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Dos caminos divergentes: Myanmar y Tailandia (y 2)

Emilio de Miguel Calabia el

Uno de los terrenos en el que los británicos hicieron más daño fue en el de las minorías étnicas. La identidad étnica era algo de perfiles un tanto borrosos en la Birmania pre-colonial. Uno podía ser mon y vestirse como birmano y utilizar el birmano en su vida pública. Uno podía ser hijo de padre birmano y madre shan y moverse cómodamente entre ambas identidades. Los británicos, como buenos europeos cartesianos, necesitaban catalogarlo todo y, además, catalogarlo en blanco y negro. Uno debía autoasignarse una etnia y no valía decir que los sábados se sentía más karen y los domingos más birmano. De pronto la identidad étnica se convirtió en algo sólido, unívoco e inmutable.

Los británicos introdujeron los censos modernos y en ellos la cuestión de la etnia o, como se decía entonces, la “raza”  se convirtió en algo muy importante. Sin embargo, a pesar de todas sus protestas de cientifismo, los británicos nunca tuvieron muy claro lo que era una raza y la definición fue cambiando de censo en censo. Lo más que se puede decir es que los factores del idioma y la religión tenían un papel importante en la determinación de la raza.

En la solidificación del concepto de raza el censo de 1931, el último que se realizó con Birmania como integrante del Raj británico de la India, tuvo una importancia clave. El censo se quería científico y definitivo y, aunque adolecía de la misma indeterminación sobre el concepto de raza que los censos anteriores, quiso ser sistemático en la determinación de las razas que había. Según el censo, había 135 razas en Birmania. Ese número sería muy importante de cara al futuro, porque a partir de ese momento se creó el mito de que había 135 razas nacionales en Myanmar. Quien no estuviese en esa categoría, no podía aspirar al estatus de raza nacional y sería visto en lo sucesivo como un elemento ajeno.

La cuestión étnica se vería todavía más agitada por otra decisión de los británicos: dividir la administración de Birmania en dos áreas. Las zonas de mayoría bamar, que eran básicamente las llanuras de la cuenta del Irrawaddy, constituyeron la Birmania Ministerial, que se gobernaba como una provincia más de la India y estaban firmemente sujetas a la Administración colonial. Las zonas étnicas, en cambio, constituían las denominadas “áreas fronterizas” o “áreas excluidas”. En ella los jefes étnicos conservaban una buena parte de su poder y la administración era indirecta. Esto no hizo más que ahondar la brecha entre las regiones donde los bamar eran mayoritarios y las regiones donde las minorías étnicas eran mayoritarias. Peor aún: pudo hacer que algunas de las minorías se hiciesen ilusiones de que en el futuro sus destinos irían por un camino distinto que los de los bamar.

Con todo, la cuestión étnica habría podido ir resolviéndose si el país hubiera tenido una evolución normal y los ingleses hubieran dejado de menear las cosas. Pero no hubo una evolución normal. El 15 de diciembre de 1941, las tropas japonesas iniciaron la conquista de Birmania.

Los bamar acogieron a los japoneses como a libertadores, pero varias de las minorías étnicas, especialmente los karen, los kachin y los musulmanes de Rakhine, se mantuvieron firmemente pro-británicos. Lo que querían no era que los japoneses les liberasen de los británicos, sino que los británicos les protegiesen y eventualmente les liberasen de los bamar. Las matanzas interétnicas durante la II Guerra Mundial causarían unos rencores que aún hoy siguen vivos.

En términos de sufrimiento humano fue aún peor lo que ocurrió con los indios, que representaban el 16% de la población del país y que en Yangón eran el 50%. Medio millón de ellos salieron huyendo principalmente a pie, en dirección al estado indio de Assam. Miles de ellos murieron. En la novela “El palacio de cristal” de Amitav Ghosh, hay una descripción muy buena y muy patética de lo que fue este éxodo.

Al término de la II Mundial, los británicos eran conscientes de que más pronto que tarde tendrían que conceder la independencia a Birmania. Lo malo es que algunos oficiales británicos, agradecidos por su ayuda contra los japoneses, habían hecho a los karen promesas de que tendrían un estado independiente, que no estaban avaladas por Londres. Los musulmanes de Rakhine, por su parte, pensaron que se les daría la opción de decidir el destino de aquellos distritos del noroeste de Rakhine en los que eran mayoritarios y tenían claro que su decisión sería la de integrarse en el Pakistán Oriental. Con gran coherencia, los mismos británicos que en la India optaron por la partición del subcontinente, en Birmania escogieron mantener la unión del país.

De esta manera, Birmania iba a nacer a la independencia con la hipoteca de la desconfianza y el resentimiento entre la mayoría bamar y las minorías étnicas. El padre de la independencia, Aung San, consciente de este problema, convocó en febrero de 1947 la Conferencia de Panglong con las etnias Kachin, Chin y Shan. En la conferencia se acordó que las áreas fronterizas dispondrían de completa autonomía para su administración interna; también se acordó la creación de un estado Kachin y se dejó la puerta abierta a la creación de otros estados semejantes. Se trataba de un acuerdo muy sensato, que hubiera permitido realizar la integración de las minorías étnicas en la Birmania independiente.

Birmania es un país que pareciera que le hubiera mirado un tuerto. El 19 de julio de 1947 Aung San y varios de sus camaradas fueron asesinados. Aung San era el único líder bamar que había sido capaz de crear confianza con las minorías étnicas. Con su desaparición se extinguió cualquier posibilidad de un acceso a la independencia armonioso y con un buen entendimiento entre las minorías y la mayoría bamar.

El 4 de enero de 1948 Birmania accedió a la independencia y casi inmediatamente estallaron insurgencias étnicas prácticamente por todo el país. El país mantuvo su unidad de milagro y en el proceso las FFAA vieron su prestigio reforzado. En un contexto en el que los políticos mostraron su incapacidad para llegar a acuerdos y en el que las instituciones funcionaban renqueantes, las FFAA se revelaron como una de las instituciones que funcionaba mejor y tal vez la única capaz de garantizar la unidad nacional.

Las FFAA llegaron a creérselo tanto que en 1962 dieron un golpe de estado y establecieron una dictadura militar que duró hasta 2010. Parafraseando a Napoleón, las bayonetas sirven para muchas cosas, pero no para sentarse en ellas. Tampoco sirven para gestionar un país. El resultado de 50 años de dictadura en términos de desarrollo humano, social y económico ha sido catastrófico y se deja ver en la comparación de estadísticas entre Myanmar y Tailandia.

Y aquí termino, retomando mi argumento inicial: sin las insurgencias étnicas que estallaron poco después de la independencia, posiblemente no se habrían dado las condiciones para que las FFAA se hicieran con el poder en 1962. Si los británicos no hubieran hecho tanto durante la colonia para solidificar y reforzar las identidades étnicas, es probable que todo hubiera sido muy diferente.

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