hacia la superficie desde el pecio. Foto: José Antonio Moya

En la campaña de excavación subacuática del año 2014 obtuvimos datos suficientes para calcular las primeras medidas de la manga de la nave y aunque todavía están en fase de estudio, todo parece apuntar a que la máxima sería de 9 metros aproximadamente. Este dato, combinado con los resultados de unas catas realizadas en la zona Sur del pecio, fija la eslora del Bou Ferrer muy por encima de los 27 metros que estimamos anteriormente; ahora pensamos que la eslora del navío debe estar próxima a los 33 metros. Seguramente tuvo un porte en torno a las 230 toneladas de ánforas del tipo Dr. 7-11, producidas en alfares como el de Villanueva de Puerto Real, en Cádiz. Este cargamento principal, de unas 2.500 ánforas, aparece estibado en cuatro pisos, cada recipiente está encajado entre sarmientos de vid, con una precisa ordenación. Las ánforas estudiadas hasta la fecha contienen los restos de lo que fue una salsa de pescado muy bien elaborada. Las conservas de salazones se llamaban salsamenta en la antigua Roma, término que no debe confundirse con salsa de pescado, a pesar de la similitud etimológica. Lo que contienen las ánforas del Bou Ferrer es una salsa casi líquida, obtenida a través del filtrado de un producto que se elaboraba con una gran variedad de pequeños peces y otros de mayor tamaño. Nuestra investigación ha determinado, hasta la fecha, que la base de esta salsa era el boquerón, la caballa y el jurel pero el Dr. Piques continúa analizando los contenidos de las ánforas. Salsas de pescado como el garum, la muria, el liquamen y el hallec, procedentes de la provincia romana de la Bética, eran mercancías apreciadas, algunas de gran valor, y constituían la base de la gastronomía romana.

Su descubrimiento para la sociedad.

Las excavaciones realizadas hasta el año 2015 nos han permitido conocer que el pecio ha sido repetidamente descubierto y olvidado por los pescadores locales, quizás desde el mismo momento de su naufragio. Tampoco descartamos la hipótesis de que fuesen recuperados algunos aparejos y ánforas por los urinatores, el cuerpo de buceadores romanos que, según Plinio El Viejo, se lastraban con piedras y bajaban con una esponja en la boca, empapada en aceite para crear delante de los ojos una película que mejoraba la visión bajo el agua. Este pecio, como muchos otros, creó un verdadero arrecife de maderas y cerámica donde la pesca fue abundante, sirviendo de reclamo para las aves marinas y también para los hombres.

Algunas artes de pesca tradicionales se practicaron a remo y vela hasta bien entrado el siglo XX. Estas redes, cuando se enganchaban en el arrecife de ánforas que creó el Bou Ferrer, era casi imposible subirlas a bordo y había que abandonarlas. Sabemos que estos incidentes sucedieron en múltiples ocasiones por la cantidad de plomos de lastre de redes que hemos documentado durante las excavaciones. En ocasiones, las pequeñas piezas de plomo aparecen todavía alineadas, delatando las artes de pesca de las que formaron parte en el pasado y de las que ya no queda nada. Disponemos de una tipología completa de plomos, fundamentalmente de trasmallo, desde un momento impreciso de la Antigüedad hasta prácticamente la actualidad. Aparecen diseminados por el yacimiento, enterrados por su propio peso entre las ánforas del cargamento. En determinados puntos hemos encontrado ánforas cuya posición original ha sido alterada, en varias ocasiones, a lo largo de los años. Sospechamos que esta alteración se debe a las maniobras de recuperación de redes enganchadas, que pudieron desplazar, romper e incluso izar a superficie algunas de las piezas que ahora se distribuyen de forma caótica sobre el primer nivel del pecio.

 

Tras casi dos mil años desde la fecha del naufragio, el descubrimiento del Bou Ferrer se produjo de forma parecida. En un día de vientos fuertes, hace ya más de quince años, una embarcación de recreo, fondeada en la proximidad del entonces desconocido pecio Bou Ferrer, derivó de su posición y su ancla garreó hasta quedar enganchada en el los restos del naufragio. Hubo que bajar a soltarla y lo hicieron dos buceadores deportivos, José Bou y Antoine Ferrer, vecinos de Villajoyosa.

