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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Una religión para el siglo XXI

Emilio de Miguel Calabia el

Una vez me metí en la página web de una iglesia que alardeaba ufana de ser la única religión creada en el siglo XX. El aserto me pareció equivocado por dos motivos.

Para empezar, las religiones no son como los ordenadores, que el de este año siempre será más rápido que el de hace cinco. Los romanos, que tenían dioses para aburrir y de religiones exóticas entendían un rato, valoraban sobre todo la antigüedad de los credos. Los judíos les parecían un poco raritos, con su manía de adorar a un solo Dios, con todos los que hay, y de hacerse la circuncisión, que es una manera un poco bestia de proclamar la fe que se profesa, pero los respetaban porque se trataba de una religión antigua. De hecho, los primeros cristianos, en sus tratos con los romanos, intentaron acentuar sus vínculos como el judaísmo, porque sabían que como dijeran que su religión había aparecido antes de ayer, no se los iban a tomar en serio.

La otra razón es que al menos hay otra ¿religión? ¿movimiento religioso? ¿espiritualidad? que nació en el siglo XX y que, además, parece que ni hecha a propósito para el siglo XXI. Me refiero a la New Age.

Para empezar, la New Age no se define con ese término tradicional y casi mal sonante de “religión”, sino como “movimiento” o “espiritualidad”. Me recuerda a esas parejas que, encontrando que el matrimonio es una institución caduca, se proclaman “parejas de hecho” y a continuación reproducen todos patrones de conducta de los matrimonios tradicionales. Para mí, una filosofía que trata de explicar el universo, de desvelar lo que hay más allá de la muerte, de dar pautas sobre cómo vivir la vida y ser felices y éticos… a lo mejor es que se trata de una religión. Que no tenga una jerarquía establecida, no es problema. Es muy habitual que las religiones en sus inicios estén poco jerarquizadas. Que sus creencias sean muy dispares y funcione más bien como una suerte de supermercado espiritual en el que cada uno coge lo que lo que responde mejor a su visión de la vida, no importa demasiado. Hasta que se solidificó en los concilios de Nicea y de Calcedonia, el cristianismo era extraordinariamente fluido y cabían en él creencias bastante dispares.

El pensamiento de la New Age es como la comida fusión, que toma elementos de todas partes y se autodefine (tex-mex, comida fusión peruana-japonesa…) en función del elemento principal. Ha tomado bastante de las religiones orientales, especialmente del budismo, aunque su conocimiento de éste no pase de lo que viene en la introducción de un manual para principiantes; de la psicología contemporánea, aunque no sepa distinguir a Abraham Maslow de Fritz Perls; y de cualquier práctica esotérica que estuviese de moda en el momento.

Al hombre del siglo XXI le gusta sentirse libre y la mayor libertad es tener una libertad de elección ilimitada. Tinder y Grindr tienen éxito no sólo por lo fácil que es ligar, que también, sino porque presentan un número ilimitado de posibles parejas. Ya no hace falta comprometerse con una sola persona más allá del próximo fin de semana, porque hay muchas más esperando ahí fuera.

Lo mismo se aplica a la religión. El candidato a fiel de la New Age se dice: Es una pena que con lo bien me cae Jesucristo, para ser católico tenga que creer también en la Santísima Trinidad, con lo poco que me gustan las palomas, que siempre me ensucian el coche cuando lo acabo de lavar. Ese problema no existe con la New Age. ¿Que quieres creer que todo el mundo se reencarna menos el capullo de tu jefe? ¡Hecho! ¿Que quieres creer que las plantas tienen alma y se comunican contigo, sobre todo cuando coges manzanas, que entonces el manzano no para de llamarte “hijoputa” a gritos? Perfecto. Sólo hace falta que me digas si quieres que sus almas vegetales se reencarnen o no. Todo es a gusto del creyente.

