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Blogs Crónicas de un nómada por Francisco López-Seivane

Uzupis, la república utópica

Uzupis, la república utópica
Francisco López-Seivane el

Es la república más pequeña del mundo, apenas un barrio al otro lado del río Vilna, cuyo curso dibuja caprichosamente en ese punto la letra griega omega. “Nos envuelve el río por tres partes, pero contamos con siete puentes que nos unen al resto del mundo”, me dice Algimantas, un hombre de 58 años y aspecto más bien conservador que pasa por ser el Director General de la TV de Uzupis, “además de cámara, guionista, presentador y mensajero”, puntualiza (aquí pueden ver algunos de sus reportajes).  Aunque la utopía de este viejo barrio de la capital de Lituania parece una broma, la ‘república’ tiene su propia constitución, su himno, un parlamento, una bandera (en realidad cuatro banderas, ya que cambia el color con cada estación del año) y un puñado de ciudadanos orgullosos de vivir allí.

Algimantas, director de la TV de Uzupis, ceramista y broker, en su taller/ Foto: F. López-Seivane

El ‘parlamento’ es la terraza de un bar, una amplia plataforma de madera sobre las aguas del Vilna. Allí se reune el gobierno todos los lunes para debatir asuntos de interés ciudadano. “Es el único parlamento del mundo donde se puede beber cerveza”, me aclara orgullosamente Algimantas. Unos metros aguas abajo se levanta, en un umbroso soto, la ‘Galería’ en la que exponen todos los artistas del lugar, una casa de dos plantas con las paredes pintarrajeadas, de la que hubo que desalojar a unos okupas. Frente a ella, un puente peatonal cruza el Vilna para estrellarse en el talud de enfrente. Cualquiera diría que se trata de una pasarela absurda, pero para los ciudadanos de Uzupis es un símbolo del mundo de las drogas: un camino que no lleva a ninguna parte.

Parlamento de la república sobre el río Vilna/ Foto: F. López-Seivane

La entrada principal a la república libre de Uzupis (Uz es una preposición que quiere decir ‘al otro lado’, pero también ‘a favor’) es un pequeño puente, cuyos forjados están llenos de candados del amor. Todos los años el 1 de abril se celebra en Lituania una fiesta equivalente a nuestro Día de los Inocentes. Lo llaman el Día del Pescado y fue el día elegido para declarar la independencia de Uzupis en 1997. Desde entonces, en tal ocasión, la frontera del puente se cierra y ciudadanos disfrazados de estrafalarios policías exigen el pasaporte a todos cuantos lo cruzan en un ambiente de fiesta y chirigota. A eso se reduce la república de Uzupis, a una broma, una utopía infantil, un entretenimiento de ‘intelectuales’ contraculturales que, sin embargo, se lo pasan en grande organizando cuchipandas y fiestorras. Y encima, para su sorpresa, se ha convertido en un nuevo atractivo turístico en la ciudad de Vilna.

[Relacionado: Micronaciones, los países más extraños del mundo.]

Una vez cruzado el río, sin embargo, nada distingue a la república de Uzupis de un barrio normal, excepto el mural donde figura su ‘Constitución’, escrita en veinticuatro idiomas, algunas paredes llenas de grafiti y los personajes que uno se cruza por las calles: barbudos de pelo largo, tipos extravagantes que quieren dejar bien clara su condición de “artistas”, mezclados con un número creciente de turistas. Pero cuando uno se adentra en el alma del barrio descubre cosas interesantes. Por ejemplo, una librería donde los libros se alquilan. Por un euro cualquiera puede llevarse un volúmen a casa durante quince días. Este tipo de cosas es lo que se hacía en barrios (o repúblicas) semejantes en los años sesenta en ciudades como Amsterdam o Copenhague (Christiania).

El muro donde se expone la Constitución de Uzupis en 24 idiomas/ Foto: F. López-Seivane
Junto al japonés, aparece la versión de la Constitución en español/ Foto: F. López-Seivane
Cualquier luger es bueno en Uzupis para exponer el arte/ Foto: F. López-Seivane

También tuve oportunidad de conocer a Thomas, el ‘ministro’ de Asuntos Exteriores, un barbudo orgulloso de haber nacido el mismo día (no el mismo año) que García Lorca. Se tiene por padre de la Constitución, junto a otra persona (la madre, supongo), así que le afeo que sus cuarenta y un estautos sólo contemplen derechos y no deberes. “No, me corrige, tenemos también un deber: todo el mundo debe recordar su nombre”. ¿Tienen embajador en España? “Si, don Quijote de la Mancha es nuestro embajador honorario” ¿Qué hace falta para obtener el pasaporte de Uzupis? “Basta con ponerse en pie y declarar la voluntad de ser ciudadano de esta república. Como todo el mundo es único, creemos que su pasaporte debe serlo también, así que le decimos al solicitante que se lo haga él mismo”. ¿Les gustaría ser realmente independientes? “No, no. Estamos bien así, que si no tendríamos que pagar las facturas”