A diferencia de lo que ha sido la tónica dominante, no solo en nuestras latitudes, estos dos buceadores, lejos de iniciar el expolio o saquear el yacimiento, comprendieron que lo que tenían ante sus ojos era de gran valor cultural y declararon oficialmente el hallazgo a las administraciones públicas. Quien suscribe este texto, acompañado por el Dr. Vivar, buceó con ellos para verificar y valorar el hallazgo. Dª Asunción Fernández, responsable del Centro de Arqueología Subacuática de la Comunidad Valenciana, promovió que el yacimiento llevará el primer apellido de los dos descubridores, Bou y Ferrer, nombre con el que, desde entonces, se conoce al yacimiento.

La historia de las excavaciones

El pecio Bou Ferrer fue ya, tras su descubrimiento, una rara avis. Los barcos similares tenían su ruta muy alejada de las costas peninsulares por lo que es el único de su tipo, conocido hasta la fecha, que ha naufragado frente a la playa y a una profundidad accesible al buceo con escafandra autónoma. Hacía dos décadas que no se encontraba en el contexto mediterráneo una nave de gran tamaño como el Bou Ferrer. Por ello, desde su descubrimiento despertó gran interés en los ámbitos científicos, pero también, desgraciadamente, entre los expoliadores. En el año 2001 sucedió un lamentable episodio de saqueo, con el robo sistemático de centenares de ánforas, que dio como resultado la detención, enjuiciamiento y condena de los expoliadores.

Pero el daño ya estaba hecho y eso justificó que la Administración destinara recursos para instalar una protección sobre el pecio, una cubierta metálica que se ha venido inspeccionando y manteniendo por la Generalitat Valenciana hasta la actualidad. El sistema no convierte al pecio en un lugar blindado e inexpugnable, pero al menos dificulta, en gran medida, el robo de ánforas. La colaboración de la Guardia Civil en la protección del yacimiento está resultando fundamental.

A diferencia de lo que se hace en países de nuestro entorno, y teniendo en cuenta quela justificación científica para intervenir en el pecio era incuestionable, la Administración no actuó de oficio. Dos años después del descubrimiento, en 2003 y 2004, se realizaron unas breves actuaciones subacuáticas dentro, del proyecto europeo ANSER, con la participación de varias instituciones valencianas, lideradas por el MARQ de Alicante. Esta primera actuación sirvió para articular una relación personal y profesional entre el actual equipo de dirección que se ha mantenido hasta la actualidad.

El año 2006: la voluntad de investigar

 

La doctora Franca Cibecchini y quien suscribe este texto, arqueólogos subacuáticos, decidieron formar un equipo de codirección para afrontar la excavación del pecio, conscientes de la relevancia del yacimiento. Al equipo se unió José Antonio Moya, técnico y profesor de Comunicación de la Universidad de Alicante, con una dilatada experiencia en documentación submarina. Ese mismo año se obtuvo el respaldo completo de la Dirección General de Patrimonio Cultural Valenciano y Museos de la Generalitat Valenciana para iniciar un proyecto de excavación, investigación, musealización y divulgación del yacimiento Bou Ferrer, el primer paso estaba dado.

Se realizó una primera campaña arqueológica subacuática en el mismo verano de 2006, con una cata de sondeo de 3 x 3 metros, en una zona central del yacimiento; el objetivo principal fue el de preparar las futuras campañas de excavaciones de mayor envergadura.

El año 2007: se materializa la investigación

La segunda campaña de excavación contó con una financiación importante por parte de la Generalitat Valenciana y abarcó una superficie de 100 m2, que incluía en su interior el sondeo realizado en el año 2006, para poder disponer de un sector avanzado al resto de la excavación. La campaña 2007 permitió la documentación y recuperación de la totalidad de las ánforas pertenecientes a la capa nº1 así como la nº 2. A fin de clarificar la secuencia de pisos del cargamento del barco se optó por retomar los trabajos en el sondeo del año 2006. La excavación en este punto permitió comprender que en la zona central del pecio se conservaban tres pisos intactos de cargamento, con sus posiciones algo alteradas, y un posible cuarto piso superior de ánforas de menor tamaño, muchas de ellas fragmentadas. Se pudo documentar la presencia, bajo el primer piso de la carga principal, de tres lingotes de plomo alineados, con algunas marcas y contramarcas, colocados sobre una tabla perteneciente a la carpintería longitudinal del barco.

