“Sensación de impunidad” es la idea que destaca en el análisis de las 7 claves del caso Urdangarín de Pablo Muñoz en este periódico tras la imputación del duque de Palma. Corresponde a la valoración que hacen los investigadores de las numerosas y llamativas chapuzas de los responsables de Nóos, Iñaki Urdangarín y Diego Torres, en la justificación y documentación de sus negocios.
Esa sola idea deja la apelación a la presunción de inocencia en una situación bastante precaria, por mucho que algunos hayamos insistido en la defensa de la presunción de inocencia en varias ocasiones, yo misma en este lugar. Aún más cuando las explicaciones de Urdangarín ante las abrumadoras acusaciones son, por el momento, inexistentes. Lo único relevante que dijo hace unas semanas fue que la Casa del Rey no tiene nada que ver con “sus actividades privadas”. Lo que también parece muy claro a tenor de todo lo conocido sobre el escándalo.
Pero lo que sí ha habido es, lamentablemente, una descarada utilización de la Casa Real por parte de Urdangarín para llevar a cabo sus millonarios negocios privados. Es el otro lado de este asunto, la historia de la ambición desmedida del campeón de balonmano que conquistó a la hija del Rey.
El escándalo tiene, al menos, una faceta positiva para nuestras instituciones, incluida la propia monarquía. Demuestra, como ya dijo el Rey en su discurso de Navidad, que la justicia es, en efecto, igual para todos. Y pone de manifiesto que la Monarquía esta sometida a los controles de la legalidad como el resto de las instituciones democráticas.
Corrupción