Cuéllar no murió en Flandes poco después de escribir la carta, continuó sirviendo como capitán de infantería en casi todos los escenarios bélicos europeos de la época hasta finales de siglo. E incluso cruzó el Atlántico en ambos sentidos a bordo de galeones para transportar la plata de Indias. No era la primera vez que iba a ultramar: había estado con Diego Flores de Valdés en el estrecho de Magallanesy Brasil en 1583. El mismo nos decía en sus memoriales que «he sido soldado de su majestad desde la edad y tiempo que lo he podido ser»…Y si. Sobreviví a aquella pesadilla en aguas Irlandesas. Aquella de la que prefiero no hablar. Ni recordar. Aquellas de aguas irlandesas.
Las tormentas siguen despedazando a las naves de la Invencible siglos después. Historias y maderas sumergidas.
“Urgent action needs to be taken at streedagh Co. Sligo or else valuable historical evidence will be lost forever. Armada wreckage is clearly visible in contemporary map -climate change will now destroy it unless action is taken”. H .Morgan. Irish Times. Febrero 2015
Los descubrimientos (de los restos de madera desperdigados por la playa de Streedagh) subrayan la fragilidad de los restos del yacimiento arqueologico, descrito por los historiadores como “uno de los mejores sitios arqueológico para este momento de la arqueología marítima en el mundo”. 25 Febrero 2015. Donal Gilroy. GADA
“Y no pudiendo doblar el Cabo de Clara, en Irlanda, con mal temporal que sobrevino por la proa, fué forzado venir á tierra con estas tres naos, que, como digo, eran grandísimas, y dar fondo más de media legua de la tierra, donde estuvimos cuatro días sin proveer nada, ni aun lo podían hacer, y al quinto vino tan gran temporal en travesía, con mar por el cielo, de suerte que las amarras no pudieron tener ni las velas servir, y fuimos á embestir con todas tres naos en una playa llena de arena bien chica, cercada de grandísimos peñascos de una parte y de otra, cosa jamas vista , porque en espacio de una hora se hicieron todas tres naos pedazos, de las cuales no se escaparon 300 hombres, y se ahogaron más de mil, y entre ellos mucha gente principal, capitanes, caballeros y otros entretenidos”. Carta de Pedro de Cúellar a Felipe II tras sobrevibir a los terribles naufragios de la armada en las costas de Irlanda
El Museo Nacional y la Dirección de Patrimonio del Consejo del Condado de Sligo fueron notificados la semana pasada de urgencia, no será la primera vez que los responsables de cultura Irlandeses pisarán las playas de su país para ocuparse y preocuparse por patrimonio submarino. El motivo, el repentino encuentro en las playas Irlandesas de restos de los pecios de la Gran Armada, patrimonio cultural submarino de origen hispano. Y no de cualquier cosa, nada más y nada menos que de uno de los acontecimientos más navales más importantes de nuestra historia. Una historia bien conocida desde la bibliografía, y que el gran marino y tristemente fallecido Jose Ignacio González-Aller, ex director del museo naval lo deja bien claro con su investigación y equipo del museo naval de Madrid, la del extenso y detallado corpus documental recientemente publicado de la felicísima armada. Una historia profundamente estudiada desde el sector naval, pero completamente desconocida desde la arqueología. Fueron meses de conversaciones y debates sobre aquellos naufragios con el egregio marino e historiador.
