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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

La vida es cruel

Emilio de Miguel Calabia el

La vida es cruel, todos somos supervivientes y a veces el amor es lo único que nos alivia, aunque nunca llegue a salvarnos. Éste sería el resumen de los cuentos de Rattawaut Lapcharoensap recopilados en el libro “Turismo”.

“Turismo” es precisamente el cuento más inocuo del volumen. Es la historia de una madre que se está quedando ciega y que desea ir a las islas del Mar de Andamán con su hijo, antes de perder la vista por completo. Sí, éste es el cuento más suave del volumen. Al menos no hay seres humanos dañándose entre sí, ni desastres irrecuperables.

“Farangs” es un cuento en el que aparece un tema recurrente en varios de los cuentos: las ilusiones que uno se hace y que terminan estrellándose contra la realidad. El título alude a cómo denominan los tailandeses a los occidentales. El protagonista, un mestizo de norteamericano y tailandesa, cuyo padre desapareció, se enrolla con una turista norteamericana, que la noche anterior encontró a su novio en los brazos de una prostituta (ya he dicho que los cuentos de Rattawut pueden ser muy crueles). El protagonista ya ha tenido otras historias con turistas extranjeras, pero esta vez siente que es amor verdadero.

El protagonista invita a la chica a cenar a un chiringuito al borde del mar y de pronto aparece allí Hunter, el ex-novio putero, que resulta que no termina de pasar a la categoría de “ex” y que niega el adjetivo de “putero”. Hunter humillará al protagonista y lucirá todos sus encantos cínicos ante la chica.

“- Realmente te has superado esta vez, baby [se refiere al hecho de que se haya enrollado con un tailandés]- le dice a Lizzie ahora.- Pero eso es lo que me gusta de ti. Tu impredicibilidad. Tu perverso sentido del humor. No sabía que te iban los retrasados mudos con cerdos como mascotas [el novio no sabe que el protagonista habla inglés. El protagonista tiene a un cerdo como mascota].

– Jesús.

– Oh, Lizzie- dice, fingiendo ternura y estirándose para cogerle una de las manos.- Te he echado tanto de menos. Detesto cuando simplemente te vas de esa manera. He estado muerto de preocupación por ti. Siento lo de anoche, ¿ok, baby? ¿Ok? Lo siento de verdad. Pero fue solo un malentendido, ¿sabes? Jerry y Billyboy pueden atestiguar mi inocencia. Sabes cómo son las chicas tailandesas cuando andamos por aquí”

Lizzie descubre que más vale canalla norteamericano conocido, que mestizo tailandés por conocer y se deja engatusar… la historia sigue y al final el protagonista tailandés tendrá una pequeña revancha.

“En el Café Lovely” es la historia de dos hermanos pobres, que se llevan varios años de edad. La historia arranca con la muerte aplastante del padre. Vamos, que le cae encima un contenedor encima y lo deja más plano que una hoja de papel. Les vemos en sus pequeñas aventuras: conducir en moto, esnifar pegamento e ir al “Café Lovely”. “Lovely” en inglés significa “encantador” o “adorable”; aquí identifica a un café con putitas jóvenes en la primera planta y reservados en la segunda. Hay algo de desgarrado en este cuento que me hizo pensar en “¿Qué he hecho yo para merecer esto?” de Almodóvar, pero sin el sentido del humor.

“Día de reclutamiento” retrata los nervios del sorteo del servicio militar. Todos sueñan con sacar la tarjeta negra que exime de hacer el servicio. Dos amigos van juntos al sorteo y Rattawut describe perfectamente la historia y la ironía cruel: uno de ellos ya sabe que sacará la tarjeta negra porque sus padres sobornaron al oficial correspondiente.

“Priscila la camboyana” es un cuento tierno y cruel sobre la amistad entre un niño y una niña refugiada camboyana, que lleva en su boca la fortuna familiar en forma de dientes de oro que su padre dentista le insertó antes de que los khmeres rojos entrasen en Phnom Penh. El cuento termina mal, lo que conociendo a Rattawut ya no debería de sorprender a estas alturas.

“No me dejéis morir en este sitio” es la historia de un norteamericano que sufre una hemiplejia y debe irse a vivir a Tailandia con su único hijo, su esposa tailandesa y dos nietos con los que apenas puede entenderse. Es una historia de soledad, de barreras y de incomunicación, que sin embargo termina casi bien. Las últimas palabras del padre en la historia son épicas: “Cierra tu bocaza, niño [le dice a su hijo]. Sólo cállate. Todavía estoy vivo.”

El último cuento del volumen es también el más largo y casi podría categorizarse como una novela breve. Es la historia de un criador de gallos que comete el error de ganar varias veces en la gallera al Pequeño Jui, el mafioso local, un psicópata violento. Duele leer la historia de cómo el criador de gallos va siendo destruido por el Pequeño Jui y cómo su familia y su modesta vida se desmoronan. Todo ello está contado por la voz madura de su hija de quince años.

Leer a Rattawut no es fácil. Cuesta y duele. Pero literariamente es una joya.

 

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