Con la reciente inauguración en Madrid del monumento al teniente general Blas de Lezo y Olavarrieta (1689-1741), el valor de este gran marino del siglo XVIII fue, por fin, públicamente reconocido. Una vez logrado este homenaje, puede parecer que ha finalizado la recuperación de la memoria de quien hasta hace poco más de un año era un gran desconocido. Sin embargo, todavía tenemos pendiente el reto de divulgar su verdadera biografía.
El monumento, obra del escultor Salvador Amaya, es producto del esfuerzo y tesón de la Asociación Monumento Blas de Lezo, presidida por Íñigo Paredes, que se ha encargado de aunar diferentes voluntades, gestionar las aportaciones económicas de los socios y de coordinar la construcción con las diferentes instituciones y personas implicadas. El origen de esta asociación se encuentra en la iniciativa de un grupo de aficionados a la historia naval que, mediante la recogida de firmas a través de redes sociales, buscaban reivindicar a Blas de Lezo levantando en su honor un monumento por suscripción popular.
La recogida de firmas se aceleró a partir de septiembre de 2012, tras la inauguración en el Museo Naval de la exposición Blas de Lezo, el valor de Mediohombre. El éxito de esta muestra en las dos sedes donde se expuso (más de 80.000 visitantes en Madrid y más de 17.000 en Cádiz), permitió dar a conocer públicamente la figura de Lezo.
La exposición estaba articulada sobre un discurso científico riguroso para recuperar y honrar la memoria de este marino, sacarle del olvido en que había quedado injustamente sepultado, reconocer sus cualidades militares y personales, y, al mismo tiempo, alejarlo de la leyenda. La exposición contaba lo que hasta ese momento sabíamos de su verdadera historia, alejada de esos datos erróneos, tergiversados e incluso inventados que aparecen en algunas monografías y que, sobre todo, circulan por internet. Por esta razón, la exposición se adentraba en la biografía de Blas de Lezo imbricada en la historia naval de la primera mitad del siglo XVIII. Consideramos esencial presentar al personaje histórico como una persona real, dotada de cualidades notorias, tanto personales como militares, que vivió en un determinado momento histórico.
Trazar este discurso exigió una investigación de más de tres años, de los documentos conservados en los principales archivos españoles, franceses e ingleses, así como de numerosos textos impresos, coetáneos a Blas de Lezo. Esta investigación fue iniciada a instancias del coronel Javier Bellas que promovió el proyecto de la exposición.
A partir de esta investigación, todavía abierta, hemos obtenido muchos datos contrastados sobre la vida personal y militar de Blas de Lezo, aunque son muchas las dudas que quedan por resolver.
Para convertir este discurso científico en una exposición de carácter didáctico se combinaron piezas originales del siglo XVIII con gráficas textuales, mapas didácticos, audiovisuales, citas personales de Blas de Lezo que transmitían aspectos psicológicos y emotivos, y una sucesión de adjetivos que caracterizaban su personalidad. Con estos elementos se elaboró un discurso rico en contenidos, con diferentes niveles de lectura en función de los intereses, conocimientos y gustos del visitante. El público podía acceder a una sucinta biografía de Lezo en la que se abrían diversas líneas temáticas transversales: la Armada del siglo XVIII; la guerra de sucesión y la política internacional de Felipe V; la importancia de las relaciones comerciales entre España y sus virreinatos enmarcadas en el pensamiento mercantilista y en un régimen de monopolio; los intentos de Inglaterra, Francia y otras potencias por entrar en el comercio americano mediante el contrabando y la represión del mismo por el gobierno español; el estallido de la guerra contra Inglaterra conocida como la Guerra del Asiento o de la Oreja de Jenkins; las fortificaciones de Cartagena de Indias y la batalla de 1741; las relaciones de Blas de Lezo y Sebastián de Eslava; la muerte de Lezo, las razones por las que fue silenciado y olvidado y cómo ha evolucionado esta memoria.
De forma paralela al desarrollo de la exposición, nuestro interés personal por recuperar la memoria de Blas de Lezo nos llevó a apoyar la propuesta del monumento. A medida que fue fraguando la iniciativa y quedó constituida la Asociación y seleccionado el artista encargado de su elaboración, comenzó también la labor de asesoramiento histórico, con el objetivo de que la escultura fuera lo más fiel posible al personaje, a su fisionomía, a sus condiciones físicas, a su personalidad y a su indumentaria sin que por ello la obra perdiera en calidad artística ni en sus cualidades estéticas.
El asesoramiento se ha centrado tanto en la composición de la escultura, condicionada por las lesiones físicas de Blas de Lezo, como en documentar de manera fehaciente la indumentaria, el armamento y la prótesis que llevaba. Para ello, nos hemos basado en fuentes primarias, conservadas en archivos y museos españoles, recopilando imágenes de referencia para el artista, así como un repertorio normativo en el que quedan recogidas las características que reglamentan tanto la indumentaria como el armamento de la época.