 

 

Años 2008-2011: reflexión científica

Durante este periodo de cuatro años no se intervino en el yacimiento. Este importante lapso de tiempo sirvió para estudiar toda la información que había proporcionado la excavación de 2007 y reflexionar antes de plantear nuevas campañas. Fue un periodo de producción científica que permitió dar a conocer el Bou Ferrer a la comunidad científica en España, Italia y fundamentalmente en Francia, fue un periodo que coincidió, además, con el mayor impacto de la crisis económica que se vivió en España y que hizo desaparecer cualquier posibilidad de financiación para seguir investigando en el pecio Bou Ferrer.

El modélico estudio de las ánforas que realizó la Dra. Cibecchini, en opinión del especialista A. Tchernia, debe ser la guía futura para el conocimiento de este tipo de contenedores. En el Bou Ferrer se individualizaron cuatro tipos morfológicos de ánforas que pertenecen al grupo Dressel 7-11, denominadas BF1, BF2, BF3 y BF4. Los dos primeros, BF1 y BF2, son los mayoritarios en el cargamento y tienen sus mejores paralelos en las ánforas de los pecios Sud-Lavezzi 2 (22-30 d.C.) y Tour Sainte Marie 1, de mediados del s. I d.C. Las pocas ánforas encontradas hasta ahora del tipo BF4 (= Dressel 9) tienen sus paralelos también en el pecio de Sud-Lavezzi 2 y en el Lavezzi 1 (30-50 d.C.) naufragados ambos en el estrecho de Bonifacio (Córcega). Las numerosas ánforas encontradas hasta ahora del tipo BF3, que anticipan morfológicamente al tipo Beltrán IIB,  tienen sus mejores paralelos en algunas ánforas del depósito de Villanueva de Puerto Real, excavado por el Dr. García Vargas, uno de los mayores centros de producción de la Bahía de Cádiz, activo desde la mitad del s. I d.C. hasta los inicios del s. II d.C.

 

De gran ayuda para datar el Bou Ferrer fue la excavación de urgencia realizada en Fos-sur-Mer (Francia) donde apareció una estructura de encofrado de construcción, rellena de ánforas reutilizadas por sus cualidades drenantes. Se trata de un contexto cerrado con una elevada presencia de ánforas béticas. Destacan ejemplares de la familia Dressel 7-11, muchas de ellas morfológicamente idénticas a los tipos BF 1 y BF2. La estructura se data perfectamente entre el 65 y 75 d.C.

Mientras que los dos pecios en el estrecho de Bonifacio (Sud-Lavezzi 2 y Lavezzi 1) están datados en torno al 30 d.C., el de Tour Sainte Marie 1 propone una datación más amplia, a mediados del s. I, por la presencia de ánforas Beltrán IIB en el cargamento, una datación que cuadra bien con la presencia del tipo BF4 y las fechas del depósito de Fos-sur-mer. Todo ello nos conduce a situar la datación del Bou Ferrer, a partir del estudio de sus  ánforas, entre los años 50 y 60 d.C. aproximadamente.

Excavaciones 2012-2014: un vuelco en la interpretación del yacimiento.

Los años de estudio desde la campaña de 2007 sirvieron para formular nuevas cuestiones e hipótesis de trabajo con un gran interés científico. Conscientes de las dificultades de financiación, los directores del proyecto planteamos una nueva fase de investigación en el Bou Ferrer, en la que debía conjugarse la participación de varias instituciones. Al mismo tiempo, pusimos sobre la mesa una propuesta para permitir, de manera regulada y controlada, la visita al pecio de buceadores recreativos con interés en el Patrimonio Cultural Subacuático.

En el año 2012, con un pequeño apoyo económico de la Conselleria de Educación, Cultura y Deporte, el Ayto. de La Vila Joiosa, la Fundación General de la Universidad de Alicante y el Club Náutico de Villajoyosa, el equipo de dirección decidió completar el sondeo de 3 x 3 metros iniciado en 2006 y que continuó en 2007. El objetivo era alcanzar las maderas para obtener datos de la arquitectura naval. Participaron de forma desinteresada personas e instituciones como ARQUA, DRASSM o CNRS.

