Ahora resulta que el sastre que apuntaba ayer contra Camps en El País ni es sastre ni es testigo. Es vendedor, afirma Federico Trillo, con información de la empresa para la que trabajaba el supuesto sastre. Y lo que es más importante, tampoco es testigo de Garzón, sino imputado en la causa. Lo que profundiza aún más este despropósito judicial de intentar imputar por corrupción a un líder del PP por un supuesto regalo de 12.000 euros.
Y es que es el importe del regalo lo que me interesa especialmente de este asunto. Por lo dignos y exigentes que se han puesto una buena parte de los políticos y periodistas españoles, además del propio Garzón, por lo que consideran el sospechoso, antiestético o impresentable regalo de Camps. Sobre Garzón, sabemos lo que cuestan sus cacerías, cuyo pago aún no ha probado, o las astronómicas cifras pagadas por esas conferencias en las que relata cómo persigue a los poderosos como Camps.
Sobre los políticos, me encantaría que pudiera tirar la primera piedra el político de primera fila que no haya recibido regalos, sean vacaciones, viajes u objetos de valor, por un valor de 12.000 euros o mucho más. Y sobre los periodistas, hay muchos en España cuyos regalos, recibidos, quiero decir, hace tiempo que superaron la cifra de los famosos trajes. Que los investigue a todos Garzón, empezando por él mismo, que se denuncien todos los regalos, y entonces comenzaré a creer que la operación Gürtel-Garzón y el ensañamiento con Camps no es una operación política con un traje judicial confeccionado por Garzón.
Corrupción