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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Sobre sistemas y caos (1)

Emilio de Miguel Calabia el

Podemos definir sistema como agrupación de elementos interconectados que operan en un entorno. Las características principales de los sistemas son: 1) Sus elementos no son equivalentes. Los hay con mayor y menor peso (en el sistema internacional de Estados, China sería un elemento de peso e Islas Marshall uno liviano), los hay centrales (como el Reino Unido) y periféricos (como Bolivia) y los hay muy interrelacionados (Singapur) y otros aislados (Turkmenistán); 2) El sistema se desenvuelve en un entorno ante cuyos estímulos reacciona y va evolucionando a medida del entorno cambia; 3) El sistema tiende al equilibrio, esto es a adoptar la forma óptima de interacción con el entorno; 4) Entorno y sistema están en una dinámica en la que el primero cambia y el segundo responde a esos cambios y con su respuesta provoca a su vez que el entorno se transforme. Si se produce un desacoplamiento entre el entorno y el sistema y éste se muestra incapaz de dar una respuesta adecuada al entorno transformado, el sistema comienza a dejar de ser funcional y empieza a responder de manera subóptima al entorno hasta que o bien a) da un salto cualitativo y pasa a otro nivel de equilibrio para afrontar a las transformaciones producidas, o bien b) entra en una espiral de desorden hasta que zozobra en el caos. Del caos emergerá eventualmente un nuevo sistema en un tiempo indeterminado.

Voy a aplicar las ideas anteriores al sistema que emergió tras la I Guerra Mundial para dar respuesta a un nuevo entorno internacional, cuyas características eran: 1) Reajuste de los elementos del sistema precedente: dos desaparecieron (los Imperios Otomano y Austro-Húngaro), dos quedaron muy debilitados (Alemania y Rusia-URSS), dos quedaron algo debilitados (Francia y Gran Bretaña) y un elemento nuevo emergente adquirió un papel director (EEUU); 2) Aparición de una quiebra ideológica básica en el sistema internacional con la emergencia del primer régimen comunista en el mundo (la URSS); 3) Introducción de un nuevo principio de ordenación internacional (el principio de la autodeterminación de los pueblos, inicialmente pensado sólo para los pueblos europeos, pero que acabó extendiéndose a todo el planeta).

El eje del sistema internacional posterior a la I Guerra Mundial fue la Sociedad de Naciones que pretendía reorganizar las relaciones internacionales de manera que los Estados aceptasen renunciar a parte de su soberanía y adoptaran un marco cooperativo en sus relaciones, que asegurasen la paz mundial. Desde el minuto cero, la Sociedad de Naciones nació con unas carencias que a la larga la llevarían al fracaso: 1) La ausencia de la principal potencia mundial, EEUU, que, además, había sido la gran impulsora de la Sociedad; 2) La renuencia de dos de las potencias victoriosas en la I Guerra Mundial, Italia y Japón, que sintieron que sus intereses no habían sido tomados en cuenta ni en el Tratado de Versalles, ni en la creación de la Sociedad; 3) Se dejó fuera a la Alemania vencida; 4) La ignorancia del nuevo régimen soviético, al cuál se le aplicó la política del cordón sanitario; 5) Los dos Estados que por su poder hubieran podido recurrir a sus FFAA para apoyar las resoluciones de la Sociedad de Nacionaes ante Estados refractarios, Francia y Gran Bretaña, se encontraban debilitados militar y financieramente como consecuencia de la I Guerra Mundial y, además, primaban sus intereses particulares sobre los interes de la comunidad internacional.

La primera década de existencia de la Sociedad fue exitosa. Entre los triunfos que se apuntó están: persuadir a Yugoslavia de que retirase sus tropas de Albania (1920); el conflicto de las islas Aaland entre Finlandia y Suecia (1921); la cuestión de la Alta Silesia entre Alemania y Polonia (1921); la cuestión del puerto de Memel (1923)… Incluso en cuestiones en las que la Sociedad de Naciones no fue tan exitosa, como la guerra greco-turca de 1923, la intervención de tres de sus principales miembros,- Gran Bretaña, Francia e Italia-, se reveló clave para la conclusión de la paz. A lo anterior hay que añadir que en la segunda mitad de la década la Sociedad, Gran Bretaña, Francia e Italia comenzaron un acercamiento a Alemania que vino a corregir parcialmente uno de los pecados originales del orden de posguerra.

La Gran Depresión de 1929 trajo una serie de cambios en el entorno internacional para los que la Sociedad de Naciones no estaba preparada. Los principales fueron: 1) La crisis económica llevó a políticas proteccionistas y a una reducción en la colaboración económica y comercial entre los Estados; 2) La caída en los niveles de vida por efecto de la Gran Depresión trajo el populismo y el radicalismo. La democracia burguesa no parecía la fórmula para los nuevos tiempos. El fascisno y el comunismo parecían la ola del futuro. La Sociedad de Naciones tenía una orientación política burguesa y no estaba preparada para afrontar una crisis económica mundial y el ascenso de ideologías agresivas y con aspiraciones de dominio mundial.

