Me duele pensar en Nepal ahora. Lo he visitado en numerosas ocasiones y he disfrutado de sus paisajes, de sus monta帽as y del genuino sabor medieval de sus ciudades de ladrillo. Sobre todo, me duele pensar en Bhaktapur, la joya del valle de Katmand煤. Publico ahora esta cr贸nica para rememorar c贸mo era antes del 煤ltimo terremoto que tan severamente la da帽贸.
Son apenas doce kil贸metros los que separan Katmand煤 de la ciudad medieval de Bhaktapur, pero en Nepal doce kil贸metros de carretera dan para mucho y en ese breve trecho uno puede apreciar de cerca la irregular orograf铆a del valle que dista de ser una amplia llanura. Un pensamiento me asalta en este punto: 驴ser谩 esta torturada orograf铆a resultado de los numerosos terremotos que han asolado la regi贸n durante siglos? Si tenemos en cuenta que ese pensamiento me asalt贸 hace ya varios a帽os, a nadie podr谩 extra帽arle que hoy me parezca premonitorio.
Siempre tuve a las vacas por los animales de andares m谩s mayest谩ticos de la tierra, pero en Nepal me entraron dudas al contemplar la pausa y dignidad con que una familia de patos atravesaba la carretera de Bhaktapur en su caracter铆stica fila india: imperturbables, serenos, ajenos a la prisa de los conductores, ninguno de los 谩nades del clan se inmut贸 ni apret贸 el paso hasta no alcanzar la otra orilla del camino. El asunto me dio qu茅 pensar, ya que encerraba una lecci贸n de vida: c贸mo oponer a la ansiedad y al frenes铆 de la vida moderna la tranquila impasibilidad del propio ritmo.
Entre los siglos XIV y XVI, Bhaktapur lleg贸 a ser la capital de todo el Valle. En aquella 茅poca, el coraz贸n de la ciudad era la Plaza de Dattatreya, un lugar que a煤n conserva todo el sabor del medievo alrededor del templo del mismo nombre -alto y cuadrado, con grandes tejados y amplios corredores de madera circundando el cuerpo central-, que fue erigido en 1427. Dattatreya es una de las deidades mas sincretistas del pante贸n hind煤. Los seguidores de Vishnu la consideran una encarnaci贸n de Dios, los de Siva, la veneran como maestra de 茅ste, mientras los budistas locales, para no ser menos, la tienen por Devadatta, una prima de Buda, y tambi茅n la hacen ofrendas en el gran festival anual de Sivaratri. Las arcadas del cobertizo de este viejo templo, que un d铆a fueron, sin duda, lugar de encuentro social, recuerdan mucho a las de Kasthamandap, en Katmand煤, que probablemente sirvieron para el mismo prop贸sito. Ambos se vieron seriamentre da帽ados por el reciente terremoto.


Si Patan es la ciudad de las artes, Bhaktapur -literalmente, 鈥渃iudad de los devotos鈥- podr铆a ser considerada la de la cultura y la religi贸n. A nadie le puede extra帽ar que un lugar tan m谩gico y surrealista sea Patrimonio de la Humanidad. Pero no es s贸lo la diversidad de templos, pagodas y edificios hist贸ricos que salpican las calles y plazas de Bhaktapur lo que asombra al visitante, sino el fascinante contexto que convierte toda la ciudad en un escenario on铆rico, en un lugar 煤nico e indescriptible donde las sensaciones y emociones se agolpan. Hay que perderse por sus callejuelas angostas, de tierra h煤meda y olores centenarios, en las que malamente pueden cruzarse dos personas.



Uno los rincones que m谩s me impresion贸 fue la Plaza de la Cer谩mica, totalmente cubierta de hierba seca sobre la que descansaban en ringleras miles de vasijas de barro frescas, reci茅n torneadas, sec谩ndose al sol ordenadas por formas y tama帽os, mientras los artesanos trabajaban con sus manos en umbrosos portales, las mujeres transportaban las piezas terminadas en grandes cestos de soga y los peones las remataban, clasificaban y colocaban sobre las gavillas de hierba que se extend铆an por doquier. Sentadas en los viejos soportales de la plaza, las mujeres mayores observaban fumando en silencio. No hab铆a un solo coche circulando por el casco hist贸rico de la ciudad, en algunas de cuyas calles a煤n permanece la huella que guiaba, como un carril, la rueda de los carruajes cargados de flores y dioses cuando descend铆an en las grandes festividades hasta los ghats del r铆o. Aut茅ntica e incontaminada, Bhaktapur era (y sigue siendo) una joya 煤nica del medievo, aunque a veces pueda llegar a parecer el escenario de una pel铆cula medieval con extras vestidos de 茅poca.



A s贸lo cuatro kil贸metros al norte de Bhaktapur se encuentra el templo de Changu Narayan, el m谩s antiguo de los templos de aquel reino, construido en el a帽o 323 de nuestra era por la dinast铆a de los Lichavi. La vista desde ese lugar, situado a mil setecientos metros de altitud, es para no olvidarla y da una idea de la extensi贸n del Valle y de su compleja orograf铆a que en la antig眉edad, cuando estaba cubierto por las aguas, aparec铆a erizado de islas y pen铆nsulas.
Sin embargo, el sitio ideal para asomarse al Valle y a las monta帽as que le rodean es Nagarkot, a diez kil贸metros al este de Bhaktapur y a dos mil ciento setenta y cinco metros de altura. A medida que uno asciende, descubre con asombro las faldas de la monta帽a escalonadas en bancadas regulares que permiten a los monta帽eses cultivar la tierra, la 煤nica opci贸n en un pa铆s tan arriscado. Desde lo alto, puede contemplarse toda la inmensa cordillera, desde el Dhaulagiri, al oeste, hasta el Everest, al este, encendi茅ndose con la primeras luces del alba y torn谩ndose p煤rpura en los inacabables atardeceres. Las imponentes moles blancas del Himalaya encogen y empeque帽ecen al observador cuando se recortan limpias contra ese cielo claro, azul y sin m谩cula que siempre disfruta Katmand煤 en invierno. Pero para los nepal铆es, hijos de las monta帽as, es, en cambio, una visi贸n vivificante que les conforta el coraz贸n y les sosiega la mente. Han sufrido muchos terremotos y siempre han sabido sobrevivir.
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