Un nuevo fármaco que frena la progresión… (en ratones), otro utilizado para el colesterol que promete lo mismo, un tratamiento con una proteína que evita la pérdida de memoria, los probióticos que también ayudan, otro fármaco que bloquea una encima y logra reducir las placas amiloides, otro más diseñado a la carta que hace lo mismo que el anterior, una terapia génica experimental, la estimulación cerebral durante el sueño para mejorar la memoria en las personas con Alzheimer, o incluso los antibióticos, que también prometían frenar esta patología neurodegenerativa…
Son algunas de las noticias aparecidas en los medios de comunicación a lo largo de 2016. “Una maravillosa noticia, sí”, decía un lector en un comentario a una de estas “curaciones”. Y continuaba: “Pero los que tenemos la desgracia de tener a un familiar con esta terrorífica enfermedad nos agarramos a un clavo ardiendo ante cualquier noticia esperanzadora de este tipo, creyendo que el milagro que tanto pides, por fin, ya se ha producido. Y luego vienen las decepciones: está en fase embrionaria, queda mucha investigación para probarlo en humanos, quizá 15 o 20 años… y vuelta a la triste y dolorosa realidad”.
Este lector pone el dedo en la llaga, con su “tirón de orejas” amable a los medios de comunicación. Es bueno que las investigaciones sobre el alzhéimer lleguen al público, pero sin generar falsas expectativas. Hay que ser cautos y delicados en esto. A cambio, es verdad, que con más o menso de acierto, lo que reflejan las noticias es el incremento en las investigaciones para tratar de acorralar a la enfermedad que Alois Alzheimer describió en 1907. Y eso siempre es una buena y esperanzadora noticia.
El último número de la revista “Mente y Cerebro” de 2016 hacía una reflexión parecida sobre un fármaco presentado a mediados de 2015, que despertó gran expectación. «Por fin hay esperanza», titulaba el periódico alemán “Die Zeit”. «Se trata de un gran avance», proclamaba un reputado investigador del alzhéimer en una entrevista al diario “Frankfurter Allgemeine”. Desafortunadamente, el anticuerpo dirigido contra la proteína amiloide no se comportó como los ensayos auguraban. De nuevo la decepción.
No hay que perder la esperanza, pero tampoco hay que lanzar las campanas al vuelo cada vez que un ratón se cura de una patología parecida al alzhéimer. No hay que olvidar que los modelos de roedor no reproducen muy bien esta patología. Y que las enfermedades neurodegenerativas parecen ser un lastre reservado únicamente a nuestra especie.
Sin embargo, hay que agradecer su esfuerzo a los laboratorios que invierten su tiempo y su dinero en la investigación del alzhéimer. Y también a los grupos de investigación que en todo el mundo estudian con tesón esta patología con la esperanza de cercarla y ponerle freno.