La excavación se desarrolló con agilidad y se documentaron los lingotes de plomo que ya conocíamos de 2007, pudiendo excavar y extraer cuatro de ellos que han sido estudiados por los profesores Domergue y Rico. Las conclusiones de su estudio cambian completamente la visión que hasta la fecha teníamos del Bou Ferrer.

Los lingotes son cuatro galápagos alargados de sección triangular, de 52,5 a 55 centímetros de longitud, con una anchura entre 14,5 y 15,7 centímetros y una altura comprendida entre 11,4 y 14,4 centímetros. Su peso se aproxima a los 70 kg. y está fuera de norma, destacan por ser los lingotes de sección triangular más grandes y pesados del s. I d.C. hasta hoy conocidos. Dos de los lingotes llevan perforaciones en la base, similares a las observadas en lingotes de Sud-Perduto 2 y Chipiona. Se interpretan como las marcas producidas por los clavos colocados para la estiba en el piso de bodega de las embarcaciones fluviales. Estas embarcaciones los transportaban desde la fundición hasta el puerto de Hispalis. Los cuatro ejemplares presentan en la cara inferior, cerca de uno de sus extremos, un gran agujero rectangular, de aproximadamente 4 x 3 cm. de sección tronco-piramidal y hasta 6,9 cm. de profundidad. Es la primera vez que se han observado semejantes perforaciones en lingotes de plomo romanos y su función es desconocida.

 

Por lo que hace referencia a la epigrafía estudiada por Domergue y Rico, las cuatro piezas presentaban en su cara dorsal una cartela rectangular en negativo solo legible en dos casos. Se trata, probablemente, de una inscripción relacionada con los tria nomina del fabricante del lingote. Aún debe confirmarse la identificación inicial del gentilicio Cornelius, frecuente en la epigrafía de la Bética romana, que aparece en 109 inscripciones, de las cuales 14 proceden de la zona de Cazlona/Linares-Castulo, zona de la que podrían proceder los cuatro lingotes.

Respecto al posible origen en la provincia hispana de la Baetica y más concretamente en Sierra Morena, son varios los argumentos arqueológicos que lo pueden sustentar. La carga principal del barco formada por ánforas Dr. 7-11, con varios tipos formales, relacionados con hornadas y varios puntos de fabricación próximos a Gades, lo interpretamos como un cargamento almacenado en un puerto principal costero, con las infraestructuras y medios humanos y técnicos suficientes para realizar la estiba de más de 2000 ánforas. Estos requisitos sitúan a Gades como el más probable. Los lingotes podrían haber bajado por el Lacus Ligustinus del Baetis hasta Gades, siendo instalados en el barco con anterioridad al cargamento de salsas de pescados.

Atendiendo al estudio de los pecios naufragados en Bonifacio (Córcega), que transportaban salazones y plomo de las minas de Sierra Morena, Domergue y Rico propusieron un origen similar para los lingotes del Bou Ferrer.  No obstante, para disipar cualquier duda se utilizó el método de los isótopos del plomo, para comparar  las ratios isotópicas de los lingotes del Bou Ferrer con la base de datos de Verbania. El resultado apunta a que su origen está en  las minas de Sierra Morena.

Una de las inscripciones que está aportando información histórica de gran importancia para las investigaciones. Foto: José Antonio Moya

Tres de los lingotes recuperados en 2012 presentan contramarcas realizadas después de haberse extraído de las lingoteras. Comunes a los tres son las marcas, impresas en negativo con dos matrices distintas, IMP GER y AVG (imperator germanicus augustus) que remiten a un emperador del siglo I con este título. Podría tratarse de Calígula, Claudio o Nerón, pero también de Vitelio (2 de enero 69-20 diciembre 69), Domiciano a partir del año 84, Nerva y Trajano en el 97.

Como ya hemos citado, el cargamento de ánforas puede fecharse, fundamentalmente, en la década del 50-60 d.C. por lo que dentro del grupo formado por los emperadores Calígula (37-41 d.C.), Claudio (41-54 d.C.) o Nerón (54-68 d.C.), la probabilidad de que fuese Nerón, aumenta. Con estos nuevos datos, el pecio Bou Ferrer ha dejado de ser un mercante convencional para ilustrar un modelo de comercio que hasta ahora nos era desconocido ¿comercio del Estado, comercio de privados amparados en una operación de Estado?

