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Blogs El talón de América por Carmen de Carlos

Cumbres borrascosas

Carmen de Carlos el

Acabo de volver de Mendoza, tierra de vinos y de Julio Cobos. Actual gobernador radical, este señor se ha convertido en candidato a vicepresidente de la peronista Cristina Fernández. Si buscáramos una equivalencia en España, sería algo así como si el PSOE llevara de cabeza de lista a alguien del PP. Difícil del entender, pero cierto.
De paso por los Andes, me hice una escapada a Las Leñas, una estación de esquí fácil de identificar con alguna de esas películas de James Bond de los años 80. Me explico, las montañas nevadas y el desfile de modelos, indistintamente del sexo, es un espectáculo que merece la pena ver, oír y tocar.
Por razones que ahora no vienen al caso, hacía tiempo que no viajaba, ni al interior ni al exterior de Argentina. Como en este lado del mundo los ciclos son a la inversa que en Europa, mientras en España se torraban de calor aquí nos helábamos y nos helamos de frio.
La primera sorpresa de esta pequeña aventura la descubrí en la habitación del hotel: Junto a la televisión un comunicado de la gerencia advertía que, debido a la crisis energética, -esa que para el Gobierno no existe- todos los días habría dos cortes de luz, uno por la mañana y otro por la tarde. No obstante, informaban que las instalaciones estaban dotadas de modernos equipos con generadores propios. O sea, que aunque hubiera problemas no nos enteraríamos.
A los dos días nos quedamos a oscuras. Minutos antes de la penumbra, desembarcó en la recepción un contingente de otro hotel. Ahora no recuerdo como se llamaba el nuestro era el Aries-pero todos tienen nombre de algún signo del horóscopo. Los habían desalojado a tientas y a ciegas porque no había linterna que valiera para su apagón. Juntos, estaríamos cerca de una hora sin corriente. Todo el valle está igual, se justificaban abochornados en la recepción.
Superado ese incidente, una amiga austriaca con la que había compartido habitación, se volvió a Buenos Aires. Como es de rigor, saldó su cuenta (cada una firmaba sus gastos) y se fue volando. El sábado me tocaba a mí volver. Estaba algo inquieta porque la agencia de viajes no me había dado los billetes de regreso de mi hijo él único que esquió de verdad – y míos.
A diferencia de mi amiga nosotros viajábamos en autobús. Un recorrido que dura más de quince horas pero que en clase suite ni te enteras. Fiarse de los aeropuertos de Brasil es una temeridad pero de los de Argentina pese al último radar cedido por España- es, además de arriesgado, una lotería si pretendes salir en hora o en fecha.
A la ida, con mi voucher en la mano, reclamé, como me había dicho mi agencia, al revisor del ómnibus para que me diera los billetes de vuelta. El hombre me echó una mirada de lástima y me remitió a la agencia. De nuevo con el celular (móvil) en la oreja, llamé a mi operador: Carmen, vos despreocúpate, me dijo. Cada vez que oigo esa expresión, despreocúpate, me echo a temblar: sé que tengo un problema.
Llegó el último día y, pese a mis variadas gestiones, yo seguía como el primero: sin billetes y con el despreocúpate en la cabeza. Voy a abreviar porque la historia es eterna. En resumen, al final apareció un señor con su coche particular para llevarnos a San Rafael donde, se suponía, nos darían los pasajes. Llegamos a San Rafael y, como era de esperar, nadie sabía una palabra de los dichosos billetes. A los mendocinos y en general a los argentinos, les da mucha vergüenza ser testigos del maltrato a los turistas. Lo toman como una cuestión nacionalista y en este caso, ese exceso de pudor me vino muy bien. Gracias al bochorno que sintió el último hombre de la boletería (taquilla) al que imploré solución, me dio unos pasajes gratis -aunque los mios estaban pagados- y mi hijo y yo viajamos tan ricamente.
En cuanto a la cuenta de mi amiga, cuando fui a saldar la mía, me habían incluido lo que ella había pagado pero, eso es otra historia… Aunque. es justo reconocer que, después de más de dos horas de negociación, me devolvieron el dinero. A veces los días no son tan malos y las cumbres menos borrascosas de lo que parecen.

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