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Blogs Crónicas de un nómada por Francisco López-Seivane

Lisboa, el mejor destino del mundo

Lisboa, el mejor destino del mundo
Francisco López-Seivane el

No lo digo yo, quede claro, sino la World Travel Association. Inspirado por esta notabilísima designación, sentí que era hora de volver a una ciudad que siempre me cautivó y que hace muchos años que no visitaba. He encontrado una Lisboa transformada, luminosa, dinámica, alegre, colorida… y en peligro de morir de éxito por la ingente cantidad de turistas que transitan sin desmayo por sus barrios altos y bajos, sus plazas, avenidas y miradores.

Lisboa rebosa turistas de toda procedencia en cualquier época del año/ Foto: F. López-Seivane con Fujifilm X T10

La ciudad lleva muchos años mejorando sus servicios y particularmente sus hoteles, que un día fueron tristes y oscuros y hoy compiten con los de cualquier ciudad europea. Me llamó la atención sobremanera la transformación del viejo Tívoli, toda una institución en plena Avenida da Liberdade que pedía a gritos una renovación y hoy se ha convertido en el mejor hotel de la ciudad, con servicios de alto standing, un restaurante en la terraza de la última planta, ‘Seen’, que domina de largo las noches lisboetas, y un spa del que emanan las mejores esencias de Oriente. Ha sido comprado y transformado hace dos años por la cadena asiática Minor. Les aseguro que no encontrarán lugar más acomodado ni mejor situado en Lisboa. Incluso tiene a la espalda un impresionante jardín tropical con piscina circular incluida. Aunque su presupuesto no les permita alojarse allí, en su próxima visita a Lisboa no dejen de pasarse una noche a cenar en la terraza del ‘Seen’, con unas vistas espectaculares de la ciudad. Me agradecerán el consejo.

Imponente entrada del Tívoli Avenida da Liberdade, sin duda el mejor hotel de la ciudad.
Espectacular diseño navideño en la barra del restaurante Seen, en la terraza del hotel Tívoli/ Foto: F. López-Seivane con Fujifilm X T10
¿Qué decir del delicioso Spa oriental del Tívoli…?

Mi fin de semana en la capital lusitana dio para mucho más de lo que puede reseñarse en una sola crónica.  El viaje lo hice en un pispás. Volé desde Madrid con TAP, una aerolínea cercana, que ofrece un pequeño refrigerio en sus vuelos y tiene un confortable espacio entre asientos, algo que se agradece en estos tiempos en los que hasta el AVE va a estrechar los espacios en sus vagones en aras del low cost. En el propio aeropuerto me hice con una Lisboa Card, que permite utilizar todos los medios de transporte gratuitamente, incluyendo el Aerobus que me dejó en pocos minutos en plena Avenida da Liberdade.

Monumento a la Gran Guerra, en plena Avenida da Liberdade, muy cerca del Tívoli/ Foto: F. López-Seivane con Fujifilm X T10

Mi primera visita fue para la Plaza del Rossio, verdadero punto emblemático de la ciudad, donde se congregan visitantes de todos los rincones del planeta. Situada encima de una columna de piedra blanca en medio de la plaza, la lejana imagen del emperador Maximiliano de México parece observar perpleja el enjambre de rostros que se mueven con naturalidad a su alrededor. ¿Y qué hace la estatua de un emperador de México en plena Plaza del Rossio? Aunque oficialmente se trata del rey Pedro IV, a muchos les sorprenderá saber que la imagen que preside su emblemática plaza no es la de ese rey, que la ciudad había encargado a un prestigioso taller de escultura francés, sino que corresponde al prócer de los Habsburgo que rigió temporalmente los destinos de México, y cuya reproducción había sido encomendada también al mismo escultor. Ambas figuras fueron despachadas equivocadamente a sus respectivos destinos, sin que nadie advirtiera el error hasta mucho más tarde, cuando ya se pensó que sería mejor dejar las cosas como estaban. Y así siguen. La verdad es que el pedestal es una columna tan alta que nadie puede distinguir cabalmente los rasgos del prócer que la corona.

