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Blogs Crónicas de un nómada por Francisco López-Seivane

Gondar, la Camelot de África, y su célebre Epifanía

Gondar, la Camelot de África, y su célebre Epifanía
Francisco López-Seivane el

Muchos se preguntarán qué al caso viene la foto de la portada para ilustrar un reportaje sobre la Camelot de África y su Epifanía. La belleza de las mujeres de Gondar es proverbial. Además, la imagen radiante de esa joven gondarina ilustra perfectamente la alegría con que vive la ciudad el día de su mayor fiesta religiosa. Otros, quizá no encuentren tampoco qué relación puede haber entre  la legendaria fortaleza del rey Arturo y esta ciudad etíope. Las dudas se disipan en cuanto uno atraviesa los gruesos muros de piedra que defienden su Recinto Real, lleno de castillos medievales, palacios, iglesias, salones, jardines…. Es una auténtica fortaleza que convirtió a Gondar en capital del imperio etíope durante unas cuantas generaciones en los siglos XVII y XVIII. Cada emperador se afanó en dejar su sello, añadiendo a lo heredado su propio palacio, unos baños turcos por aquí, un salón de banquetes por allá, algunos establos, iglesias, casas de fieras… La suma de todo ello, relativamente bien conservado, ha sido declarado con justicia Patrimonio de la Humanidad.

Vista panorámica del interior del Recinto Real de Gondar/ Foto: Fco. López-Seivane

Lo más asombroso es que todo el recinto respira un aire medieval europeo que no tiene parangón en esa parte de África. El castillo de Fasílides, por ejemplo, el primer emperador que estableció la capital en Gondar, es de clara influencia portuguesa y emula la catedral/castillo que levantó el jesuita Pedro Páez en Górgora para su padre, el emperador Susinios, a quien había convertido previamente al catolicismo. En el conjunto destaca, por incongruente, la Biblioteca de Yohanes I, hijo de Fasílides, tristemente renovada por los italianos, que le dieron un aire renacentista que para nada encaja en ese contexto medieval. En cambio, del contiguo Archivo de Fasílides sólo quedan la torre y las paredes, pero del elegante diseño de sus puertas y ventanas arqueadas puede deducirse que se trataba de un bello palacio, al parecer, decorado con marfil.

Un grupo de visitantes escucha atentamente las explicaciones del guia ante el castillo de Fasílides/ Fot: Fco. Lopez-Seivane
Vista lateral del castillo de Fasílides/ Foto: Fco. López-Seivane
Biblioteca de Yohannes I, restaurada por los italiano, y Archivo de Fasílides (izda.)/ Foto: Fco. López-Seivane

Y ya que he mencionado al padre Páez, que tantas misiones estableció en Etiopía, no puede olvidarse que convirtió a dos emperadores al catolicismo, lo que acabaría costándoles la vida a ambos (emperadores). El primero, Za Denguel, duró muy poco, pero el segundo, Susinios, terminaría llevando el asunto a sus últimas consecuencias. Encendido por el ardor del converso, acabó persiguiendo con su espada a los que no reconocieran la autoridad de Roma y no aceptaran que Jesucristo tenía dos personalidades, una humana y otra divina, como le había inculcado el bueno de Páez. Hizo matar a los sucesivos nuncios coptos nombrados por el Patriarca de Alejandría y, lo que el pueblo no le perdonó jamás, cambió el día festivo etíope del Sábado, de indudable influencia judía, al Domingo prescrito por Roma. Quizá convenga recordar aquí que hasta la llegada del cristianismo en el siglo IV, el judaísmo era la religión predominante en el noroeste de Etiopía. A unos seis kilómetros de Gondar todavía se halla el pueblo de Wolleka, que un día fue una ebullente población de falashas, como se llamaba entonces a los judíos etíopes.  El emperador Fasílides, que sucedió a su padre, se encargó de volver las aguas a su cauce y retomar la tradición ortodoxa copta en todo el imperio. Fue el principio del fin para las misiones católicas en el país. Al principio, confiscó todas las misiones, excepto la de Fremona, en el norte; pero más tarde, cuando los portugueses bombardearon Mombassa, expulsó a los pocos jesuitas que quedaban, aplastando así toda simiente católica en la región.

Torre del Homenaje del castillo de Fasílides, desde donde dirigio todo su imperio/ Foto: Fco. Lopez-Seivane

Durante sus largos años de emperador, Susinios escribió varias cartas al papa y al rey Felipe III en demanda de soldados portugueses para combatir a sus enemigos y encontrar salida al mar Rojo. En cada ocasión le confío el envío de las misivas al padre Páez, quien para evitar que el hecho fuera conocido por los detractores del emperador, las enviaba como correspondencia ordinaria a través de su misión en Goa, con lo que la respuesta, cuando llegaba, se demoraba años. Aún así, Páez le hizo entender que ofreciendo su sumisión al Sumo Pontífice, el asunto resultaría mucho más fácil. Susinios se lo pensó mucho, pero terminó accediendo y, durante unos años, Etiopía fue un imperio católico. Justo antes de morir, el padre Páez concluyó la construcción de una iglesia/palacio en Górgora, una península en la ribera septentrional del lago Tana, a unos 50 o 60 kilómetros al sur de Gondar, donde el emperador le había donado amplios terrenos para establecer una misión. Hoy el complejo está en ruinas y es conocido como la ‘catedral portuguesa’. Entre sus muros derruidos aún puede encontrarse la modesta tumba donde descansan los restos del jesuita.

