Ángel González Abad el 20 oct, 2016 Seis años en la resistencia. Seis años de soñar con una pasión heredada de sus mayores. Cataluña vuelve a ser taurina. No es nada nuevo, pese a la intolerancia que se presume por parte de quienes ya la ejercieron en el Parlament en julio de 2010. Entonces, atribuyéndose una potestad que no tenía, la Cámara catalana prohibió las corridas de toros el mismo día en que blindaba los tradicionales correbous en un gesto de profunda incoherencia política. Y es que de la política, de una gran mentira política, surgió el golpe final a la Tauromaquia. El cerco nacionalista impuesto a la Fiesta desde la llegada de Jordi Pujol a la Generalitat hizo de los aficionados unos apestados. La Cataluña oficial, la Cataluña Feliz, no contemplaba entre sus fronteras un espectáculo “franquista y para turistas”, y comenzó toda una serie de restricciones hacia la Fiesta que acabó con el puntillazo final de julio de 2010, claro que para entonces CiU ya se había lavado las manos y dejó para los más radicales de Esquerra la labor. Desde ERC se comparó la Tauromaquia con el maltrato a mujeres, niños y ancianos y hasta con la ablación. Todo un movimiento político sobre el que finalmente se arremolinaron grupos de pretendidos animalistas, que aplicaron la violencia contra todos los que cada domingo de marzo a septiembre acudían a la plaza Monumental de Barcelona, el último bastión de una Cataluña taurina, de la que merced al cerco político fueron desapareciendo las plazas de Gerona, Tarragona, Olot, Figueras… Así, la sentencia del Tribunal Constitucional que tumba la prohibición se enmarca en una situación nada favorable para que vuelvan a celebrarse corridas de toros en la Monumental barcelonesa. El coso, propiedad de la familia Balañá, que posee igualmente un imperio de cines y teatros en la Ciudad Condal, está dispuesto para anunciar una corrida de toros mañana mismo. En estos seis años se ha mantenido como si hubiera estado en activo, otra cosa es que los Balañá se embarquen en esa travesía. Precisamente la laxitud de la empresa de la plaza de toros de Barcelona fue determinante para que la Fiesta fuera perdiendo apoyos en Cataluña. Otra la falta de interés de un sector –empresarios, ganaderos y figuras del toreo principalmente- que nunca dieron el paso al frente para defender la Tauromaquia en esa tierra. Ahora más que nunca, los aficionados catalanes que se han mantenido velando por una pasión durante seis años de libertad cercenada, necesitan sentir el apoyo de quienes desde fuera de Cataluña siempre vieron lo que allí sucedía como algo ajeno. Que vuelva a haber toros en la Monumental depende de esa ansiada unión de un sector preso de intereses particulares, Balañá incluido. Toros Tags BalañáCataluñaprohibiciónTCtoros Comentarios Ángel González Abad el 20 oct, 2016