Monumento al rey Pedro IV (en realidad la imagen es la del emperador Maximiliano) en plena Plaza do Rossio/ Foto: F. López-Seivane con Fujifilm X T10

Desde la emblemática plaza trepé hacia el Castillo de San Jorge por empinadas callejuelas escalonadas. Ya a media altura hice un alto para contemplar el panorama desde un atractivo mirador, que resultó ser la terraza del restaurante Zambeze, de claras resonancias africanas y excelente comida, rematada con un extraordinario buffet de postres, desde luego no apto para diabéticos.

La terraza del restaurante africano Zambeze es también un fantástico mirador/ Foto: F. López-Seivane con Fujifilm X T10

El bastión más antiguo de Lisboa, conocido como Castillo de San Jorge, constituye una insólita visita cargada de historia, pero en la actualidad es una atalaya panorámica desde la que asomarse a la ciudad que se extiende a sus pies, codo con codo, eso sí, con un enjambre de turistas coreanos.

La entrada al famoso Castelo de San Jorge, gran bastión histórico y hoy concurrido mirador/ Foto: F. López-Seivane con Fujifilm X T10
Una de tantas turistas coreanas que animan estos días los monumentos de Lisboa/ Foto: F. López-Seivane con Fujifilm X T10

En el descenso me perdí por callejuelas encantadoras que me llevaron a otros miradores y otras vistas. La Alfama conserva todo el sabor morisco ¡y judío! de otras épocas y sigue asomándose al Tajo desde el Mirador de Santa Lucia, donde una sencilla iglesia dedicada a la Orden Militar de Malta se asienta impertérrita desde que el rey Alfonso Enrique la erigiera en 1147 para conmemorar la conquista de Lisboa a los moros. En su entorno, numerosos bares y restaurantes dejan escapar las notas lastimeras de un fado.

Iglesia de la Orden de Malta en el Mirador de Santa Lucía/ Foto: F. López-Seivane con Fujifilm X T10
Cantante callejero entreteniendo a los turistas en el espléndido Mirador de Santa Lucía/ Foto: F. López-Seivane con Fujifilm X T10
Al atardecer se encienden las lu¡ces de los bares y comienzan a resonar las notas sentimentales del fado en los bares y restaurantes de la Alfama/ Foto: F. López-Seivane con Fujifilm X T10
El fado forma parte de la idisiosincrasia portuguesa y también de la decoración callejera/ Foto: F. López-Seivane con Fujifilm X T10

Pero creo que me estoy alargando y voy a terminar esta crónica en la Plaza del Comercio, nada menos que en el famoso café literario Martinho da Arcada, lugar favorito de Pessoa y Saramago. Las mesas que ambos ocupaban habitualmente están señaladas por sus correspondientes retratos. Si bien la de Saramago está a disposición de cualquier comensal que quiera usarla, la de Pessoa jamás conoció un mantel desde que el gran escritor muriera. No me pregunten por qué.

Ahí tienen, bajo su foto, la mesa favorita de Saramago, que solía ocupar junto a su mujer en el Café Martinho da Arcada/ Foto: F. López-Seivane con Fujifilm X T10

Aquí lo dejo por hoy, pero Lisboa no se acaba, ni mucho menos, aquí. Otro día seguimos con la visita del Barrio Alto, el Chiado y Belén, una joya manuelina que deja ojipláticos hasta a los propios coreanos. Mientras despido la tarde tomando un refresco en una animada terraza en la Plaza del Comercio, me viene a las mientes una pequeña barquita de remos que me llamó la atención en mi primera visita a Portugal. Tenía por nombre A barquinha mais marineira do mundo.  Después aprendí que aquí se comía o melhor bacalhao do mundo y que en el Algarve se producen as melhores laranjas e ostras do mundoCon estos antecedentes¿a quién puede extrañar, me pregunto, que Lisboa se haya convertido de la noche a la mañana en o melhor destino do mundo?

Para dimes y diretes: seivane@seivane.net

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