Pues bien parece que los fuertes temporales de los dos últimos años en las costas del Mar del norte, han arrastrado desafortunadamente a la playa más restos arqueológicos que en los últimos cuarenta años atrás. Y es cosa preocupante esto de los temporales y como afecta al material arqueológico submarino toda la remoción por la fuerza de la mar del yacimiento. El ir encontrando en aquellas playas de guijarros y nubes plomizas, restos arqueológicos aquí y allá, ha preocupado lo suficiente a los historiadores locales, ciudadanos de Sligo (en donde se va a emplazar en un futuro inmediato un centro de interpretación sobre los naufragios de la invencible) y especialmente a los arqueólogos naúticos. Sin ir más lejos, el año pasado apareció un timón, una pieza de la estructura naval del yacimiento que ya de por si tiene una gran importancia para la arqueología y su lugar en el momento de la excavación del yacimiento. Y aparecía allí, varado en la playa, tras otro de los temporales que empujan a la historia y a las maderas con sabor a mar, a la playa. La dimensión del timón era de 20 pies de longitud, no era cualquier cosa. Para colmos, las mareas bajas programadas por los servicios de metereología para este fin de semana, exponían los restos arqueológicos a una menor aún profundidad. El hundimiento de estas naves se encuentran muy cercanas a la costa y a poca profundidad, en torno a 15 metros, por lo quedan irremediablemente expuestas a un importante daño de la dinámica del litoral, los rompientes de las olas y las corrientes marinas. Como si se tratase de la canción de los “duros de Cadiz”, entre batiente y rompiente, la mar atizando al yacimiento y llevan siglos. La localización del pecio se encuentra en la pleamar y el daño antrópico es desgraciadamente sobresaliente. Esta cuestión, que si ocupa y preocupa a los arqueólogos y curiosos de la zona. ¿Como no se interviene arqueológicamente, excavando íntegramente las naves que se encuentran en peligro de destrucción o expolio?. En España el galeón de Ribadeo es otro buen ejemplo de esta triste situación de estas naves de época moderna.
Fotos de arriba. Maderas arrastradas por las tormentas en la última semana de Febrero del 2015. Pertenecen a los pecios y a la arquitectura naval de los pecios de la conocida como “Streegdagh Armada”, es decir, según las fuentes documentales; La Juliana, Lavia y Santa María de la Visón.
Los yacimientos de la “Streetdagh armada“, que es como se conoce a los restos de los tres navíos de la flota de Felipe II; La Juliana, la Santa María de la Visón y la Lavia, fueron testigos de una de las epopeyas más señaladas de todos los naufragios que se dieron entre las altas tierras escocesas e Irlandesas. Lo acontecido allí, como veremos, fue todo un hito histórico para la historia naval de Europa. Para España, una historia terrible. Lo ha contado maravillosamente, desde el conocimiento y los hechos, el erudito Jose Luis Casado Soto , entre otros. Desde la narrativa, con ese intenso; “No sé a ustedes; pero a mí, ese relato de hace cinco siglos me estremece como si fuera de hace cinco días. Empañan los ojos esos infelices perdidos en tierra hostil”, de la pluma, la de Pérez Reverte, en su relato “una carta de 1588”. Pero como en esto de espejo de navegantes consiste en contar nuevas y viejas historias, me van a permitir contar una que viene a colación. “Los naufragios de la Felicísima armada -siempre la llamaba por su nombre-, en las costas Irlandesas fue una de las peores pesadillas que he podido investigar en mi vida”. Las palabras eran del contralmirante José Ignacio González-Aller, sonaban graves, caían a plomo hasta estremecer. Y lo peor, no exageraba Sisño ni un ápice. Como suele ocurrir en muchas de las historias y tragedias marítimas, la ficción supera a la realidad. Las maderas nobles que revisten hoy en día la sala de juntas del patronato del Museo Naval de Madrid fueron testigos de aquellos días en los que tuvimos la suerte de repasar uno por uno, todos los naufragios de la Gran Armada. Escuchar la historia viva, esos relatos que el ex director del Museo Naval, desgranaba de los miles de legajos históricos que en mano, leía detenidamente con su voz y su tono inconfundible, eso es algo inolvidable. Adentrarse en cada uno de los pecios, en su posible carga, en sus singularidades, en las figuras de sus capitanes y oficiales. En el, y que pudo pasar después, con la intensidad con la que la vivía y transmitía aquel marino, fue toda una enseñanza. Al trasladarnos a aquellas aguas frias y grises de aquellos días de Septiembre de 1588, a aquellas playas salvajes y solitarias del litoral Irlandés evocamos un episodio que merece la pena ser recordado desde espejo de navegantes, máxime cuando además nos encontramos que aquellos yacimientos están sufriendo el daño de los temporales marinos en la actualidad sobre sus propias maderas y van a seguir siendo noticia, me apuesto con ustedes lo que quieran, durante los siguientes meses y sucesivos años. En aquella flota iba lo más granado de España. Tanto en personas como en barcos y materiales. La preparacion que tuvo la flota durante años en Lisboa, nos hace una idea de mucho de lo que está bajo aquellas aguas.