Thomas, ministro de Exteriores, en actitud quijotesca sobre un unicornio/ F. López-Seivane

Markus es otro personaje característico que pulula por allí, Se presenta como embajador en Irán y Santo Espíritu. Ronda la cincuentena y conserva magníficamente un aspecto de hippy trasnochado. Me lleva a ‘cargar energía’ poniendo la mano en lo que parece el glande de un enhiesto y elaborado falo metálico (pero que podría representar también cualquier otra cosa) y después me muestra su taller de cerámica, donde una joven, cuyo nombre no recuerdo, pero cuyos ojos no olvidaré jamás, modela figuritas para los turistas. Todos dan la impresión de pasárselo muy bien y de contribuir a la cohesión de un barrio en el que viven unas  cinco mil personas.  En realidad, me pareció que se trata sólo de un grupo de neohippies que han encontrado una manera de sobrevivir a la extinción de su especie, soñadores, escritores que no publican, pintores sin obra, ceramistas de souvenirs, poetas que se pasan las horas mirando a las musarañas…, buena gente, en general, a quienes gusta vivir y actuar en  grupo. Son sanos, abiertos y tiene un gran sentido del humor, así que, cuando vayan a Vilna, no dejen de cruzar el puente y darse un garbeo por esta república, aunque no sea más que para tomarse un cervecita en el ‘parlamento’. Y, acaso, reflexionar sobre los tres últimos puntos de su ‘constitución’, que tienen mucha miga y parecen extraídos de la más profunda filosofía oriental.

Markus se recarga de energía frente a La Galería de Uzupis/ Foto: F. López-Seivane

Constitución de Uzupis

  1. Todos tienen derecho a vivir cerca del río Vilna y el río Vilna tiene derecho a fluir cerca de todos.
  2. Todos tienen derecho a agua caliente, a calefacción en invierno y a un tejado.
  3. Todos tienen derecho a morir, pero no es obligatorio.
  4. Todos tienen derecho a equivocarse.
  5. Todos tienen derecho a ser únicos .
  6. Todos tienen derecho a amar.
  7. Todos tienen derecho a no ser amados, pero no necesariamente.
  8. Todos tienen derecho a ser insignificantes y desconocidos.
  9. Todos tienen derecho a ser perezosos y a no hacer nada.
  10. Todos tienen derecho a amar y proteger a un gato.
  11.  Todos tienen derecho a cuidar de un perro hasta que uno de los dos muera.
  12. Un perro tiene derecho a ser un perro.
  13. Un gato no está obligado a amar a su dueño, pero le debe ayudar en los momentos difíciles.
  14.  Todos tienen derecho a no saber de vez en cuando que tienen obligaciones.
  15.  Todos tienen derecho a dudar, pero no es obligatorio.
  16. Todos tienen derecho a ser felices.
  17.  Todos tienen derecho a ser infelices.
  18. Todos tienen derecho a guardar silencio.
  19. Todos tienen derecho a tener fe.
  20. Nadie tiene derecho a usar la violencia.
  21. Todos tienen derecho a darse cuenta de su irrelevancia y de su grandeza.
  22. Nadie tiene derecho a usurpar la eternidad
  23. Todos tienen derecho a comprender.
  24.  Todos tienen derecho a no comprender nada.
  25. Todos tienen derecho a tener varias nacionalidades.
  26. Todos tienen derecho a celebrar o a no celebrar su cumpleaños.
  27. Todos tienen la obligación de recordar su nombre.
  28. Todos pueden compartir lo que poseen.
  29. Nadie puede compartir lo que no posee.
  30. Todos tienen derecho a tener hermanos, hermanas y padres.
  31. Todos pueden ser libres.
  32. Todos son responsables de su libertad.
  33. Todos tienen derecho a llorar.
  34. Todos tienen derecho a ser incomprendidos.
  35. Nadie tiene derecho a echarle la culpa al otro.
  36. Todos tienen derecho a ser subjetivos.
  37. Todos tienen derecho a no tener ningún derecho.
  38. Todos tienen derecho a no tener miedo.
  39. No venzas.
  40. No te defiendas.
  41. No te rindas
¿Qué pensará el gato de todo esto? Foto: F. López-Seivane
No se cómo se llama esta joven artesana. No podía apartar la mirada de sus ojos/ Foto: F. López-Seivane
El ángel de Uzupis, único monumento y símbolo de la nueva república/ Foto: F. López-Seivane
Tindecita junto al muro de la Constitución/ Foto: F. López-Seivane

 

Las imágenes que acompañan esta crónica han sido tomadas con una cámara Fujifilm X-E2

Imagen de portada: Markus muestra orgullosos la sirena de Uzupis.

 

 

 

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