La de los cazatesoros es una industria local típica de Florida, consentida y alentada durante las últimas décadas. Es la perversión del sueño americano y aquí la venimos denunciando desde hace mucho tiempo. Es solo un ejemplo de lo que hacen decenas y decenas de empresas cazatesoros con los restos del Patrimonio Cultural Subacuático de origen hispano. Es un registro histórico incomparable, parte de la historia americana tanto como de la española. Es un lazo común que nos une y que, sin embargo, allí tratan así. Causa escalofríos ver la “zarpa” del cazatesoros escarbando después de ver un brillo de oro en el fondo somero, extrayendo entre gritos ahogados su preciado botín: un relicario de oro perdido con los barcos de la flota de 1715. No dejen de verlo y dígannos si un patrimonio de tan alto valor merece este tratamiento:
Los autores de este atentado contra todas las sensibilidades culturales de la humanidad son una familia, los Schmitt, de los que ya hemos hablado en este blog. Viven de su pequeña empresa extractora de los restos de la flota de 1715. Borran toda la información que los objetos pueden conservar, su localización y su estado. Todo eso, en manos de arqueólogos sería una fuente de conocimiento que todos podríamos compartir, de la que todos podríamos aprender. Pero el vídeo que han colgado en Facebook, después de anunciar el hallazgo de un relicario de oro, es desalentador. Descorazonador. Es una imagen impropia de un país civilizado, respetuoso con su pasado, una imagen que debería dar vergüenza a las autoridades norteamericanas como avergüenza al mundo académico.
¿Debemos tolerar que siga ocurriendo? ¿Debemos callarnos ante la obscena exhibición de este expolio continuo? Creo que para EEUU la historia merece otro tratamiento, los objetos culturales no pueden arrancarse así del fondo. Y una industria tan destructiva debería dejar de enorgullecer al americano medio. Esto no es el cumplimiento de un sueño, el premio al tesón y el esfuerzo. El tesón y esfuerzo de quienes estudian la historia es mucho más meritorio y se encuentra en las antípodas de estas prácticas dañinas. Y sobre todo, no es el cumplimiento del sueño de aquellos que murieron en el naufragio, cuyos restos merecen mejor destino y estudio y han permanecido en el mismo lugar que ese relicario durante 300 años.
No, la leyenda negra no se sostiene ante estas imágenes. La sed de oro, si es achacable a alguien, es a las personas que se lanzan al agua para rebuscar sin cuidados arqueológicos ni con fines de compartir conocimiento. Solo por el oro. La hispana del XVIII no era una sociedad tarada moralmente que merezca este expolio. Más tara hay detrás de estas imágenes que ni siquiera se preguntan qué hacen ahí esos objetos y cual es su destino. Solo vale el origen, y el valor de mercado.
Es realmente triste tener que volver a publicar algo sobre esta familia que muestra sin cuidado un comportamiento tan incívico. Con la historia y con el presente. Porque solo desde el presente podemos entrar con cuidado en los restos de la historia, para conocernos mejor. Pero aquí, la historia se escarba, se borra y se olvida. Todo por el oro... Las imágenes valen más que mil palabras, pero hay otras miles que podríamos seguir diciendo, lamentando la supervivencia de la industria más destructiva de la cultura, que está sometiendo el registro histórico hispánico a un genocidio cultural.