Jose Ignacio González-Aller, tras la vitrina de la Carraca del siglo XV en el vestíbulo principal de los Austrias y los episodios de la invencible en el Museo Naval de Madrid. Abajo. Fotografía actual de la Playa de Streegdagh. Hoy desnudas y con su característico cielo plomizo durante los meses otoñales e invernales. En el momento de los naufragios de la invencible, estas playas estaban repletas de cuerpos yacientes procedentes de las tres naves Españolas que naufragan a escasos metros, en la bahía enfrente misma.
21 de Septiembre de 1588. Arrastrados a un lugar sin nombre, a un lugar llamado…Streedagh
“Y desde allí me puse á mirar tan grande espectáculo de tristeza; ahogarse muchos dentro de las naos, otros en echándose al agua irse al fondo sin tornar arriba; otros sobre balsas y barriles y caballeros sobre maderos; otros daban grandes voces en las naos llamando á Dios ; echaban á la mar los capitanes sus cadenas y escudos; á otros arrebataban los mares y de dentro de las naos los llevaban…”.
“Hacerme ni qué medio tomar, porque no sé nadar y las mares y tormentas eran muy grandes, y por otra parte la tierra y marina llena de enemigos que andaban danzando y bailando de placer de nuestro mal, y que en saliendo alguno de los nuestros en tierra, venian á él doscientos salvajes y otros enemigos y le quitaban lo que llevaba hasta dejarle en cueros vivos y sin piedad ninguna los maltrataban y herían, todo lo cual se veía muy bien de los rotos navios, y no me parecía á mí nada bien lo que pasaba en una parte y otra“
La misma fotografía para comparar en dos imágenes diferentes. El identificable monte Binn Ghulbain, que tuvieron que ver las naves hispanas al fondo de la estampa. En la primera, la imagen de un temporal parecido al que tuvieron que soportar allá, por Noviembre de 1588.
Dos grandes párrafos, de un relato que ocurrió hace 426 años en el mismo lugar que disponemos en las fotos de arriba. Precisamente en esa playa que contiene un día soleado hace unos días, y que contrasta con esa misma foto, en la que podemos observar lo que pudo ser un temporal parecido al que tuvieron que sufrir las tres tripulaciones de las naves españolas, según los datos que manejamos desde el punto e vista metereológico, auténticas tormentas huracanadas que harían palidecer a cualquier marino experimentado de la actualidad. Y como las grandes historias humanas, por su contenido, siguen hoy plenamente vigentes, no solamente tienen que traernos sus maderas su recuerdo. En términos históricos y legales, todo aquel patrimonio que por naturaleza tiene valor histórico, tiene valor arqueológico. Aquellas maderas, aquellos restos de cerámica, cuadernas, esloras y timones. Aquellos cabos, velámenes, sacres, toneles y armones de artillerias. Espadas, fíbulas y cruces de Santiago. Todo aquella arqueologa transpira historia y están saliendo a la luz sin metodología arqueológica. A las bravas, por la acción del mar. Y muchas de estos fragmentos de la historia son completamente desconocidas y posiblemente no serán conocidas nunca porque, si no lo evitamos, si no hemos llegado tarde ya, se destruirán para siempre. En palabras de Belén Martinez, bien conocedora del patrimonio subacuatico español, desde el ambito de gestión y el derecho. Los pecios, en atención a los mismos como bien a proteger, tienen un número finito, son un bien patrimonial limitado. Precisamente por lo limitados que son, por su singular importancia, el que un pecio, con sus maderas, aparezca destruyéndose poco a poco por la acción de la mar cada día…
Portada inglesa contemporánea de Medina Sidonia. Ilustración con un galeón portugués en la armada.
