La Iniciativa Legislativa Popular que desembocó en la abolición de las corridas de toros en Cataluña partió de la presentación en el Parlament de 500.000 firmas de ciudadanos contrarios a la Fiesta. Nadie ha dudado, o por lo menos yo nunca he dudado, de la legitimidad de la votación en contra del espectáculo taurino que tuvo lugar en la Cámara catalana en julio de 2010, como tampoco he puesto en duda la legitimidad de los aficionados al intentar, siempre por método legales, revocar aquella decisión. En esas estamos, con otro medio millón de firmas a punto de entrar en el Congreso de los diputados secundado otra Iniciativa Legislativa Popular, esta vez para blindar la Fiesta de los Toros como patrimonio cultural a nivel nacional.
Medio millón de firmas, y unos miles más, llegarán a la Cámara baja el 23 de marzo para abrir un proceso en el que esperamos el mismo respeto que los aficionados han tenido con la prohibición catalana. Medio millón de firmas, medio millón de razones bajo el amparo de la misma legalidad que tuvieron las que entraron en el Parlament. Ni más ni menos, aunque aquellas fueron siempre acompañadas de una campaña de insultos y vejaciones hacia quienes defendemos la Fiesta. La campaña de recogida de firmas emprendida por la Federación de Entidades Taurinas de Cataluña ha llegado a buen puerto pese a la poca o nula ayuda recibida del sector taurino. Salvo unos pocos toreros -El Juli, Manzanares, José Tomas, El Fundí y los catalanes Serafín Marín, Ángel Lería y Jesús Fernández-, ni empresarios ni ganaderos han movido un dedo para apoyar esta iniciativa. Luis María Gibert encabeza esta marcha que una vez entre en el Congreso abrirá el debate -esperemos que definitivo- sobre la Fiesta. Ojalá llegue el consenso entre los grandes grupos políticos, ojalá. Mientras tanto, es tiempo de esperanza, de soñar con La Monumental otra vez vibrando con un toro y un hombre en su ruedo.
Toros