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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Los reyes del budismo (2)

Emilio de Miguel Calabia el

(Estatua moderna de Anawratha, dando órdenes con cara de cabreo)

La historia religiosa de Myanmar habría sido muy distinta si no hubiese sido asesinado el gran líder Aung San en vísperas de la independencia. Aung San quería un Estado que no interfiriera en los asuntos religiosos. Según sus palabras: “Debemos dibujar una línea clara entre la política y la religión, porque no son la misma cosa. Si mezclamos religión y política, ofenderemos al mismo espíritu de la religión.” El borrador constitucional de 23 de mayo de 1947 proclamaba que “La Unión observará neutralidad en cuestiones religiosas.” No obstante había otros que no veían así las cosas y que introdujeron en otro párrafo el deber de estado de proporcionar ayuda material y moral a las instituciones religiosas.

Acaso uno de los grandes infortunios de Myanmar,- y ha tenido muchos-, sea que el Primer Ministro que gobernó la mayor parte del período democrático fue U Nu. U Nu y su círculo no creían en la neutralidad del Estado en materia religiosa. La nueva Constitución de 1947 declaró que “el Estado reconoce la posición especial del budismo en tanto que es la fe profesada por la gran mayoría de los ciudadanos de la Unión.” No obstante, la Constitución no fue más allá y mantuvo los principios de la neutralidad en materia de fe y de la laicidad del gobierno.

U Nu era un hombre profundamente religioso y pensaba que desde su cargo de primer ministro tenía que promover el budismo, como habían hecho los reyes del pasado. Además del budismo, U Nu era devoto de los nat. Durante su mandato, solía retirarse al Monte Popa, la morada de los nat, para meditar y tomar decisiones basadas en el culto a los nat. Para atraerse su favor, U Nu les construyó dos templos nacionales y plantó vastos terrenos de cocos, porque allí los nat encontraban su morada.

Muchos lo consideraban un bodhisattva. Él mismo dijo inicialmente que sería primer ministro por un breve período porque quería dedicarse a la práctica del Dhamma. En su opinión el 80% de los problemas del país estaban causados por la apatía hacia la religión. U Nu pensaba que la práctica del budismo era un requisito para ejercer un cargo público y utilizó su cargo para promover el budismo en el país.

Sus políticas religiosas resultaron ser un desastre. Favoreció la aparición del faccionalismo religioso, las minorías entraron en rebelión al ver que se les intentaba imponer el budismo e incluso hubo conflictos en el seno del budismo. U Nu trató de recuperar el vínculo entre budismo y nación defendido por U Ottama. U Nu ingenuamente había pensado que el budismo podría servir de baluarte contra el Islam y el comunismo y buscó la declaración del budismo como religión oficial del Estado. Estableció un Ministerio de Asuntos Religiosos para apoyar y proteger a la religión. Pero además de eso, el Ministerio sirvió para controlar el monacato.

A pesar de que en los meses previos las minorías étnicas se habían opuesto con acritud a la declaración del budismo con religión del Estado, U Nu siguió adelante con sus planes de enmendar la Constitución para oficializar el budismo como religión estatal. La Ley de la Religión Estatal de 26 de agosto de 1961 consagró la oficialización del budismo como religión estatal. Como consecuencia de esta oficialización, el Estado debería, entre otros, honrar a las tres joyas del budismo (Buda, Dhamma y Sangha), protegerlo de todos los peligros, incluidos los insultos y las falsas representaciones y preservar los textos del canon. Para suavizar las protestas de las minorías, en septiembre intentó que se aprobase una enmienda que protegía sus derechos y privilegios. Al final no satisfizo a nadie, que es lo que suele ocurrir en este tipo de situaciones. Los budistas vieron como una amenaza los intentos de aplacar a las minorías y éstas tampoco estaban 100% convencidas con la nueva legislación.

En éstas estaba el país (había muchos más conflictos aparte de los religiosos a los que me he referido) cuando el general Ne Win dio un golpe de estado en marzo de 1962 e implantó una dictadura que duraría casi 40 años. Ne Win más que budista y genuinamente religioso, era ante todo un hombre muy supersticioso. Y también un hombre muy pragmático, que entendió que podía utilizar el budismo como una fuente de legitimidad política.

Inicialmente anunció que el gobierno se mantendría neutral en asuntos religiosos y no apoyaría a una religión por encima de las demás. Pero pronto su gobierno comenzó a controlar, regular e interferir en la vida religiosa. Al Ministerio de Asuntos Religiosos le añadió un Departamento para la Protección y la Promoción de la Religión. El primero se dedicó a la promoción del budismo, mientras que el segundo regulaba y hasta microgestionaba las religiones minoritarias. Ne Win trató de suprimir el culto a los nat y marginó al cristianismo y al Islam, a los que consideraba religiones extranjeras a Myanmar.

 

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