La de Cuéllar, relató que hemos señalado convenientemente, se descubrió practicamente por casualidad en la Real Academia de la Historia Española en el siglo XIX, y como nos recordaba Perez-Reverte, merece la pena ser recordada. Pues bien. La Lavia, la Juliana y la Santa María de la Visón son tres naves Españolas, que si bien no merecen que sus restos se desparramen tormenta tras tormenta por la zona, menos aún merecen el olvido. Y la historia de Cuéllar, comenzó precisamente desde el minuto 0, con el hundimiento de la nave que lo transportaba. Como ocurria hasta hace poco con la historia del capitán de navio, Francisco de Cuéllar. Ese olvido acompaña desgraciadamente a los socios de la Invencible, salvo las honrosas excepciones, del notable, diría sobresaliente interés mostrado únicamente por Colin Martin, arqueólogo de la Universidad de San Andrews (que desde la década de los setenta ya hablaba de la importancia de los mismos, y con denodado esfuerzo -da susto ver como se sumergían Mike Stewart y Cris Oldfield con unas lanchas de apenas tres personas en las agitadas aguas del blasket sound) y en la actualidad sobe el proyecto del San Marcos y el San Esteban, el arqueólogo John Tracey. Aparte de estos dos arqueólogos y sus respectivos equipos británicos, apenas nadie más ha demostrado con hechos, su interés por aquellos yacimientos arqueológicos. El deseo de intervenir arqueológicamente, documentar, para luego poner en valor, sobre los mejores pecios que pudo reunir Felipe II, allá por 1588, no han sido suficiente reclamo en los últimos 50 años de arqueología subacuática. Ni que decir que la Invencible desde el punto de vista arqueológico, tampoco le ha interesado demasiado a nuestro país, herederos históricos y de pabellón de sus pecios. Nunca se ha realizado nada sobre los mismos. A pesar como hemos visto, de encontrarse las naves localizadas, apenas a unos metros de las playas, lo cual hace posible su fácil reconocimiento e inmersión sobre los mismos. No debe ser motivo suficiente para atraer el interés sobre las mismas. Hasta que se destruyan irremediablemente, porque la acción de la mar, con sus temporales, como estamos viendo~ aconsejarían con el manual de la UNESCO en mano, su rápida actuación sobre estas-. A saber en que estado se encuentran después de siglos de olvido y por supuesto, de temporales. Y la cuestión es que, a pesar de la importancia histórica y arqueológica, a día de hoy, y a pesar de ser en ocasiones repetidamente expoliados (célebres son los restos de la Girona que fueron “excarvados” por Stenuit) no han sido objeto de una excavación sistemática, integral y científica. Y ya es hora.
El equipo de Colin Martin trabajando sobre los pecios de la invencible en los años 70. La foto de arriba se ve al equipo antes de realizar los trabajos de inmersion. Y abajo, una curiosa fotografia en la que se puede observar la dureza en la que tenían que trabajar estos arqueólogos y buzos. Para empezar en las aguas frías de Escocia. Para terminar, en las aguas turbulentas del Blasket Sound. En la foto, Mike Stewart y Chris Oldfield, esperan a que se calme el agua antes de sumergirse.
