Emilio de Miguel Calabia el 01 sep, 2023 Me pregunto lo que pensaría Prigozhin cuando comenzó a comprobar los efectos de una de las dos leyes que nunca había violado (la de la gravedad); la otra era la de la entropía, que señala que veremos a un avión pasar de funcionar a romperse, pero nunca observaremos el movimiento contrario. Treinta segundos dan para mucho, si estás en el dentista o en un avión que se desploma. ¿Se acordaría de la cita que tuvo con Putin en el Kremlin pocos días después de la asonada, cuando éste le dijo que pelillos a la mar, que a cualquiera le puede pasar levantarse con el pie izquierdo, amotinarse y derribar algunos helicópteros de combate? ¿imploraría que no existiese un Dios justo, porque como existiese le iba a esperar una Eternidad de aúpa? ¿lamentaría no haber aprendido a saltar en paracaídas? Si el ruso tiene el equivalente del refrán “mal de muchos, consuelo de tontos”, a poco que hubiese leído algo de Historia sabría que no es el primer caso en el que la ley de la gravedad y la de la entropía se alían para invitar a que haga mutis por el foro a alguien que molestaba. Uno de los primeros políticos en morir en un accidente de aviación fue el presidente de Paraguay José Félix Estigarribia. Estigarribia había sido el gran héroe paraguayo de la guerra del Chaco. Puede afirmarse que sus planes militares fueron determinantes para la derrota boliviana. En agosto de 1939 fue elegido presidente de Paraguay. A los pocos meses Estigarribia decidió que era más fácil gobernar un cuartel que una nación y elaboró una Constitución que le otorgó amplísimos poderes. Tantos que hay quienes afirman que su presidencia se convirtió en una dictadura legal. No tuvo mucho tiempo para disfrutar de todos esos poderes. Murió en un accidente de aviación en septiembre de 1940, al mes de que la Constitución hubiese sido aprobada en referéndum. Muy diferente era el talante del presidente de Filipinas Ramón Magsaysay, un político muy popular y con una gran conciencia social, cuyo avión se estrelló en marzo de 1957 en el monte Manunggal. En noviembre de ese año hubo elecciones que seguramente habría ganado Magsaysay de calle. El vencedor de esas elecciones fue Carlos P. García, que en aquellos momentos era presidente en funciones y había sido el vicepresidente de Magsaysay. La desgracia de unos hace la fortuna de otros. Los dos accidentes que he mencionado fueron probablemente no provocados. Otra cosa ocurrió en 1961 con el entonces Secretario General de NNUU, el sueco Dag Hammarskjöld. En 1960 el Congo se independizó de Bélgica al mando de Patrice Lumumba, un político marxista y carismático. En Occidente existían muchos temores con respecto a Lumumba; uno de ellos era que nacionalizase las minas. En una operación sombría, intereses mineros occidentales y sus gobiernos fomentaron la declaración de independencia de la provincia de Katanga, rica en minerales, por su líder Moise Tshombe. Hammarskjöld era un hombre peculiar. Los Estados le votaron al frente de la Secretaría General de NNUU esperando encontrase con un “sí-señor” y lo que se encontraron fue con un hombre independiente, un hombre de acción, íntegro y con un gran valor moral. Era característico de su personalidad lo que hizo en 1961: partir rumbo a Katanga para mediar en el conflicto, en lugar de quedarse en su despacho leyendo informes. Su avión tuvo un accidente y Hammarskjöld y sus acompañantes murieron. Durante muchos años se especuló si el accidente había sido tan “accidental”. Hace tres años finalmente salió a la luz que, efectivamente, la caída de su avión no había sido accidental. Un piloto mercenario belga a sueldo del gobierno de Katanga había recibido la orden de derribarlo. Y para seguir en el continente africano, la siguiente muerte en accidente de aviación fue la del primer presidente de Mozambique, Samora Machel, ocurrida el 19 de octubre de 1986 en las montañas Lebombo, en la frontera entre Mozambique, Sudáfrica y Lesotho, mientras regresaba de una Cumbre en Lusaka, en la que se había hablado de la liberación de la región. La Comisión de Investigación Margo, establecida por el gobierno sudafricano, concluyó que la causa del accidente había sido un error del piloto. Un equipo soviético que también investigó el caso determinó que se habían utilizado falsas señales de radio para confundir al equipo y hacerle creer en una noche oscura, que se estaba dirigiendo a Mozambique, cuando en realidad iba en dirección a las montañas Lembobo. Las conclusiones de la Comisión Margo resultaron en su día poco convincentes para muchos. Las sospechas de que Sudáfrica tuvo algo que ver continúan, pero no se han encontrado pruebas concluyentes. Tampoco se han encontrado pruebas concluyentes de que fue un atentado el accidente de aviación que le costó la vida al hombre fuerte de Panamá, Omar Torrijos, el 13 de julio de 1981. La versión oficial es que la avioneta que le transportaba se cayó en medio de una tormenta tropical. En 2005 John Perkins en “Confesiones de un sicario económico” afirmó que