Las marcas aparecidas en los lingotes de plomo con las siglas IMP, GER y AVG nos desconcertaron porque no disponemos de paralelos conocidos para su interpretación. La discusión y el debate ha sido la clave para plantear una hipótesis novedosa que tiene muchas probabilidades de ser correcta. Otros barcos del periodo, con lingotes de plomo y salsamenta, son bien conocidos; a algunos de ellos nos hemos referido ya, si bien el Bou Ferrer es el primer barco que conocemos que transporta salsas de pescado, mercancía de mayor valor económico que las simples salazones.

Para interpretar las marcas en los lingotes, debemos hacer una aproximación a las mentalidades de la Roma antigua, la divinización de la figura del emperador, la estructura social, el comercio como actividad mundana, la confusión entre lo público y lo privado, entre el erario de Roma y la propiedad privada de la familia imperial, la confusión entre Imperio Romano y emperador. Solo así entendemos que las marcas indican la propiedad de los lingotes y que estos son del emperador. Las marcas fueron hechas por un agente itálico de cierto rango, entendemos que fue en Gades, antes del embarque. Se trataría de alguien que pudiera ser depositario de estos sellos del emperador, alguien que debió verificar, pesar y registrar la adquisición de estos lingotes fuera de los estándares del periodo. Se trataría de la compra de plomo, un metal con mucho valor por la infinidad de usos que se le podía dar en la antigua Roma, por parte del emperador o de un miembro cercano de su familia, aunque no es posible saber si el destino era para su uso particular o para la res publica.

A esta reflexión le unimos que los lingotes van asociados a una carga principal de alrededor de 2500 ánforas de salsas de pescado, en un buque de los más grandes conocidos por la arqueología subacuática para el periodo alto imperial romano. El Bou Ferrer es un yacimiento atípico y nuestra hipótesis de trabajo ha sido que posiblemente se trató de un flete del poder imperial o del mismo emperador, quizás Nerón, sin que sepamos por ahora el destino de la carga, si era para el disfrute particular de las mercancías o para entregarlas a la Annona, el programa imperial para suministrar alimentos a la plebe.

Años 2013-2015

En 2013 el proyecto de excavación, investigación, musealización y divulgación del yacimiento Bou Ferrer se refuerza y se organiza mejor con la creación de un grupo de trabajo al que se adhieren profesionales que hasta la fecha habían tenido relación directa con el proyecto, involucrando en mayor medida a las instituciones que representan: la Sra. Matamoros de la Dirección General de Cultura, el Dr. Espinosa de Vilamuseu, los Sres. Ferrer y Chapa del Club Náutico Villajoyosa y el Sr. Lloret, concejal de cultura en la pasada legislatura, un equipo coordinado desde la Fundación General de la Universidad de Alicante.

Una de las novedades en 2013 fue realizar un proyecto piloto con 50 buceadores para estudiar la viabilidad de realizar visitas programadas y guiadas para buceadores recreativos con interés en el Patrimonio Arqueológico Subacuático, con la intención de difundir la importancia del pecio. El proyecto fue exitoso y se han realizado numerosas visitas, controladas por el equipo de dirección de la excavación, durante los años 2014 y 2015. La participación ha sido de unas 300 personas. Todos los buceadores reciben, previamente a la inmersión, una charla formativa en la sede del Museo Arqueológico Municipal, a cargo de miembros del proyecto.

Durante las campañas de estos años, la excavación se ha situado en la zona central del yacimiento. Una cata que inicialmente tenía 3 x 8 metros y que, a modo de trinchera, corta transversalmente el pecio en la zona más probable de su manga máxima. Al final de la excavación de noviembre de 2015, la franja excavada tenía en el nivel superficial 6 metros de anchura por 15 metros de longitud, sin haberse llegado a los extremos del derrumbe de ánforas. Se han puesto en luz los niveles más enterrados del pecio, donde la conservación de la madera, el abarrote de sarmientos de vid y las propias ánforas, es asombroso.

Las ánforas que se conservan envueltas entre sarmientos de vid no han sufrido el proceso químico reductor característico por el que la pasta sufre modificaciones químicas hasta cambiar completamente su color, de amarillos y naranjas hasta el gris oscuro. Por ello, tanto por tipología como por el color de las pastas, la hipótesis formulada por Dra. Cibecchini  en 2007 sobre la procedencia gaditana del cargamento y del puerto de salida de la nave, parece ser completamente acertada.

