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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

El verdadero Juego de Tronos: los Plantagenet

Emilio de Miguel Calabia el

Entiendo que la gente se haya enganchado a Juego de Tronos. Lo tiene todo: lucha despiadada por el poder, crueldad, batallas, sexo, los más bajos instintos, personajes memorables que nunca está asegurado que vayan a sobrevivir hasta el final del episodio. Pero no hacía falta irse a una serie de ficción para tener todo eso. Bastaba con leerse un buen libro de Historia sobre la familia Plantagenet. Y eso es lo que ha hecho Daniel Fernández de Lis en “Los Plantagenet”.

Los Plantagenet fueron una de las grandes familias medievales. Están en la base de la Inglaterra moderna y fueron los causantes de esa guerra tan larga que se llamó de los Cien Años, aunque realmente duró algunos más.

Aunque los Plantagenet propiamente dichos empiecen con la boda de Enrique II con Leonor de Aquitania, Fernández de Lis tiene el buen juicio de empezar con Guillermo el Conquistador (más conocido como “el bastardo” hasta que conquistó Inglaterra y la gente consideró más sensato pasar por alto sus orígenes).

La conquista de Inglaterra por Guillermo el Conquistador en 1066 tuvo unas consecuencias históricas enormes. Hasta ese momento, Inglaterra había sido un reino sajón relativamente marginal en Europa. Guillermo el Conquistador y más tarde los Plantagenet intentarían hacer de ese reino marginal un imperio que amalgamase Inglaterra y Francia. Y hubo momentos, especialmente con Enrique II y con Enrique V y Enrique VI, que pareció que podrían conseguirlo.

Como dije, los Plantagenet no hubieran desentonado en Juego de Tronos. Su patrimonio genético era complicado y tan pronto producía reyes enérgicos, que vencían en (casi) todas las batallas y a los que no había quien les tosiese, como reyes debiluchos, que se dejaban mangonear por sus condes y que, a menudo, era unos fanáticos religiosos. Tanto los reyes variante macho alfa como los reyes blandengues compartían un rasgo de carácter: la tendencia a los súbitos estallidos de cólera en los que no dejaban títere con cabeza.

Por si los genes complicados no les bastasen, a los Plantagenet les ponía casarse con mujeres de armas tomar y lo de armas tomar en la Edad Media había que tomarlo literalmente. Tenemos por ejemplo a Isabel de Angoulema, que era una de las mujeres más hermosas de su tiempo. Dicen las malas lenguas que Juan sin Tierra le había echado el ojo cuando tenía la tierna edad de nueve años. Como quiera que fuese, cuando la joven tenía catorce años, Juan la raptó, a pesar de que era la prometida de Hugo IX de Lusignan. Dio la patada a su mujer, Isabel de Gloucester, y se casó con esta otra Isabel. Añaden las malas lenguas que los primeros meses el Rey descuidó los asuntos de gobierno, ocupado como estaba en retozar con la moza hasta el mediodía. Y mucho debieron de retozar, porque tuvieron cinco hijos.

Cuando Juan sin Tierra murió, Isabel de Angulema mostró que era algo más que una niña mona de 30 años. Para empezar, se apresuró a cononar a su hijo, que aún era menor, el futuro Enrique III. Al año siguiente dejó a su hijo en manos de un regente y partió a Francia para hacerse cargo del condado de Angulema. En 1220 se casó con Hugo X de Lusignan, el hijo de su antiguo prometido. Parece que originalmente Hugo X iba a casarse con la hija de Isabelle, Joan, pero decidió que prefería a la madre. Con Hugo Isabelle también tuvo que retozar lo suyo, porque le dio nueve hijos.

El matrimonio cabreó bastante al Consejo del Rey en Inglaterra, porque no había pedido su autorización. En represalia le confiscó las tierras y dejó de pasarle la pensión a la que tenía derecho como reina viuda. No sabían con quién se estaban metiendo. Isabelle replicó que si el Consejo no rectificaba no dejaría a su hija Joan, cuya mano la Corona de Inglaterra había prometido al Rey de Escocia, salir de Francia. Para evitar un incidente diplomático, el Consejo acabó tragando.

A Isabelle, que había sido reina de Inglaterra, lo de ser condesa en Francia le sabía a poco. En 1241, en un viaje a la Corte del Rey de Francia, se sintió esnobeada por la reina madre Blanca de Castilla. Allí donde nosotros nos hubiéramos tragado el feo sin más, Isabelle organizó una conspiración con otros nobles del sur y el oeste del país, para crear una confederación que apoyase a Inglaterra en contra del rey de Francia. Y de paso le instó a su hijo Enrique III a que se diese un paseíto por Francia con unos cuantos miles de soldados. Cuando sus tejemanejes fueron descubiertos, hizo lo obvio: intentar envenenar al Rey de Francia. Terminó sus días en una abadía en la que se había refugiado. Quién sabe qué más trastadas habría hecho de haber seguido con vida.

