La editorial Altamarea ha publicado en “Asentir o desestabilizar. Crónica contracultural de la Transición” varias reseñas de libros, columnas y entrevistas que Rafael Chirbes realizó en los primeros años de la Transición en distintas publicaciones.
Chirbes se había imbuido de marxismo y había participado en la lucha antifranquista, familiarizándose con las condiciones sociales del extrarradio madrileño. Su compromiso político le valió un encarcelamiento de cuatro meses por asociación ilícita en 1971. Irónicamente, la Transición sería hecha por gente que en general no había pasado por las cárceles franquistas.
Ése es justo uno de los hilos conductores de los artículos: el temor a que la Transición acabase siendo una componenda entre gente que había sido franquista hasta la tarde anterior y trepas de izquierdas dispuestos a todo con tal de colocarse en la nueva situación. Esa preocupación la compartían muchos otros militantes. Uno de sus problemas,- no el único-, es que no tenían un modelo alternativo creíble que ofrecer: muchos eran conscientes de que el comunismo soviético había fracasado y que no era cuestión de ponerse a crear una república soviética española en 1975; los más radicales, exóticos e ingenuos podían enarbolar el modelo maoísta del que realmente no se sabía nada en España más allá de los aforismos del Libro Rojo de Mao, con lo que se le podía imaginar como portador de todas las bondades; el eurocomunismo de Santiago Carrillo era una cosa descafeinada para que una Europa capitalista y satisfecha aceptase el comunismo; el anarquismo seguía siendo el sueño de cuatro idealistas. Se trata de una doctrina muy bonita para teorizar e imposible de aplicar; finalmente la Revolución de los Claveles portuguesa, que despertó sueños de revoluciones sociales entre los revolucionarios patrios y que tras dos años de caos acabó desembocando en una democracia aburrida a la europea. Chirbes sugeriría en vísperas de las primeras elecciones democráticas escoger con amargura y al azar la papeleta de algún partido obrero. Bastantes, seguramente, pensaban como él.
Es en este contexto en el que hay que leer los escritos de Chirbes, donde se entrecruzan tres líneas: el hartazgo con el franquismo y el deseo de que termine cuanto antes; la promoción de jóvenes valores; la crítica a los trepas, que estaban dispuestos a vender sus convicciones para hacerse un hueco bajo el sol en el nuevo régimen.
Empiezo por lo tercero: los trepas y su gran mentor, José María Lara, el creador del Premio Planeta. Decir que a Chirbes le caía mal José María Lara, sería quedarse corto. Si hay un nombre que se repite en sus columnas en negativo es el de José María Lara. Sospecho que cuando habla de “mecenas empresarios que no saben leer”, está pensando en Lara. También está pensando en Lara, – no lo oculta-, cuando saca a colación la observación de un personaje de Bertolt Bretch: “yo no sé lo que es un libro, yo solo sé su precio.” Ahora ya sin circunloquios ni alusiones escasamente veladas, Chirbes lo describe de la siguiente manera en la presentación de los premios Planeta: “… Con su gracejo característico, de esa zafia y chabacana escuela a la que tan acostumbrados nos tiene el país, hizo la apología de la cazurrería entre la veneración de escritores e intelectuales que, «madre, al oro se humillaban»”.
Y sigue la descripción: “… Nos contó la historia de aquel amigo suyo que escribe novelas muy sencillitas y luego, una vez acabadas, las embrolla para que nadie las entienda y la crítica diga que son buenas. Y avisó: para ganar el Planeta hace falta que la novela se entienda (no especificó por quién). Él «no está dispuesto a publicar libros que necesiten un folleto adjunto en el que se explique qué se ha querido decir»”. Pues sí, este hombre al que le gustaban los libros sencillitos mandaba un huevo en las letras patrias.
Chirbes es inmisericorde con él y con los escritores que se avinieron a escribir sencillito para ganar el Planeta.
La primera asaetada fue Mercedes Salisachs, premiada con “La gangrena” en 1975. La ceremonia de entrega de este Premio fue la que dio la excusa a Chirbes para ironizar de la manera que lo hizo. Mal que le pese a Chirbes, “La gangrena” es una novela aceptable y mucho mejor que otras que sorprendentemente (o no tanto) ganaron el Planeta.
Una que quedó finalista en 1976 y que causa sonrojo es “Historia de Elio” de Ramón Tamames. La segunda sorpresa, por orden de importancia, que ha deparado a España; no hace falta que explicite cuál fue la primera. “Historia de Elio” es una novela política en la que en un país que está saliendo de una dictadura y ante el riesgo de una ofensiva reaccionaria, Elio-Tamames frena a los reaccionarios mediante una alocución televisiva. Más que una obra literaria, es un canto al ego del autor. Tampoco resulta mucho mejor “En el día de hoy” de Jesús Torbado, que ganó el Premio Planeta de 1976 y que describe una España en la que la República ganó la guerra. Chirbes ironiza: “… alguien diría que la novela de Jesús Torbado es una incitación a desear que Franco ganase la guerra, porque ¡qué aburrimiento, señor!, ¡qué falta de imaginación!, ¡qué mediocridad!” Algo más potable fue “Autobiografía de Federico Sánchez” de Jorge Semprún, que ganó el Planeta en 1977. Chirbes se muestra muy crítico con esta novela a la que ve con un ajuste de cuentas de Jorge Semprún, que no termina de olvidar sus orígenes nobiliarios, con la burocracia del PCE que le echó de sus filas.
