Emilio de Miguel Calabia el 25 mar, 2023 (Aquí Legazpi convirtiéndonos en una potencia indo-pacífica) A medida que avanzaba el siglo XVI, resultaba evidente la interrelación entre el Indo-pacífico, fuente de productos que podían venderse con provecho bien en Europa (las especias), bien en África (los textiles de Gujarat) y que eran comprados con el oro de África. Angola servía de fuente de esclavos que podían proporcionar la mano de obra necesaria para desarrollar el potencial agrícola de Brasil, la tercera pata de este esquema. También, a medida que avanzaba el siglo y tal vez por imitar a España, hubo voces que abogaron por la expansión territorial como fórmula colonial, en lugar de los enclaves comerciales. Tres vías se le presentaban a Portugal: 1) Concentrarse en el norte de África, que estaba a dos pasos de casa y donde el sueño de crear un gran imperio terrestre no había desaparecido del todo. Aunque esta vía se desechó, más adelante la retomaría el rey Don Sebastián con los desastrosos resultados que se saben; 2) Centrarse en el Indo-pacífico continuando con esa combinación tan peculiar de comercio y guerra que los portugueses practicaron desde el primer momento; 3) Dirigir la atención al Atlántico, para desarrollar el potencial agrícola de Brasil utilizando a los esclavos procedentes de Angola. Por unos años, Portugal pudo mantener su posición preeminente en las rutas comerciales indo-pacíficas que le interesaban, pero sus vulnerabilidades eran demasiadas y el imperio indo-pacífico empezó a resquebrajarse cuando las cosas comenzaron a venir mal dadas en la segunda mitad del siglo XVI. Enumeraré los hechos que acabaron con la preeminencia portuguesa: 1) La colonización de Brasil, cada vez más prometedora, detrajo hombres y recursos. Simplemente, Portugal carecía de medios para acometer simultáneamente la empresa brasileña y el mantenimiento y expansión de su imperio indo-pacífico; 2) Cambios geopolíticos, que caían fuera del control de los portugueses: los otomanos volvieron a interesarse por el Índico a partir de 1535; el sultanato de Aceh se convirtió finalmente en una potencia de primer orden en la región, tanto en lo comercial como en lo militar; los crecientes desencuentros con la Persia safávida que a partir de 1587, bajo el reinado de Abbas I, comenzó a ver con malos ojos la presencia portuguesa en Ormuz; a partir de la década de los ochenta del siglo XVI, Japón empieza a volverse más antioccidental y anticristiano. Esta tendencia se reforzaría a comienzos del siglo XVII y haría que los portugueses dejasen de ser una potencia comercial en Japón. Su papel sería tomado por los holandeses; finalmente, más cerca de casa, en el norte de África aparecieron los belicosos Sa’dis, que comenzaron a amenazar los enclaves portugueses en la región; 3) Cambios en las rutas comerciales: la emergencia en el golfo de Bengala de dos nuevos poderes, Arakan y Toungoo alteró los patrones comerciales en la región en detrimento de los intereses portugueses; se recuperó la ruta levantina de las especias, sobre la que los portugueses no ejercían ningún control. Lo que finalmente causaría el hundimiento del imperio asiático portugués fue la irrupción de ingleses y holandeses en la región. A ello me referiré después. Antes tenemos que ver cómo fue la actuación española en Asia. El colonialismo español se distinguió del portugués en tres cosas: 1) Era territorial. Buscaba conquistar territorios; 2) Aunque ambos eran católicos y decían que su principal objetivo era ganar almas para la Iglesia, los españoles se lo creyeron más y la conversión de los paganos y la lucha contra el Islam jugaron un papel mayor en sus objetivos geopolíticos; 3) La Corona española, más fuerte que la portuguesa, logró ejercer un control sobre sus mercaderes y establecer el monopolio de la Casa de la Contratación de Sevilla de una manera que los portugueses sólo podían soñar. Que los españoles optasen por un imperio territorial y no por el establecimiento de enclaves comerciales se debió a su mayor peso demográfico y a las condiciones en que se produjo la conquista de América. Las diferencias tecnológicas, especialmente en tecnología militar, entre los españoles y los aztecas y los incas eran mucho mayores que las que existían entre portugueses e imperios asiáticos. La conquista de estos imperios sí que era una opción practicable frente a lo que sucedía en Asia. Además, los virus que los españoles llevaron inadvertidamente a las Américas ocasionaron un desastre demográfico que, entre otras cosas, rompió los tejidos sociales existentes y facilitó que los españoles pudieran reemplazar a las élites preexistentes e imponer sus propios modelos. Cuando los españoles llegaron a Asia, no pocos de ellos traían el recuerdo de la experiencia americana y el afán de repetirla. España llegó a Asia con mucho retraso con respecto a Portugal. El Tratado de Tordesillas, cuya esencia fue ratificada por el Tratado de Zaragoza de 1529, vedaban a los españoles las rutas del Océano Índico. Si querían alcanzar Filipinas y las Molucas o islas de la Especiería, tenían que hacerlo atravesando el Pacífico. El problema no era llegar a Filipinas y las Molucas; el problema era regresar a América. Esa cuestión no se resolvería hasta 1565, cuando Andrés de Urdaneta descubrió la ruta del tornaviaje. Sólo a partir de ese momento pudieron los españoles instalarse en Filipinas. Miguel de Legazpi, que fundó Manila en 1571, pensó en crear una colonia de poblamiento. Pero en Nueva España ya había carencia de mano de obra y pronto se comprobó que económicamente Filipinas no era rentable. La solución que se dio a esa falta de rentabilidad fue la inserción en el comercio chino y la creación de la ruta Manila-Acapulco, que llevaría a América productos chinos que vender allí o incluso en la Península y en el camino de vuelta transportaría plata para pagar los gastos de la colonia y participar en el comercio con China. Inevitablemente, hubo quienes vieron en Filipinas un trampolín para lanzarse a la conquista de Asia. ¿Acaso no había servido Cuba de base para la conquista de México 50 años antes? Manel Ollé, en “La empresa de China”, un libro que comenté aquí en abril de 2018, cuenta cómo los españoles de aquellos años previos al desastre de la Gran Armada, estaban convencidos de que podían con todo y de que conquistar China con sesenta buenos soldados españoles (sugerencia del escribano Hernando Riquel) era pan comido. Como aún había algo de sentido común en Manila, la empresa más osada que acometieron los españoles en el Asia continental fue la conquista de Camboya, que les salió bien durante unos pocos años. El resto de las empresas fueron marítimas: isla de Formosa, norte de la isla de Borneo, la isla de Ternate en las islas Molucas… Pero este período de expansión marítima terminó pronto. Los holandeses hicieron su aparición en el Indo-pacífico y para 1630 los españoles habían pasado a la defensiva. 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