Después de pasar dos o tres horas recorriendo el Recinto Real, hay que visitar sin falta en Gondar la iglesia Debra Berhan Selassie. Se trata de un pequeño edificio sin pretensiones, dentro de un recinto amurallado y defendido por doce torres, que representan a los doce apóstoles, mientras otra de mayor tamaño, sobre la puerta de entrada, representa a Jesús y tiene la forma del león de Judea. La iglesia carece de cualquier valor arquitectónico, pero encierra en su interior las más importantes muestras de arte sacro de todo el país. Sobre todo, los 104 querubines que motean el techo hacen recordar de inmediato la misteriosa sonrisa de la Mona Lisa. Las paredes muestran también un colorido compendio de todos los santos, mártires y ascetas de la historia etíope; aunque quizá lo más llamativo sea la figuración del infierno que nos lleva de nuevo a pensar en el mejor Bosco. Hay historiadores que sostienen que el emperador planeaba traer aquí el Arca de la Alianza que, supuestamente, se encuentra en Axum. ¡Quién sabe! En Etiopía no es fácil deslindar la historia de la leyenda.

Iglesia Debre Berhan Selassie, cuyo modesta apariencia no permite sospechar los tesoros que alberga en su interior.

Otra visita imprescindible son los Baños de Fasílides, una especie de piscina con una capillita en medio, a la que se accede por un puente de piedra, como si fuera el foso de un castillo. Ahí es donde los fieles de la Iglesia etíope renuevan su bautismo cada Epifanía en una magna celebración que atrae a docenas de miles de visitantes cada año.

Famosos Baños de Fasílides, donde se celebra anualmente la Epifanía/ Foto: Fco. López-Seivane

La celebración se conoce como Timkat, lo que en amárico significa ‘bautismo’. El Timkat se celebra en todo el país, pero el de Gondar, por su tradición y magnificencia, se lleva la palma y atrae a docenas de miles de fieles y también turistas. El festival es conocido, sobre todo, por la representación ritual del bautismo, semejante a la que hacen muchos peregrinos en Tierra Santa cuando avistan el Jordán. Otra característica singular de esta celebración, que tiene lugar cada 19 de enero (Epifanía etíope), es que se exhibe públicamente el Tabot, la réplica del Arca de la Alianza que todas las iglesias etíopes guardan en su sancta sanctórum, algo que los laicos raramente pueden ver. El Tabot, envuelto en telas suntuosas, se pasea en procesión sobre la cabeza del sacerdote.

Un sacerdote porta el arca sobre su cabeza (disculpen la calidad de la imagen, recuperada de internet)

La liturgia propiamente dicha se celebra siempre sobre un estanque de agua mansas, comenzando sobre las dos de la madrugada para terminar poco antes del amanecer con la bendición del agua, en la que no tardan en meterse numerosos fieles para renovar simbólicamente su bautismo, recordando las abluciones que hacen los hindúes en los gahts de Benares.

El día de la Epifanía el estanque de Fasílides se llena de agua y los devotos se adentran en él para renovar su bautismo

Hacia medianoche del Día del Timqat una gran multitud ocupa todas las gradas y los alrededores del estanque de Fasílides, donde se celebraba el ritual, para presenciar la colorida procesión que culmina con  la entrada del arca sagrada de vuelta a la iglesia. Es una celebración religioso/festiva, en la que los miembros del clero avanzan, entre alegres canciones y bailes, con sus paraguas y ropajes multicolores, seguidos por los más ancianos, en ocasiones ayudados por hombres de mediana edad que entonan largos y graves haaa hooo y  niños jugueteando con palos. Vestidas con sus mejores galas, las mujeres charlan animosas en el único día de auténtica libertad que disfrutan a lo largo del año. Los jóvenes también expresan su alegría saltando y bailando,  mientras repiten incansablemente sonidos rítmicos. Una vez que el arca ha sido devuelta a su lugar de reposo en la iglesia, todos abandonan el recinto y regresan a sus casas para celebrar la ocasión con grandes banquetes.

Vista aérea de la ‘procesión de los paraguas’ en Gondar.

 

Rara vez llueve en Etiopía, pero los paraguas de vivos colores y ricas telas forman parte del paisaje en todas las grandes celebraciones.

Algunos visitantes europeos confunden a veces estas actividades con el auténtico sacramento del bautismo y lo critican como un flagrante error religioso, dado que hay “un solo bautismo para el perdón de los pecados”. Quede claro que el Timqat tiene un valor meramente simbólico y festivo; es la gran fiesta religiosa del país, una tradición que se mantiene viva desde tiempo inmemorial, y, por supuesto, carece de cualquier valor sacramental, tal como me aclara en perfecto castellano Teddy Milash, el dueño de Memories Tour, que me acompañó en este viaje.

La mayoría de las imágenes que acompañan este reportaje han sido tomadas con una cámara Fujifilm X-T1GS.

Portada: Una bella joven parece dar la bienvenida con su radiante sonrisa a todos cuantos visitan Gondar/ Foto: Fco. Lopez-Seivane

 

 

 

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