La New Age responde muy bien al pensamiento contemporáneo de querer el éxito sin esfuerzo y ser siempre felices. El famoso dicho de Paolo Coelho de “Cuando quieres algo, todo el universo conspira para que realices tu deseo”, ha causado estragos. Es el sueño de cualquier niño narcisista, pensar que el Big Bang, la formación de las galaxias y la combinación de átomos en moléculas existe para que los Reyes pudieran traerte un tren eléctrico la noche del 5 al 6 de enero. ¿La idea suena ridícula? Pues no lo es tanto. Rhonda Byrne se hizo millonaria con el libro “El Secreto”, que no es más que la aplicación de ese principio: desea algo con fuerza y lo atraerás a tu vida. Yo llevo años deseando con fuerza a las top-models más hermosas del planeta y todavía no ha sucedido nada. O bien no lo he deseado con suficiente fuerza, o bien el universo ha hecho una excepción conmigo.

Que Rhonda Byrne se haya equivocado en mi caso, me molesta un poco. Más me incomoda la injusticia de que se haya hecho millonaria popularizando una idea que ya estaba en el ambiente. Louise Hay en “Usted puede sanar su vida” ya había dicho quince años antes que “Todo lo que pensamos va creando nuestro futuro” y “No es más que una idea y una idea se puede cambiar”. La alemana Bärbel Mohr se hizo famosa con su libro “Encargos al universo”, cuya idea de base es que no tienes más que pedirle cosas al universo para que te las dé. Resulta que el universo lo único en lo que está pensando todo el día es en hacerte feliz. En el caso de Bärbel algo no salió como esperado: murió de cáncer a la temprana edad de 46 años. Tal vez el universo estaba pensando en otras cosas, o tal vez Bärbel no leyó “Inmortalidad. Manual práctico” de Sondra Ray, que demuestra que se puede derrotar a la muerte a base de pensamiento positivo.

La New Age se ha venido arriba con el fracaso del paradigma científico. El paradigma científico ha hecho muchísimas cosas por la Humanidad: es lo que nos ha llevado a la Luna, lo que nos ha permitido descubrir la ley de gravitación universal y erradicar la viruela. Ha explicado el mundo descralizándolo. Le ha quitado los gnomos, las hadas y la fantasía y nos ha entregado un mundo preparado para la construcción de granjas fotovoltaicas y centrales lecheras. Peor todavía, como explica Philip Goff en “El error de Galileo”, el paradigma científico rechaza lo subjetivo y lo cualitativo, que es lo que nos hace humanos, y trata de reducir la conciencia a unos cuantos procesos químicos y eléctricos en el cerebro. La ciencia ha hecho mucho para abrirnos el mundo objetivo y material, a costa de cerrarnos el mundo subjetivo y espiritual.

Como la Humanidad no tiende a la ecuanimidad, sino a los bandazos, la reacción a ese relativo fracaso del paradigma científico ha sido ir al otro extremo. Dentro de la New Age caben la astrología, el chamanismo, las regresiones, el reiki, los cristales sanadores y hasta los gnomos. Todo lo que lleve la etiqueta de “esotérico”, tiene su cabida allí.

Al menos hay un campo de la ciencia que la New Age salva: la mecánica cuántica, aunque la salva por la sencilla razón de que no la ha entendido y la ha extrapolado para que pudiera justificar las concepciones más extravagantes. He encontrado una página esotérica que anuncia: “Desarrolla el poder del pensamiento cuántico aplicado” y te exhorta a transformar “tu vida aplicando los Principios de la Física Cuántica a tu día a día.” Una tal Sandra Anne Taylor ha escrito: “Éxito cuántico. La asombrosa ciencia de riqueza y felicidad”; esta supuesta ciencia consiste en… pensar positivo para atraer lo que quieres a tu vida. Curioso que cuantas más patadas le damos al paradigma científico, más invocamos la palabra “ciencia” para nuestras pajas mentales. Y más curioso todavía que personas que no aguantarían más de cinco minutos de una conferencia de Niels Bohr y que ignoran quién es Paul Dirac, hablen de física cuántica como si fuesen físicos teóricos con varios másters.

 

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