En septiembre de 1931 Japón inició la conquista de Manchuria. La Sociedad de Naciones trató de servir como árbitro del conflicto y ordenó a Japón que se retirase, mientras una comisión investigaba la situación. Japón ignoró el requerimiento de la Sociedad y continuó con la conquista de Manchuria. En octubre de 1932 la comisión emitió su informe y determinó que Japón debía abandonar Manchuria. Japón optó por abandonar la Sociedad de Naciones. Según los estatutos de la Sociedad, hubieran debido imponerse sanciones económicas a Japón o incluso hubiera debido recurrirse a la fuerza para obligarle a cumplir con la resolución de la Sociedad. La Sociedad de Naciones no hizo nada. Sus miembros no lograron ponerse de acuerdo sobre las sanciones a imponer y Gran Bretaña y Francia, que disponían de los recursos, no quisieron involucrarse en un conflicto militar en el otro extremo del mundo.

La crisis de Manchuria fue un momento clave en el fracaso de la Sociedad de Naciones y en el deshilachamiento del sistema internacional de Entreguerras, ya que mostró la debilidad de la Sociedad de Naciones y su incapacidad de imponerse a un miembro recalcitrante. No era la primera vez que la Sociedad fracasaba. En la década de los veinte había tenido algún fracaso. El más significativo fue su incapacidad para reaccionar de manera eficaz cuando Italia invadió Corfú en 1925. Aun así, no tuvo un efecto tan serio sobre su prestigio, por varios motivos: 1) Lo que estaba en juego,- la isla de Corfú-, no parecía ser de gran significación para la sociedad internacional; 2) El Estado afectado, Grecia, no despertaba demasiadas simpatías en la Sociedad de Naciones; 3) El ambiente internacional estaba apaciguado y podía verse como un accidente de trayecto, más que como un fracaso existencial.

Lo que selló el destino de la Sociedad de Naciones fue la invasión italiana de Abisinia en 1935. La invasión fue una agresión descarada e injustificada, movida por las ambiciones territoriales de Mussolini. Abisinia recurrió a la Sociedad de Naciones. Lo más que ésta hizo fue imponer unas débiles sanciones a Italia, que no incluyeron bienes clave como el acero, el petróleo y el acero. Italia se anexionó Abisinia y la Sociedad de Naciones no reaccionó. La crisis mostró la inoperancia de la Sociedad y la nula disposición de sus dos principales miembros, Gran Bretaña y Francia, a mostrar los dientes a quienes violasen la legalidad internacional.

Si analizamos la situación en términos sistémicos, lo que sucedió fue que la sociedad internacional estaba cambiando y la Sociedad de Naciones, que debía de ser la piedra de base del sistema, no supo adaptarse. De hecho siguió funcionando como si la década de los treinta no estuviese siendo cualitativamente muy diferente de la de los veinte.

Los principales cambios que ocurrieron entre una década y otra fueron los siguientes: 1) La crisis de 1929. La Sociedad de Naciones no tenía ni el mandato, ni las herramientas para hacer frente a la Gran Depresión y a sus consecuencias tanto económicas como políticas; 2) El auge de los totalitarismos (fascismo y comunismo), que aspiraban a expandirse y a imponer sus normas sobre la comunidad internacional; 3) El debilitamiento de los dos principales garantes del sistema, Gran Bretaña y Francia. La pauperización causada por la crisis de 1929, la emergencia de movimientos fascistas y comunistas en sus países, la división política interna, los incipientes problemas coloniales (para Francia en Vietnam y para el Reino Unido en la India) fueron otros tantos factores que les llevaron a pecar de prudentes y a no dar el puñetazo en la mesa que hubiera podido cambiar las cosas, cuando aún estaban a tiempo; 4) El auge del militarismo. El ejemplo exitoso de Japón que conquistó Manchuria sin consecuencias adversas, dio alas a las potencias revisionistas (Alemania e Italia, básicamente), que vieron que la guerra podía seguir siendo una herramienta de la política exterior a pesar de los buenos deseos de los diplomáticos de 1919.

Los últimos años de la década de los treinta fueron un intento desesperado de Gran Bretaña y Francia de integrar a la Alemania nazi y a la Italia fascista en el sistema internacional de manera apaciguadora, para que jugasen un papel constructivo. De esos intentos apaciguadores dejaron fuera a la URSS, por motivos ideológicos, y a Japón, cuya amenaza militarista era demasiado fuerte como para obviarla. Un indicio de que el sistema de Versalles se estaba deshilachando es que la Sociedad de Naciones se vio cada vez más marginada. Eran las potencias las que negociaban entre sí y daban el visto bueno a tropelías como la anexión de los Sudetes por Alemania. El sistema internacional no daba más de sí y la respuesta fue el caos de la II Guerra Mundial.

 

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