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La dificultad de escribir una segunda parte

Emilio de Miguel Calabia el

Leí en algún sitio que José Ángel Mañas, tras el éxito de “Historias del Kronen”, sintió el pánico escénico de cuando has triunfado con la primera novela y temes mucho decepcionar con la segunda. Algo parecido creo que le ocurrió al filipino Miguel Syjuco, que tras su excelente debut con “Ilustrado”, ha tardado siete años en escribir su segunda novela. Si esto ocurre con la segunda novela de un autor que se ha lucido con la primera, ¿qué no ocurrirá cuando has escrito una obra maestra y el público te pide una continuación?

De los escritores que han abordado dar una continuidad a una obra maestra, el único que salió exitoso de la empresa fue Miguel de Cervantes. Es más, en mi opinión la segunda parte es mejor que la primera. El personaje de Don Quijote tiene aún más matices que en la primera parte, como también los tiene Sancho Panza. Los sucesos que les ocurren en el camino para mi gusto tienen más riqueza y complejidad que los de la primera parte.

Alfonso Mateo-Sagasta ha escrito una excelente novela, “Ladrones de tinta”, en el que el editor de la primera parte de El Quijote, encarga al protagonista que descubra quién ha sido el bellaco que ha escrito el Quijote de Avellaneda. El Quijote de Avellaneda no es malo, pero palidece en comparación con el Quijote original. Su mayor virtud es que causó tanta rabia a Cervantes que le espoleó a terminar la segunda parte, que dejó acabada cinco meses antes de su muerte.

Menos suerte tuvo Dostoyevski con la segunda parte de “Los hermanos Karamazov”. Dostoyevski murió un año después de haber publicado esta obra maestra. En el prefacio a “Los hermanos Karamazov” advierte que es la primera parte de dos y que la segunda parte, que trataría de la vida de Alyosha, es la principal.

Ha habido mucha especulación sobre cómo hubiera sido esa continuación. La tesis más extendida es que Alyosha se habría hecho maestro de escuela, se habría convertido en revolucionario y habría intentado matar al Zar, por lo cual habría sido ejecutado al final de la novela. Algunos creen que esta trama ya la tenía Dostoyevski en la cabeza al comenzar la novela y que prueba de ello es el apellido de los hermanos, Karamazov, muy parecido Karakozov, el terrorista que intentó asesinar al Zar Alejandro II en 1866 y que fue ejecutado por ello. Hubiera sido apasionante, después de ver todas las elucubraciones de Dostoyevski en torno a Dios, el cristianismo y la Iglesia Ortodoxa, haberle visto reflexionar sobre el socialismo revolucionario.

Vikram Seth, que este año cumple 67 años, aún está a tiempo de terminar la segunda parte de “A Suitable Boy”. Es más, debería terminarla, porque Penguin le adelantó 1,7 millones de dólares para que la escribiese. Parece que esta segunda parte se llamaría “A Suitable Girl”. Si el eje de “A Suitable Boy” es la historia de Lata buscando a su futuro marido, en “A Suitable Girl” tendríamos a esa misma Lata, convertida en abuela, buscando a una esposa para su nieto. Igual que “A Suitable Boy” le dio la excusa a Vikram Seth para presentar un fresco de la realidad India en los años 1951 y 1952, la nueva novela le serviría para describir la evolución de la India entre 1952 y nuestros días. Si necesitó 1.449 páginas para contar 18 meses entre los años 1951 y 1952, no quiero ni pensar las que necesitará para relatar el período 1952-2013 (año en que se esperaba que saliera la novela). Empiezo a sospechar que nos quedamos sin continuación.

En el mercantilizado mundo contemporáneo, que se te muera el escritor antes de haber escrito la continuación de su obra maestra, no es ningún problema. Le encargas a alguien que la escriba y santas Pascuas.

“Lo que el viento se llevó” es una de las pocas grandes novelas que llevadas al cine no han perdido. Desde el principio hubo muchos, empezando por la productora MGM, que querían que Margaret Mitchell escribiera una segunda parte. La escena final con Clark Gable marchándose y diciéndole a Scarlett “Francamente, cariño, me importa un bledo” (la traducción es suavecita. El inglés es algo más fuerte: “Frankly, my dear, I don’t give a damn”. Yo lo hubiera traducido con un “me importa un carajo”) y con Scarlett hablando de recuperarle y diciendo que mañana sería otro día, pedía a gritos una secuela. ¿Por qué?, me pregunto. La vida deja muchas cosas inacabadas y muchos grandes amores sin consumar. ¿Por qué no dejar que la novela imite en esto a la vida?

A Margaret Mitchell se le atragantó la celebridad y no quiso tomar parte en nada relacionado con la película. Tampoco quería que le hablaran de secuelas. Murió atropellada por un taxi en 1949 y entonces comenzó la carrera por intentar escribir una segunda parte. Hasta cinco escritores fracasaron en el intento, hasta que Alexandra Ripley publicó en 1991 “Scarlett”, la esperada segunda parte. Lo mejor que se puede decir de “Scarlett” es que vendió muchos ejemplares y que sirvió para confirmar lo de que, salvo con el Quijote, segundas partes nunca fueron buenas.

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