Dicen que las mentiras tienen las patas muy cortas. Y eso se debe a que hay que ser muy hábil para recordar todos los detalles del embuste y no delatarse uno mismo. Por eso también se dice que para mentir hay que tener muy buena memoria….
Y eso es precisamente lo que acaban de demostrar en la Universidad de Sheffield (Inglaterra), donde han comprobado que los niños que tienen buena memoria de trabajo verbal son los que mienten mejor. La memoria de trabajo es un sistema que mantiene y manipula la información de manera temporal hasta que el cerebro procesa esa información e interviene en tareas como lenguaje, lectura, pensamiento, etc. En concreto la memoria verbal es la que está en juego mientras lee este texto, por ejemplo.
En esta ocasión los voluntarios para el estudio eran niños de seis a siete años de edad, a los que se les dio la oportunidad de hacer algo que les habían prohibido expresamente. Les habían dicho que no mirasen las respuesta escritas en la parte posterior de las tarjeta del trivial cuya solución tenían que dar. Mientras se quedaban solos, una cámara oculta grababa lo que hacían los pequeños. Así pudieron averiguar quiénes habían hecho trampa, pese a que lo negaran.
Además midieron su memoria de trabajo verbal y visual mediante tests específicos. Los resultados mostraron que los que mentían mejor tenían puntuaciones más altas en la prueba de memoria de trabajo verbal, en comparación con aquellos que les costaba más disimular sus mentiras o que no habían mentido. Sin embargo, no hubo diferencias en la memoria visual, que mide el número de imágenes se pueden retener en la memoria por un corto periodo de tiempo.
Los investigadores creen que los buenos mentirosos han de tener en cuenta una gran cantidad de información verbal para que no les pillen. Y para eso necesitan una buena memoria verbal, algo que hasta ahora no se había demostrado.
El trabajo, publicado en el Journal of Experimental Child Psychology, demuestra por primera vez que la memoria de trabajo verbal en particular tiene fuertes vínculos con la mentira, a diferencia de la visual.
Aunque los padres por lo general no están demasiado orgullosos cuando sus hijos mienten, al menos ahora se pueden consolar pensando que cuanto mejores son sus mentiras, mayores son también sus habilidades de pensamiento y su memoria de trabajo, destacan los investigadores.
Se sabe por estudios previos que los adultos mienten con bastante frecuencia en sus conversaciones. Algunos hasta lo han cuantificado: una mentira cada ocho minutos, en especial aquellos que tienen más interacciones sociales, como vendedores, abogados, periodistas y psicólogos.
Por eso los investigadores de Shelffield pensaron que eran interesante saber cómo y por qué se desarrolla esta habilidad desde la infancia y qué hace que algunos niños mientas más y mejor que otros. Y ahora quieren averiguar cómo se aprende a mentir.
“Nuestro trabajo muestra que los procesos de pensamiento, y en concreto la memoria de trabajo verbal, son importantes para algunas interacciones sociales complejas, como mentir”, señalan los investigadores, que resaltan que con su trabajo se demuestra que los niños necesitan mantener muchas cosas en su mente para que su mentira no sea descubierta. Por eso pueden hacerlo mejor aquellos que tienen mejor memoria verbal.
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