Existe un debate en la investigación sobre si todas las ánforas procedentes de la Baetica presentan tituli picti, que son textos pintados en cursiva latina sobre una base de imprimación con formas más o menos rectangulares y que cumplen una función fiscalizadora. Existen  varias teorías de estudio sobre  estas inscripciones que indicarían la fecha consular, el productor del contenido, el peso y los agentes comerciales que participan en la operación. Pero el pecio Bou Ferrer parece presentar otro modelo. Hasta la fecha no se han documentado tituli picti y a juzgar por lo bien conservadas que se encuentran varias ánforas pertenecientes al primer piso de la estiba, somos de la opinión de que, al menos estas unidades, no los llevaban. Una de las ánforas recuperada del segundo piso del cargamento, afectada por las concreciones calcáreas marinas (lo que denota que pasó un lapso de tiempo importante expuesta al ambiente del fondo del mar antes de ser enterrada por los fangos en un ambiente anóxico) presentaba varias cartelas de imprimación, pequeñas y bien regulares, para dar mejor soporte a unos tituli picti ya desaparecidos durante  su larga exposición  al medio marino. Las referidas cartelas denotan su existencia y por el momento, y de manera aproximada,  de las más de 300 unidades recuperadas, han aparecido dos ánforas con estas cartelas de imprimación y una tercera que todavía está en el yacimiento, en el primer piso de la estiba.

Sin ser un dato perfectamente cuantificado, una hipótesis de trabajo podría ser que en el Bou Ferrer solo hubieran sido verificadas determinadas unidades representativas de partidas más amplias del cargamento o que una parte pequeña del cargamento embarcado procediera de un puerto donde fue  verificado antes de estibarse en el Bou Ferrer. Todo ello puede parecer atípico si lo comparamos con el aceite bético transportado en ánforas Dr. 20 como las del pecio de época neroniana de la Albufereta de Alicante, todas ellas con tituli picti; pero no si lo comparamos con pecios del periodo que transportaban cargamentos homogéneos de salsamenta en los que no hay constancia de profusión de tituli picti.

Nápoles: una propuesta de su zona de construcción

Son varios los pecios del s. I d.C. relacionados con el transporte marítimo de alimentos procedentes de la Baetica, con destino principalmente hacia la metrópoli u otros grandes puertos de la Península Itálica Central y Meridional, que han sido excavados por la escuela francesa en las costas de Córcega. Sin embargo, por diversas razones de profundidad o conservación, no contamos con información relevante sobre la arquitectura naval de ninguno de estos pecios que podrían ser comparables con el Bou Ferrer. Solo algunos detalles se han podido observar a partir de la documentación fotográfica, por lo que existe un gran desconocimiento sobre los grandes mercantes del Alto Imperio. Por ello el Bou Ferrer se presenta como una oportunidad para la investigación. Para la época Republicana podemos destacar los datos sobre la arquitectura naval de pecios como La Madrague de Giens, Dramont A o Titan y para el s. II d.C. pecios como Saint Gervais 3 o La Bourse, pero para el s. I d.C. la ausencia de datos en la bibliografía sobre los grandes mercantes es total.

 

Entre el periodo tardo republicano y el s. II d.C. se produce una evolución en la arquitectura naval antigua. Se pasa de una familia de barcos que presentan unos fondos muy pinzados, con la quilla más alta que ancha, con alefriz de encaje, con tracas de aparadura de sección cuasi pentagonal y retorcidas hacia el exterior, con una alternancia rítmica de varengas y semicuadernas sobre las que se asienta, encastrada, la carlinga del mástil, a una familia en el periodo imperial donde la generalidad de los barcos presentan unas líneas de agua con fondos planos, con la quilla con alefrices en bisel, tracas de aparadura de sección rectangular, con algunos pernos metálicos que unen la carpintería transversal con la quilla, con semicuadernas descentradas y la carlinga del mástil asentada en dos sobrequillas laterales. Esta transición desde la familia arquitectural helenístico republicana hacia la familia arquitectural imperial se produce entre finales del s. I a.C. y el s. II d.C. Pero son pocos los datos que tenemos sobre cómo es este proceso de transición, por lo que el pecio Bou Ferrer es una verdadera pieza de puzle para el estudio de esta evolución arquitectural.