Durante todo el proceso creativo hemos estado coordinadas tanto con Íñigo Paredes como con Salvador Amaya, que percibió en nosotras un apoyo a su labor creativa y asumió con voluntad el reto de representar, en un lenguaje plástico, el rigor histórico para combinar con perfección los criterios históricos y los estéticos en un monumento de calidad.
La rapidez con que se ha logrado rescatar del olvido a este personaje es impresionante y refleja hasta qué punto existe interés por conocer nuestra Historia. Una buena prueba de ello es, no sólo, el propio monumento sino el hecho de que los comentarios sobre su inauguración el pasado sábado llegaran a ocupar el sexto puesto en Twitter en España. Una posición que se logró gracias a la labor de la cuenta de la Asociación pro monumento y a la colaboración de las cuentas de la Casa Real, del Ministerio de Defensa y de la Armada Española.
Reflejo también de este creciente interés son las innumerables iniciativas que han surgido, a lo largo del último año, en torno a la figura de Blas de Lezo, entre las que se pueden destacar la inauguración de un monumento en Cádiz, la búsqueda de los restos de Lezo en Cartagena de Indias, la organización de otras exposiciones sobre el marino en Málaga, Tenerife y Sevilla, la constitución de la Asociación Cultural Blas de Lezo, la realización de una figura en cera para la colección del Museo de Cera de Madrid, la colocación de una placa en el Hospital de Santo Tomás de Málaga o la decisión del Ayuntamiento de Madrid de poner su nombre a un colegio en el barrio de Las Tablas. Asimismo, ahora que Blas de Lezo empieza a ser conocido y reconocido, se han organizado numerosas conferencias en diversas provincias españolas y se han publicado varios libros, novelas y comics. La diversidad de iniciativas organizadas sobre Lezo incluyen la organización de concursos escolares de dibujo y literarios, la solicitud de firmas a través de redes sociales para que sea incluido en la asignatura de historia o la solicitud de que se realice una película sobre su vida, junto a la organización de homenajes y misas en su memoria o incluso la realización, para su venta, de pequeñas figurillas.
El interés generado es positivo, pero la abundancia y variedad de iniciativas, todas organizadas con la mejor voluntad y con la única finalidad de contribuir a la difusión de la figura de Blas de Lezo, puede que nos empujen al extremo contrario y pasemos del olvido del personaje a la tergiversación y la banalización de su historia. La falta de rigor histórico y la ausencia de seriedad de algunas iniciativas, pueden arrastrarnos a caer en errores ya cometidos en el pasado: mitificar algunos episodios de su vida atribuyendo a estos hechos tal excepcionalidad que se convierten en protagonistas de los relatos, por encima de la propia figura de Lezo, o atribuirle frases o hechos históricos en los que nunca participó o, si lo hizo, fue de un modo diferente a como se narra.
Sin entrar a valorar todas las iniciativas que se han puesto en marcha a lo largo del último año centremos nuestra atención en las dos más recientes.
La última exposición organizada en Sevilla se presenta como una versión reducida e itinerante de la que se organizó en Madrid y en Cádiz, pero su contenido traza, sin embargo, una biografía de Blas de Lezo carente de contexto histórico y articulada únicamente en paneles gráficos, sin piezas, salvo un par de reproducciones, una escultura hecha en la actualidad y un audiovisual. El mensaje que se transmite ha variado sustancialmente del original. La eliminación de elementos expositivos reduce el discurso, suprime líneas de lectura y la biografía retoma el discurso legendario sobre Blas de Lezo, alejándose de ese punto de partida inicial de ceñirse a su verdadera historia, aquella que se puede verificar en fuentes documentales.
Por otra parte, la reciente inauguración de una placa en Cartagena de Indias, en un intento institucional de que Inglaterra reconozca por primera vez su derrota, podía haber perpetuado un texto desacertado, que reconoce la memoria del agresor. Este hecho ha generado una corriente de oposición que, considerándolo inaceptable, ha llevado a la destrucción de la placa poco antes de que se procediera a su retirada al retractarse el alcalde de su iniciativa.
Que Blas de Lezo sea un personaje de reconocimiento reciente hace que mucha gente sea vea capacitada para hablar de él en diferentes foros, pero, en nuestra opinión, sin el rigor deseable. Todavía quedan por aparecer monografías que se ciñan más, no sólo a su verdadera figura, sino al análisis objetivo de los hechos históricos en los que participó.
La repetición constante de errores e inexactitudes logra hoy una fácil e imparable propagación, gracias a los medios de comunicación tradicionales, y, sobre todo, a internet y las redes sociales. El resultado es la divulgación de una imagen distorsionada de Blas de Lezo. Esta capacidad de difusión no estaba al alcance de las monografías escritas en el pasado y que, en parte, son la fuente de muchas de estas inexactitudes.
Por ello, ahora, más que nunca, es importante insistir en el rigor y desmentir algunas afirmaciones repetidas constantemente sobre Blas de Lezo, que no deberían formar parte de su biografía.
