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Laos, de todos los lugares

Emilio de Miguel Calabia el

Ya he dicho alguna vez que la novela negra contemporánea necesita de tres elementos para ser exitosa: 1) Un protagonista interesante. Raymond Chandler, el padre de la novela negra, introdujo al detective Philip Marlowe, que es bastante menos refinado que el Hércules Poirot de Agatha Christie y tal vez por eso se adapta mejor a nuestra sensibilidad actual; 2) Un escenario exótico. Las novelas de Agatha Christie solían transcurrir en lugares transitados por la clase alta o por burgueses adinerados. Eso podía atraer en una época más clasista que la nuestra. Hoy la novela negra busca dos tipos de escenarios: o bien clase baja muy baja y muy arrabalera, o bien escenarios exóticos que cobran tanta importancia que casi son un personaje más; 3) Un crimen y si es un poco estrambótico, mejor.

Colin Cotterill en “El almuerzo del forense”, editada por Editorial Amok, demuestra que ha entendido muy bien las reglas de la novela negra contemporánea.

El protagonista de la novela es el doctor Siri Paiboun, un médico de 72 años, que ya está un poco de vuelta de todo y al que han nombrado único forense de Laos. Todo protagonista requiere secundarios un poco fuera de lo normal, que le asistan. Siri los tiene: le han asignado una enfermera imaginativa y voluntariosa y un ayudante que sufre el síndrome de Down. Ambos serán sus puntales más su amigo Sivilai, que es miembro del politburó, y Phosy, un inspector de policía “reeducado” y con principios.

Siri es un personaje atractivo y con el que el lector se puede identificar. La novela negra no funciona si el protagonista cae mal. Siri es un idealista que estuvo con la guerrilla comunista del Phatet Lao en la selva. No acaba de gustarle el régimen que el Phatet Lao ha instaurado tras su victoria en la guerra civil, pero, no siendo ni un trepa ni un rebelde, le basta con que le dejen tranquilo con sus manías y sus rarezas. Siri acepta que la Humanidad es como es y no aspira a cambiarla. Su aportación consiste en tratar de que se haga la justicia al final del día.

Ah, un último rasgo de Siri que se me olvidaba: ve a los muertos y éstos a menudo le dan pistas que le ayudan en la resolución de los crímenes. El recurso a esta herramienta inusual de la criminalística es peligroso, porque es demasiado fácil abusar de él y que lo paranormal se acabe adueñando de la novela. Cotterill sabe contenerse y no exagerar con las apariciones fantasmagóricas.

Laos es un lugar tan remoto y poco visitado que, salvo a Roldán, a nadie se le ha ocurrido utilizarlo ni para ambientar una novela, ni para rodar una película, ni para desaparecer, lo cual es un error, porque Laos es uno de los países más hermosos y menos tocado por el dichoso progreso que conozco. Se nota que Cotterill conoce el país. Acaso al lector tipo sus descripciones del paisaje y el paisanaje le dejarán indiferente, pero a mí me trajeron mucha nostalgia de mis estancias en Laos.

En cuanto a los crímenes… en esta novela Cotterill no se conforma con meter un solo crimen, sino que Siri debe enfrentarse a tres situaciones muy distintas y a intereses muy poderosos.

 

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