el accidente fue provocado. Torrijos había entrado en negociaciones con intereses japoneses para que construyeran un segundo canal de Panamá más moderno, lo que hubiera afectado enormemente a los intereses de EEUU en el canal. Confieso que después de haber leído sobre el tema me cuesta determinar si fue accidente o atentado. Desde luego motivos para desear que se muriera por parte de algunos, había. Una de las razones que hizo pensar que podía haber sido un atentado fue que dos meses antes el presidente de Ecuador, Jaime Roldós, también se mató en un accidente de aviación. Roldós era un mandatario preocupado por los Derechos Humanos en una Sudamérica en la que prevalecían las dictaduras militares. Como en el caso de Torrijos, una investigación acelerada despertó dudas, que se han mantenido hasta hoy. Pero la muerte en accidente de aviación más misteriosa de todas es la del delfín de Mao Zedong, Lin Biao, de la que hablé aquí el 18 de julio pasado. Es tan misteriosa que hay quienes han afirmado que todo fue un montaje y que Lin Biao ya estaba muerto cuando el vuelo se estrelló. En aquella entrada ya di mi opinión. Lin Biao, su mujer y su hijo estaban huyendo a la desesperada y cogieron un avión que no estaba preparado. Pudo acabárseles el combustible o pudieron estrellarse por haber calculado mal el rumbo. Pero no se matan en accidentes de aviación únicamente los políticos de izquierdas; las leyes de la gravedad y de la entropía también afectan a los políticos de derechas. El 17 de agosto de 1988 el dictador pakistaní Zia Ul-Haq se embarcó en un C-130 para regresar a Islamabad, después de haber asistido a una demostración del funcionamiento de dos tanques norteamericanos. A estas alturas de la entrada, no sorprenderá si digo que el avión se cayó. Aquí también hubo la investigación chapucera que concluyó que todo había sido un fallo mecánico. Sin embargo, hay tantos puntos oscuros que la hipótesis de un sabotaje resulta muy verosímil. Una de las tesis más originales, aunque con cierta plausibilidad, es que en el último momento se había subido una caja de mangos al avión, que contenía un agente nervioso que anuló a los pilotos y puede que también al resto del pasaje. Pruebas a favor son que los pilotos no mandaron ningún aviso de problemas a la torre, que el avión comenzó a comportarse erráticamente y que no parece que los pilotos hicieran ningún esfuerzo por recuperar el control del avión. Sea como fuere, Zia Ul-Haq tenía tantos enemigos que es dudoso que algún día sepamos cuál de ellos provocó el accidente. Aquí en España también tenemos dos accidentes de aviación importantes de los que el primero especialmente determinó nuestra Historia reciente. El 20 de julio de 1936 el general Sanjurjo se subió al avión para regresar a España desde su exilio en Estoril y participar en la Guerra Civil. En su despegue el avión no pudo superar un muro de piedra que había al final de la pista y se estrelló. El piloto logró sobrevivir, pero Sanjurjo murió. Hugh Thomas en “La guerra civil española” dice que a Sanjurjo le perdió la vanidad. La causa del accidente habría sido un uniforme de gala que se empeñó en llevar y que excedía el peso que podía llevar el avión. Más recientemente el historiador Ángel Viñas ha echado la culpa del accidente al piloto que obró de manera imprudente. Permitir que la avioneta superase el peso máximo permitido fue uno de los muchos errores que cometió. Ese accidente cambió la Historia de España. Los generales alzados habían convenido que Sanjurjo sería el comandante en jefe del bando sublevado. Habiendo acuerdo sobre la jefatura de Sanjurjo, Franco no habría podido convertirse en el generalísimo del bando nacional. Sanjurjo era veinte años mayor que Franco y es dudoso que hubiera optado por instaurar una dictadura personal. Lo más probable es que hubiera restaurado la monarquía al final de la guerra. La otra muerte en accidente de aviación en el bando nacional fue la del general Mola, que se mató mientras volaba de Vitoria a Valladolid el 3 de julio de 1937. Inevitablemente hubo quienes pensaron que el accidente había sido provocado; incluso he leído a un historiador que piensa que los cañones antiaéreos de la Legión Cóndor le podrían haber derribado a propósito. Yo me quedo con la tesis del accidente. La única persona que hubiera podido ordenar el derribo era Franco y no creo que tuviera motivos. A las alturas de 1937 Franco era el líder indiscutible del bando nacional. Mola había perdido muchos puntos cuando en los inicios de la guerra fue incapaz de tomar Madrid. Nada indica que Mola estuviese conspirando contra Franco, sino más bien Mola había aceptado su papel de subordinado. En resumen, si tienes influencia política y muchos enemigos, procura restringir tus viajes en avión. La bicicleta es más sana. Otros temas Tags Dag HammarskjöldEmilio MolaGeneral SanjurjoJaime RoldósJosé Félix EstigarribiaLin BiaoOmar TorrijosRamón MagsaysaySamora MachelYevgueni PrigozhinZia Ul-Haq Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 01 sep, 2023