Como ya adelantó ABC, España acudirá este mes de agosto, ocho años después del expolio de Odyssey Marine Exploration, a comprobar el estado del yacimiento de la fragata Nuestra Señora de las Mercedes. Lo hará en una misión exclusivamente española con la colaboración del IEO, que aporta sus medios técnicos, y el Ministerio de Cultura.
Entre el 18 y el 24 de agosto, el buque oceanográfico Ángeles Alvariño. Dotado de la más alta tecnología, posicionamiento dinámico (capacidad para estar detenido sobre unas cordenadas concretas a pesar de las corrientes y el viento), y un equipamiento que incluye sondas multihaz (Ecosonda Científica Multihaz de Investigación pesquera MS70, y también Ecosonda Multihaz EM 710 y Perfilador paramétrico de Fondo TOPAS PS 18).
A ello habrá que sumar el ROV Liropus 2000, así bautizado por la especie de crustáceo de cueva descubierto por científicos españoles y que puede operar sin riego a 2.000 metros de profundidad. Aunque puede llegar hasta 3.000, para la misión Mercedes solo es necesario bajar a una profundidad de 1.100 metros, que es a la que se sitúan los restos de la fragata hundida en 1804.
El Liropus 2000 es un modelo SuperMohawk de Sub-Atlantic, que posee 6 motores, cinco cámaras (una HD y otra para trabajar sin apenas luz), dos brazos hidráulicos para la toma de muestras sólidas, líquidas y gaseosas, entre otras características. Su centro de control se embarca en un contenedor sobre la cubierta, haciendo más sencillas las operaciones de exploración y toma de muestras del ROV sin interferir con el resto del equipamiento del buque.
Todo empezará en Vigo entre el 9 y el 14 de agosto, donde los técnicos del ROV podrán hacer una serie de pruebas previas en aguas gallegas hasta la puesta a punto del equipo para el fin que tienen que investigar. De allí, está previsto que el Ángeles Alvariño viaje hasta Cádiz, adonde llegará el día 17. Embarcará en la capital andaluza el resto del personal científico y partirán entre el 18 y el 24 hacia el lugar, a unas 30 millas de la cosa portuguesa de Faro, donde Odyssey afirma que localizó el pecio con 17 toneladas de plata y otros restos.
Durante la misión recabaran toda la información posible sobre el daño causado por la intervención “no científica” (si seguimos el eufemismo utilizado en el Ministerio de Cultura) de Odyssey. Se harán barridos con las sondas multihaz y perfiles del fondo con el TOPAS para elaborar la batimetría en alta resolución y analizar la batimetría de detalle y geomorfología del fondo marino en la zona del pecio y alrededores. También se hará observación directa de alta resolución del fondo empleando el Liropus 2000, equipado con cámaras de vídeo HD que permitirá la obtención de imágenes de vídeo HD del pecio y de los daños causados.
Por último el Liropus 2000 será conducido a algunos transectos que revistan alguna singularidad. Allí se procederá a la “recogida de muestras de la zona, en el caso de que sea técnicamente posible, de acuerdo con los principios establecidos en la Convención de Patrimonio Cultural Subacuático y bajo la dirección de los técnicos del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte”. Es decir que se utilizará el método científico de intervención acreditado por la Unesco.
Esta ética pública y arqueológica es muy importante, no son solo palabras, sobre todo a sabiendas de que el expolio realizado en 2007 fue también una ofensa sobre una tumba de marinos españoles, conducida por el ánimo de lucro y con una falta de escrúpulos a la hora de remover los metales preciosos difícilmente explicable si no fuera por la falta de ética científica de quienes hicieron aquella dañina intervención y luego llevaron de contrabando la carga a EE.UU.
El personal científico estará liderado por Iván Negueruela, arqueólogo y director del Museo Arqua de Cartagena, que ha sido nombrado director de la misión por el Ministerio de Cutura. A él se suman dos arqueólogos más, dos técnicos del Arqua, los tres técnicos del ROV, cuatro del IEO para el resto del equipamiento científico del barco y un pequeño equipo de filmación, además de un representante del Museo Naval. Y claro hay que sumar los 14 tripulantes del Ángeles Alvariño.
Estas 28 personas serán las encargadas de ofrecer luz sobre lo ocurrido en mayo de 2007 cuando Odyssey expolió el pecio de la fragata Mercedes mientras trabajaba en aguas españolas con diversos permisos, el último de marzo de 2007 extendido por el Ministerio español de Asuntos Exteriores y Cooperación. Hasta ahora España no ha podido aportar argumentos incontestables para evitar que el relato dado por Odyssey fuera la única narrativa basada en conocimiento exacto del lugar del expolio. De ahí que -después de 8 años de incomprensible inacción- haya que aplaudir esta iniciativa. Bien está lo que bien acaba.
Por fin podrán comprobarse detalles sobre en qué estado quedó el yacimiento, que es patrimonio español, inviolable por ser un buque de Estado, y del que no sabemos nada salvo lo dicho por los cazatesoros, a los que el juez Merriday de Tampa acusó de mentir constantemente y mantener mala fe durante todo el proceso judicial en el que España venció gracias al buen hacer del abogado James Goold, en un juicio en el que se volcaron los responsables de archivos del Ministerio de Cultura pero que contó con aportaciones singulares y decisivas, entre ellas las de Hugo O’Donnell y José María Lancho, nunca reconocidas públicamente por el Estado (y es una mancha que pende aún como uno de los puntos oscuros de nuestra historia reciente, aunque también podría extenderse a otras muchas personas que documentaron las acciones de Odyssey y advirtieron de su amenaza en aguas españolas, durante los 7 años en los que se les permitió navegar y probar equipos en el Estrecho, casi siempre en aguas españolas.
Entre las incógnitas está si Odyssey no mintió acerca del lugar exacto del yacimiento o si solo retiró monedas o también los cañones y otros objetos que pudo no mostrar en sus vídeos. El acuerdo de confidencialidad al que obligo a España impidió que en el juicio de Tampa se tratase el asunto de los medios técnicos ni la metodología empleadas -las bases del expolio-, sino solo de la propiedad de la carga extraída, que resultó ser, con victoria judicial en todas las instancias, claramente española.
Hay un último apunte interesante. Este barco, el Ángeles Alvariño, fue por cierto el que molestó a primeros de julio a las autoridades gibraltareñas por su presencia en las inmediaciones del Peñón cuyas aguas se arrogan en contra del tratado de Utrecht. El barco desarrollaba su actividad de investigación biológica y en Gibraltar se sulfuraron al verle cerca de la costa. Pero hay cierta justicia poética en que sea éste el barco elegido para la misión a la Mercedes, sobre todo sabiendo que las mismas autoridades del Peñón, tan sensibles en este caso, no dijeron ni mu cuando prestaron su aeropuerto al contrabando de las monedas de la Mercedes, ya que Odyssey fletó dos aviones para trasladarlas a Tampa, Florida, incumpliendo inculso la ley gibraltareña y británica que obliga a informar de cualquier material arqueológico en el puerto al Receiver of Wreck y no se hizo. Por no hablar de la diferencia de valoración de las monedas en el Custom del aeropuerto “de utilización conjunta” y el monto declarado en Tampa a su llegada.