El estudio de la arquitectura naval del pecio es, por el momento, muy preliminar. Solo una pequeña área se ha puesto en luz, pero nos ha permitido, a través del estudio de las técnicas constructivas, relacionar al Bou Ferrer con un grupo de pecios naufragados y hallados en el mismo puerto de Neapolis.

 

En el Mediterráneo romano existían varías tradiciones ancestrales para construir naves. Los carpinteros de ribera (fabri navales), agrupados en collegia (colegios profesionales) construían las embarcaciones aplicando las mismas técnicas que les enseñaron sus maestros. Era un colectivo muy conservador y estricto, ya que en el mar los errores en la construcción de un barco se pagaban con vidas y cuantiosas pérdidas.

La construcción de los barcos por diferentes collegia de fabri navales daba como resultado embarcaciones muy parecidas a nivel general, pero con diferencias en el detalle. La arqueología naval puede estudiar cómo eran estas técnicas constructivas particulares, para crear agrupaciones de pecios e intentar asignar a qué tradición geográfica pertenecen (p. ej. la costa del Lacio o Campania en Italia, o la de Narbona en la Galia).

 

En el Bou Ferrer, para unir las cuadernas al casco se utilizan cabillas (tacos o clavos de madera) que se alternan con clavos de hierro colocados por el exterior del casco, del tipo llamado a punta perdida, es decir que no atraviesan las cuadernas totalmente, de dorso a dorso. Esta técnica, diferente a otras, podría pertenecer a la tradición del entorno del mismo puerto de Neapolis, como demostrarían una serie de pecios (Napoli A, B y C) embarcaciones naufragadas en la dársena de esta importante ciudad. Estos pecios napolitanos, al ser embarcaciones menores, relacionadas con las actividades portuarias (p. ej. la barca de trabajos portuarios llamada horeia), se construyeron, según los conocimientos actuales, en el entorno del referido puerto y presentan todas una misma técnica para unir las cuadernas al casco, justamente la que ha sido observada en el Bou Ferrer. Ello nos ha permitido plantear la propuesta arqueológica de una construcción de la nave en el entorno de la referida ciudad marítima.

El estudio del piso de la bodega excavado en 2014 en la zona Este del casco, por su forma y disposición está en sintonía con la hipótesis de un origen campano formulada. Se trata de un modelo bien conocido por la arqueología naval en el que se combinan hiladas de vagras fijas, unidas a la carpintería transversal por medio de clavos de hierro de sección cuadrada, muy espaciados entre ellos y colocados a tresbolillo, junto con vagras móviles, de menor grosor que las anteriores, pero sin ningún tipo de fijación, por lo que son desmontables para las limpiezas de la sentina y observar si se produce algún tipo de afloje en las clavijas de fijación de las tablas del casco.

Los objetivos para el futuro próximo

Tras un proceso  administrativamente lento y que ha de estar muy bien argumentado y justificado, el pecio Bou Ferrer ha sido declarado Bien de Interés Cultural (BIC) en octubre de 2015.Es el primero de su tipo en la Comunidad Valenciana y uno de los pocos pecios con esta  categoría  en el país. La declaración  abre una nueva etapa, tanto en la protección jurídica de este bien mueble, como para la búsqueda de recursos para su investigación, protección y difusión.

Para ello el equipo compuesto por la Universidad de Alicante, la Dirección General de Cultura y Patrimonio y el Ayuntamiento de Villajoyosa, a través de su Vilamuseu, está actualmente redactando el Plan Director del Bou Ferrer, que será la base de las futuras actuaciones a desarrollar en el pecio en los próximos años.

Dentro de las reflexiones para la elaboración del Plan Director  ha surgido  la cuestión de la docencia en el Bou Ferrer, nunca entendida como una introducción a la arqueología subacuática y el buceo, ya que no es el sitio más indicado por diferentes variables que incluyen la profundidad del casco a 27,5 m. La formación que nos planteamos iría enfocada a formación de  especialistas que, con cierta experiencia y una base de conocimientos, quieran aprender más sobre el método y las técnicas de la disciplina. Una formación eminentemente técnica   para personas  con interés en la arquitectura naval antigua y el comercio marítimo del periodo.

 

 

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