Emilio de Miguel Calabia el 02 may, 2022 El telediario acababa de empezar. El locutor dijo todo serio que había habido una masacre en… y en ese momento llamó Rebeca, que nunca he conocido a una tía más inoportuna. “Tía, ¿viste ayer la gala de los Óscar?” – No. – No sabes qué fuerte. Estaba el presentador haciendo bromas, cuando va Will Smith sube al escenario y le atiza una hostia que no te imaginas. – ¿Y eso? – Parece que había hecho una broma sobre la alopecia de su mujer. La broma era muy tonta, pero no veas qué pedazo de hostia. Tienes que verlo en youtube, que seguro que lo han subido. Te dejo, que tengo que acompañar a mi madre al otorrino, pero no quería salir sin contártelo. Hasta luego. – Hasta luego. Volví a prestar atención al telediario y ahora salía un alcalde de no sé dónde, hablando de no sé qué comisiones que él no las había cobrado como decía la oposición y que… Apagué la tele. Tenía el tiempo justo para ducharme y cambiarme, pero antes había que ver lo de Will Smith. Pues sí, Rebeca tenía razón. Había sido una hostia impresionante. Cuando tenía seis años, una noche que me quedé con mi abuela, echaron “Lo que el viento se llevó”. Vivian Leigh le pegaba una bofetada a no sé quién y entonces me pareció una pasada, pero lo de Will Smith sí que era la madre de todas las bofetadas. No, de todas las hostias, que suena como peor. Vi la escena como tres veces, porque era de esas cosas que no se te van de la cabeza. Llegué a la cita con Andrés como quince minutos tarde. Ya sabía que lo de youtube me iba a retrasar y luego no me acababa de decidir entre la camisa verde manzana y la burdeos. Los tíos lo tienen más sencillo. Se ponen la primera camisa y el primer pantalón que encuentran en la silla de la ropa y ya está. A Andrés aún le estoy calando. Nos conocimos por tinder y era nuestra tercera cita. Si vamos a ir en serio, que aprenda a ser paciente, que si a los tíos les tratas demasiado bien desde el principio, se te suben a las barbas. Andrés trabaja en un banco y parece que tiene posibilidades de ascender, o al menos eso es lo que dice él. Es alto y delgado y tiene la piel muy blanca, como si se hubiese pasado la vida encerrado en una habitación, preparando oposiciones. Lo que se dice divertido, no es, pero se esfuerza por agradar y es muy considerado. Teniendo el cuenta cada garrulo que hay en tinder, es de lo mejorcito que me he encontrado. Fuimos a un bar con pretensiones de pub inglés, pero que se había quedado a medio camino. Al menos tenía sillones mullidos tapizados en granate y una pantalla de televisión inmensa para los partidos de fútbol. Nos pedimos una coca-cola y una fanta de limón. Ninguno de los dos somos de beber. Andrés no es animado, ni tiene mucha conversación, más allá de los depositos al 3% y los fondos de inversión. Pero prefiero eso a que me hablen de fútbol. Me aburre. – ¿Te has enterado de lo de Will Smith? – ¿De lo de la bofetada? – Sí.- No es mal chico, pero a veces puede ser un poco pánfilo. ¿A qué podía otra cosa estar refiriéndome el día después de la gala de los oscar? – ¿Qué te ha parecido? – Muy mal. Las cosas no se solucionan con violencia. – Se había metido con su mujer. – Bueno, entonces puede tener justificación. – ¿De verdad te parece que un hombre hoy en día tiene que ir en plan caballero andante, porque han ofendido a su mujercita? Oye, que nosotras sabemos defendernos. Si necesitamos que alguien dé una bofetada por nosotros, ya lo diremos. O, mejor, la daremos nosotras mismas. El tiempo de las desvalidas damiselas ya pasó. Andrés se quedó mirándome con sorpresa. Ahora no sabía cuál era la respuesta correcta, la que le permitiría tener acceso al beso, al morreo y a todo lo que yo le quisiera ofrecer esa tarde. Era como uno de esos concursos de la televisión en los que tienes que elegir la puerta que esconde el coche. Y yo era el coche. – Venga, di algo. Tienes que tener una opinión. Hoy todo el mundo hablaba de eso. – Bueno, eso y lo de Ucrania…- El muy cuco estaba intentando zafarse, atrayendo mi atención a un tema menor. A lo mejor le había subestimado y no era tan pánfilo. – Vamos a lo que importa. ¿Tú habrías dado esa bofetada, si se hubiesen metido con tu pareja? Se quedó callado un momento, buscando inspiración para no equivocarse más. – Por mi pareja haría cualquier cosa.- Le animé con la cabeza a que siguiese.- Sí, le habría abofeteado. – Así me gusta. No voy de mujercita débil, pero me encanta que mi pareja dé la cara por mí. Le recompensé con un beso en los labios. Los labios es lo mejor que tiene. Son carnosos y sabe besar muy bien. El primer beso fue para recompensarle y todos los que vinieron después fueron porque me apetecían mucho. Decidí en ese momento que si esta cita salía bien, a la próxima follaríamos. Y la cita salió bien. Me invitó a cenar a un gastrobar y no puso cara rara cuando pedí lo más caro del menú. Cuando salimos del local y antes de montarme en el taxi, más que besos, le di unos morreos que le debieron de dejar claro que en la próxima cita habría función y que viniera preparado. Cuando entré en casa, me sentí pisando nubes que olían a Chanel número 5. Puse la tele. Es una manía tonta que tengo. Me gusta oír voces y creer que hay gente en casa, que a alguien le importa a qué hora he llegado. En la televisión se veía un edificio medio derruido; en primer plano había un cadáver. La apagué al momento. Esta noche no quiero ver cosas desagradables. Esta noche soy feliz. Mis cuentos Comentarios Emilio de Miguel Calabia el 02 may, 2022