Y mira que subraya Geoffrey Parker, en su última edición de la “Gran Armada“, el interés que supondrían conocer para la ciencia con mayor exactitud que albergaban, y como partieron para la conquista de Inglaterra, y con que ideas aquellas naves cargadas con la última tecnología de la corona de España. Lo reclaman lógicamente los historiadores. Y se lo reclaman a la arqueología. Como también lo reclama, la Convención sobre la protección del patrimonio cultural subacuático, que determina y subraya la importancia de proteger y conservar los yacimientos que se encuentren en peligro de destrucción. Todos los países del mundo culturamente desarrollados, que poseen pecios naufragados por el mundo, se ocupan y se preocupan por sus pecios históricos. Máxime cuando sus historias submarinas, hablan nada más y nada menos que del nacimiento y el desarrollo de las naciones en época moderna . Desgraciadamente las maderas de la invencible, como ha ocurrido en este caso, terminan varadas en una playa desconocida, como también terminaron varados los centenares de cuerpos de marinos y soldados españoles que se ahogaron en aquellos aciagos días y que incluso pueden ser objeto de estudio en el cuidadoso proyecto “San Marcos” de Tracey. Como las historias que dejan de contarse. Esto da lugar a varios debates interesantes sobre la preservación, la intervención arqueológica y la atención que merecen estos pecios cuando la acción de la mar, por la pleamar y la cercanía a la costa, con su dinámica del litoral, despedazan estos fragmentos de la historia. Atendamos a las realidades físicas de estos pecios. Las coordenadas de la arqueología son vitales para hablar sobre el diagnóstico de la cuestión. Sligo Bay puede ser definida como un área entre los cabos de Aughris y Raghly Point, desde nuestra investigación como arqueólogo la conocemos bien. La distancia de las bahía es de aproximadamente unos 9 kilómetros. En su interior, tres puntos característicos Ballysadare Bay, Sligo Har bour y Drumcliff Bay, que en determinados momentos, al ser una importante planicie, con la marea baja dejan al desnudo buena parte de sus fondos y sus roquedos. También de sus pecios. Tal y como han declarado en el Irish Times, así como diferentes arqueólogos y profesionales ; “Estamos preocupados por el estado actual de las naves de la Streetdgagh. Hay que ver como se han dañado y habría que realizar un estudio y una prospeccion para ver en que estado se encuentra actualmente”. Al fin y al cabo es un patrimonio de la humanidad, y para los habitantes de aquel territorio, un importante reclamo cultural y turístico. Sencillamente se trata de protegerlo convenientemente.
Dos imágenes de los sónares y batimterías de la zona de Sligo. INFOMAR supone en el caso Irlandés, el estudio pormenorizado del fondo del lecho de aquel país en el que se encuentran al menos localizados los pecios hispanos de la invenciblke, junto a centenares de restos de navíos de otras épocas, de los que en España es bien conocedor por sus estudios en profundidad del asunto en Irlanda, Don José María Lancho.
Anatomía de las maderas de la Santa María, Santiago y Santa Clara, alias La Juliana.
Vayamos a por una de las naves que se encuentra frente a la playa de Streegdah. Echémosle un vistazo pos simple curiosidad Para hacernos una idea con que nos encontramos. Construida en 1571, La Juliana dio a parar muy lejos del lugar en el que sus maderas fueron construidas. Posiblemente Ragusea, como también le ocurría a la Santa María de Visón, su sabiduría y su arquitectura naval estaba hecha para el Mediterráneo, no para aquellos salvajes temporales de ola profunda del mar del Norte. “Sveti Jakov od Galicije” en el momento de su bautismo. Las dimensiones del yacimiento arqueológico quedan claras y bien delimitadas por la documentación histórica. La eslora de la Juliana quedaría en 31,63, mientras que la manga seria de 11 metros y el puntal de 6,67. ¿Se hacen una idea exacta de las medidas de todo este paquete arqueológico sumergido?. En el momento del hundimiento debía montar 32 piezas de artillería, cosa que es a día de hoy seria otra de las cuestiones indicativas para identificar el yacimiento y además de gran valor arqueológico y artístico por la factura de los mismos. A su vez, embarcó dos cañones de batir de 