Un ejemplo es el episodio del navío Stanhope. Según las biografías oficiales, en 1710, cuando estaba destinado en Rochefort, se le atribuye la captura de once presas entre las que se encuentra el navío de guerra Stanhope, un navío de gran porte al que captura desde una fragata y en el transcurso de cuyo combate es herido. Efectivamente, en esa fecha está destinado como capitán de fragata en ese puerto de la costa atlántica francesa y durante los años en los que está allí destinado y como él mismo reconoce estuvo ostilizando a los enemigos quitándoles Barias Presas haviendo en este tiempo recibido diferentes eridas.
Suponiendo que una de estas presas fuera el navío Stanhope, en los archivos ingleses no aparece ningún navío de guerra inglés con ese nombre, pero sí existe una fragata mercante, con 20 cañones y 40 hombres, comandada por John Combes, que el 22 de noviembre de 1710 recibió patente de corso. Desconocemos donde actuó esta fragata y si fue apresada. De cualquier modo, si es la que capturó Blas de Lezo, en ningún momento fue en combate desigual, puesto que él también mandaba una fragata.
Asimismo, durante los años que sirvió en el Pacífico, (1720-1728), a Blas de Lezo se le atribuyen también numerosas capturas. Sin embargo, los documentos conservados reflejan que Blas de Lezo en esos años solo apresó dos fragatas francesas, la San Francisco y la Danicant, y no lo hizo en el Pacífico sino en el Atlántico, con ellas llegó finalmente al puerto de Callao en enero de 1720, aunque su salida de España se había producido en diciembre de 1716 con el empleo de segundo comandante del navío Ntra. Sra. del Carmen o Lanfranco, uno de los que formaban parte de la expedición comandada por Juan Nicolás de Martinet. Las dificultades en cruzar el Cabo de Hornos le separan de la expedición, de modo que las presas que tradicionalmente se atribuyen a Lezo son en realidad realizadas por Martinet, que llegó a Callao en junio de 1717 y abandonó el Pacifico en 1719 antes de la llegada de Blas de Lezo.
A Blas de Lezo también se le atribuyen reiteradamente frases de las que, en unos casos, no existe constancia documental y en otros se le adjudican sin haberlas pronunciado nunca.
Dile a mis hijos que morí como un buen vasco, amando y defendiendo la integridad de España y del Imperio… Gracias por todo lo que me has dado, mujer… Ah, pero te ruego que no me traigas plañideras a que giman y den alaridos sobre mi cadáver…; no lo podría soportar… –Y luego murmuró casi imperceptiblemente–: ¡Fuego!, ¡Fuego…! Estas palabras, supuestamente pronunciadas a su mujer en el lecho de muerte, sin duda son conmovedoras y emotivas pero resultan difíciles de creer.
Josefa nunca fue con Blas a Cartagena de Indias. Cuando él abandona España, ella se queda en el Puerto de Santamaría con sus hijos, a los que debía atender, pues el mayor de todos ellos, Blas Fernando, tenía 11 años y Josefa estaba, además, embarazada de su última hija, Ignacia, que nació un mes después de la partida de su padre y a la que este nunca conoció. Seguramente, esta decisión de permanecer en España, esté también condicionada por la mala experiencia vivida con la muerte de su tercer hijo, Pedro Antonio, nacido en Guatemala en febrero de 1730, cuando la familia volvía a España desde Lima. Con toda probabilidad, por las fechas que figuran en la documentación, Josefa abandona su ciudad natal embarazada, en el transcurso del viaje se pone de parto y el niño fallece un año y medio después en Cádiz. Esta dura experiencia vital unida a la obligación de cuidar a sus cinco hijos y a la espera de un nuevo vástago, permiten comprender que Lezo decidiera irse solo, máxime cuando pensaba regresar pronto. Por la correspondencia mantenida con sus amigos a los que encomienda el cuidado de su familia sabemos que el reencuentro con su familia nunca se produjo.
Otra de las frases que incesantemente se atribuyen a Blas es la de Señores, para venir a Cartagena es necesario que el Rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque ésta sólo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres, lo que mejor les hubiera estado y no emprender conquistas que no puede conseguir.
Por la referencia documental que hemos encontrado, esta frase le corresponde a un oficial de el Galicia llamado Juan Domingo Ordozgoiti, prisionero de los ingleses, que la pronunció al final de la batalla de Cartagena, durante el canje de prisioneros.
Una vez que se ha logrado el reconocimiento público del valor de Blas de Lezo y de la trascendencia que tuvo para el devenir, tanto de España como de los Virreinatos americanos, la victoria española sobre las fuerzas británicas al mando de Vernon en la batalla de Cartagena de 1741, tenemos pendiente un nuevo objetivo, que estos hechos históricos se estudien y se aprendan en los textos educativos. Pero para lograr este reto es fundamental que el rigor histórico presida cada afirmación de su biografía. No necesitamos construir un mito de Blas de Lezo para reconocer sus méritos.
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