Me he extendido sobre Isabelle de Angoulema, porque me hace gracia, pero para mujeres complicadas que se desposaron con los Plantagenet, ninguna como Leonor de Aquitania.

Leonor de Aquitania era hermosa, culta, tenía carácter y propiedades. Enrique II cayó prendado de ella y no le importó que fuese 9 años mayor que él. Tampoco le importó otro pequeño detalle y es que hasta dos días antes había sido la esposa de Luis VII de Francia con el que había tenido dos hijas. La historia del matrimonio entre el pío y carca Luís VII de Francia y la rebelde Leonor daría para mucho, pero prefiero centrarme en su convulso matrimonio con Enrique II.

El matrimonio entre Enrique II y Leonor de Aquitania fue cualquier cosa, menos tranquilo, o sea como la mayor parte de los matrimonios, con la diferencia de que ambos tenían caracteres volcánicos y una gran ambición de poder. El matrimonio funcionaba a trancas y barrancas. En las barrancas produjeron ocho hijos y en las trancas, se daban patadas por debajo de la mesa. Una descripción muy buena de lo que debían de ser sus relaciones, aunque posterior en el tiempo, es la excelente película “El león en invierno” en la que Peter O’Toole interpreta a Enrique II y Katherine Hepburn a Leonor.

Las relaciones entre ambos cónyuges se deterioraron irremediablemente a mediados de la década de los sesenta del siglo XII, cuando Enrique se encoñó con la hermosa Rosamund Clifford. Fernández de Lis no cree que los celos fueran la causa determinante de la ruptura porque en la Edad Media (y prácticamente en cualquier época posterior), cuando te casabas con un rey, los cuernos se daban por supuestos. Fernández de Lis, piensa que lo que llevó a Leonor a irse de Inglaterra fue que quería atender su ducado de Aquitania, que estaba un poco descuidado. La interpretación de Fernández de Lis suena muy plausible, pero siempre he defendido el poder de las gónadas en la Historia. La ambición de poder está muy bien, pero el mejor de los planes se puede venir abajo porque tenías un ataque de cuernos y reaccionaste como no hubieras debido.

En 1173 el príncipe heredero, Enrique III, se mosqueó con su padre (bueno realmente llevaba muchos años mosqueado) porque éste iba a ceder la propiedad de tres castillos a su hijo Juan como dote matrimonial. La criaturita no tenía más que seis años, pero así funcionaban las cosas en las familias reales medievales. Enrique III buscó refugio en la Corte francesa y hete aquí que sus hermanos Ricardo y Godofredo se le unieron. Enrique II inmediatamente comprendió que su esposa Leonor estaba detrás de la rebelión de sus hijos. Leonor con esta jugada rizó el rizo: se había aliado con su ex-esposo Luis VII, a quien en su día le puso los cuernos, en contra de Enrique II, que se los había puesto a ella. ¿Juegan o no un papel las gónadas en la Historia?

Leonor no las tenía todas consigo de que la rebelión en contra de Enrique II que había fomentado fuese a triunfar. Temiendo que la hicieran prisionera, se disfrazó de hombre y huyó a París a uña de caballo. Durante su huída fue reconocida por hombres de Enrique II y fue detenida y encerrada en el castillo de Chillon. Leonor pasaría los siguientes 16 años sometida a detención con altibajos en cuanto su severidad.

Dicen que Enrique II estaba realmente enamorado de Rosamund Clifford, tanto que deseaba que Leonor le concediese la anulación para casarse con ella. Pero no pudo ser. Rosemund murió en 1176 a los 26 años. Cómo sería la fama de Leonor, que hay quién ha afirmado que la hizo envenenar. Pues, igual.

Enrique II murió en 1189, enfermo, constatando que todo lo que se había pasado la vida construyendo se desmoronaba a su alrededor. Las desgracias de los unos son las fortunas de los otros. La muerte de Enrique II fue un golpe de suerte para Leonor, que se vio liberada de su cautiverio. Mejor todavía, como su hijo Ricardo I, el denominado “Corazón de León”, porque “Cabeza de Chorlito” sonaba menos solemne, Leonor se encontró gobernando Inglaterra y firmando los papeles como Leonor, Reina de Inglaterra.

Aún seguiría dando la guerra unos cuantos años más y moriría en 1204. Sospecho que quien la dio sepultura tenía un perverso sentido del humor. Para empezar la enterró junto a Enrique II, algo que no creo que ninguno de los dos hubiese apreciado. Para mayor recochineo, en la escultura yacente la representó leyendo una Biblia. Habría sido más propio representarla blandiendo una espada.

Todo esto y mucho más aparce en el libro de Fernández de Lis. Recomendable para el que se haya terminado ya todos los libros de “Juego de Tronos” y ande con mono de más.

 

 

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