55 y 52 quintales de peso. Se encontraba al mando del capitán José de Pesurin, que era según las actas, capitán el 25 de Mayo, inmediatamente antes de la salida de Lisboa. En dicho Puerto, la gente de la mar a 70 hombres, así como 325 personas como gente de guerra. Pobres, desgraciadamente muchos morirían en aquella lejana playa salvaje. Como resuenan las palabras de Jose Ignacio González-Aller sobre esta cuestión, cuando nos la narró en diferentes ocasiones durante las apasionantes reuniones que pudimos hablar del tema. En toda la campaña de la invencible, siguió los movimientos del galeón San Martín desde la salida de Lisboa el 30 de Mayo de 1588 hasta la dispersión de las escuadras por el temporal del 18 y el 19 de Junio. Junto con la Lavia y la Santa María de Visón, la Juliana quizá se separó del grueso de la armada que regresaba a España, por el temporal del 2 de Septiembre. Seria su muerte. Intermitentemente las tres naves levantiscas, acostumbradas a las aguas del Mediterráneo y no a los empujes del Mediterráneo, estaban completamente desarboladas, zarandeándose de un lado a otro cuando embocaban aquellas bahías desconocidas en los mapas y en las mentes de aquellos marinos. Navegaron en conserva con el que era el mejor y más capacitado líder de la armada. Juan de Recalde. Sin pensárselo y debido al estado en el que se encontraban las naves, penetraron en Donegal Bay (Costa del NW de Irlanda) con objeto de hacer reparaciones y reaprovisionarse. Y así que fueron acercándose a la costa, fondeando finalmente sobre Streedaght Strand, a la vista del puerto de Sligo. “Estando esperando a poder pasar la gente de la Juliana a las demás naos, por irse perdiendo”. Incapaces de aguantarse sobre las anclas, las tres naves serían arrastradas hacia la playa próxima donde su destino no era otro que el de naufraga. Según el relato del capitán Francisco de Cuéllar, que ya conocemos superviviente de la Lavia, en los tres navíos murieron ahogados aproximadamente un total de mil hombres, y se salvarían unos trescientos que en su mayoría serían asesinados por los irlandeses y por la guarnición inglesa al mando de George Bingham.
Los restos de la Juliana serían descubiertos el 4 de Mayo de 1985 por miembros del Streedagh Strand Armada Group. Los resultados de su investigación, un estudio parcial en el que pudieron observar algunas maderas y algunos cañones sueltos, quedaron resumidos en la publicación científica The international Journal of Nautical Archaelogy. Junto con los estudios de Colin, serían los únicos testimonios científicos escritos para la posteridad, de todos los pecios naufragados de la invencible.
“Spanish Dowland”
El Dr. Doug McElvogue se batía bien con los barcos del siglo XVI. No en vano conocía bien el Mary Rose, nave más o menos contemporánea a la flota de Streegdaht. Sus conocimientos sobre los pecios de época moderna en aquellas costas, podría parecer suficiente curriculum para afrontarse a aquellas naves, allá por los años ochenta. Eran tan evidentes los restos de aquellas naves que buscaron fácil y bien, trabajando las fuentes orales sobre el lugar del naufragio. Realizar unas prospecciones, las únicas hasta la fecha, eran casi de obligado cumplimiento. Se incluía en el equipo, al Dr. Jim Burnell de la Universidad de Bangor, así como a la Facultad de Ciencias Oceánicas de la Universidad de Bournemouth. Paola Palma, que también formaba parte del equipo, al ser italiano, dotaba de una considerable experiencia, al conocer la arquitectura y las naves de Venecia, su ciudad natal. Y lo era por una razón bien sencilla, una de las naves bajo las arenas, la Lavia, fue construido en la ciudad de las góndolas. Y allá que se sumergieron. Y con su prospección en la zona , se pudo conocer por fin que se escondía bajo el sedimento y el lecho marino de la bahía. Con su estudio dejarían bien claro la procedencia de unos barcos hispanos que aun no han tenido la suerte de excavarse en el mundo, suponiendo por tanto en la actualidad una magnifica oportunidad de ser investigadas para la posteridad. Y así. De este modo, dispondríamos un honroso 1, en una castilla en la que el O se torna inamovible después de decenios y decenios en los que los cazatesoros son los protagonistas y cuentan lamentablemente esta historia en su casillero.