Más allá de Lara y los Premios Planeta, su otra bestia negra eran los best-sellers. Los de aquellos años eran “Odessa” de Frederick Forsyth, “Chacal” también de Frederick Forsyth, “Hombre rico, hombre pobre” de Irvin Shaw, “Papillon” de Henri Charrière… Una prueba de que los best sellers son artículos literarios de usar y tirar es que sin la nota a pie de página que menciona a los autores, habría sido incapaz de dar con ellos. Son novelas de mi infancia que no creo que les suenen a las nuevas generaciones. Ah, bueno, que las nuevas generaciones ya no leen. Las cosas aún puede ser peores de como las anticipaba Chirbes poco después de la muerte de Franco.
Si estos eran los ejemplos de escritura vendida, ¿cuál era la escritura por la que abogaba Chirbes?
En varios momentos Chirbes pasa revista a cuál era el panorama literario español precedente. Lo que había imperado hasta entonces era el denominado realismo crítico, pero se había ido diluyendo por un exceso de planteamientos idealistas y el cisma entre la crítica social que pretendía y sus herramientas estéticas, que no se correspondían. También sucedió que en una sociedad que progresaba y se modernizaba y en la que el final del franquismo empezaba a verse próximo, el realismo crítico dejó de verse como algo que estaba a la última. Los nuevos burgueses demandaban una literatura más lúdica o más refinada. Cuando esa escuela se difuminó, no vino a sustituirla nada. Los representantes del realismo crítico siguieron escribiendo, pero ya como francotiradores y de alguna manera vinieron a dificultar la emergencia de nuevos autores.
De entre los autores en activo en aquellos años, por el que Chirbes parece sentir más admiración es por Juan Goytisolo. De “Señas de identidad” dirá que es “una obra espléndida y redonda”. Considera que es una continuación de “Tiempo de silencio” de Martín-Santos y de la novela que dejó inacabada, “Tiempo de destrucción”. En “Señas de identidad” Goytisolo pasa revista a sus antecedentes personales, familiares y sociales y la conclusión es “miseria”. “… es, sobre todo, una novela de muerte. De agonía y muerte de un pueblo(…) asistimos a la muerte de toda una vieja cultura, de una civilización aplastada por el engaño de los rascacielos (que ocultan la miseria de las chabolas). Muere la sociedad que llevaba en su seno los gérmenes de vida y la sustituye una vieja prostituta maquillada con los afeites del turismo y el desarrollo de los «felices» sesenta.” El adjetivo de “redondo” también se lo aplicará a otra novela de Goytisolo, “Reivindicación del conde don Julián”, de la que elogia su técnica y su forma de destruir “la superestructura sagrada de la sagrada España”.
Este proceso de desmantelamiento de la identidad, que va acompañado de un proceso de desmantelamiento de la estructura novelística, culmina en “Juan sin Tierra” que, en una entrevista que publica el libro, el propio Goytisolo reconoce que pone fin a un cierto tipo de comunicación y señala la despedida.
Otra novela que le entusiasma es la del hermano de Juan, Luis Goytisolo, “Recuento”. Luis intenta, como su hermano, desmantelar la España franquista pero desde un patrón novelístico más tradicional, el de la novela de formación. “Recuento”, que es la primera de las cuatro novelas que conformarán la tetralogía “Antagonía”, fue muy aclamada por la crítica, pero no tuvo tantos lectores como las obras de Juan Goytisolo y acabó cayendo en un cierto olvido. En la distancia, resulta irónico leer las palabras con las que Chirbes terminó su reseña: “El tiempo irá, sin duda, desvelando el verdadero peso específico de esta espléndida novela”. Lo que el tiempo desveló fue cómo novelas espléndidas pueden caer en el olvido.
Chirbes también comenta la segunda novela de la tetralogía, “Los verdes de mayo hasta el mar”, que apareció en 1976. Se trata de una novela más experimental, pero menos totalizadora que “Recuento”. Es una novela que habla de lo literario, del fracaso, del sexo… Muchos críticos la han considerado como la más significativa de las novelas de la tetralogía.
La poesía apenas tiene lugar en las críticas de Chirbes. Por eso resulta especialmente interesante una entrevista que le hace al poeta Ángel González. González duda de que existiera realmente una generación de 1950; más bien hubo poetas que por los mismos años comenzaron a publicar poemarios que se apartaban de la poesía social precedente. Aun cuando pudieran simpatizar con ellos, constataron que la capacidad de la poesía para incidir en la realidad no era tan grande como habían pensado. Si uno compara al Chirbes de estas reseñas con el Chirbes mucho posterior de los “Diarios” y la crítica literaria que hace en ellos, uno sospecha que el propio Chirbes acabó dudando del poder transformador de la poesía.
El libro contiene muchas, muchas más cosas de las que no he hablado y es muy recomendable, como todo lo que escribió Chirbes.
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