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El otro padre de Pakistán (3)

Emilio de Miguel Calabia el

La conquista de Trípoli por Italia en 1911 y las guerras balcánicas en las que el Imperio Otomano perdió casi todo lo que le quedaba de sus posesiones europeas, representaron un shock para Iqbal al igual que para muchos musulmanes. El Islam llevaba doscientos años sufriendo derrota tras derrota a manos de las potencias occidentales. El Imperio Otomano era uno de los pocos estados musulmanes independientes que quedaban y el único que podía ser considerado como una potencia, aunque fuese venida a menos.

Para un musulmán indio, la derrota de Turquía era más trágica todavía porque venía a añadirse al declive del Islam en la India. Durante doscientos años la mayor parte del subcontinente había sido gobernada por el imperio mogol de religión musulmana. Los musulmanes indios se habían acostumbrado más o menos a ser gobernados por los británicos cristianos, que les miraban por encima del hombro, pero les dejaban practicar su religión. Más jodido era ver que los hindúes levantaban la cabeza y que la cultura indo-musulmana que había predominado durante siglos y se había expresado en persa y urdu iba dando paso a otra cultura de raigambre hindú y que se expresaba en hindi e inglés.

Es con esas consideraciones en la cabeza como hay que leer los poemas “Shikwa” (“Lamento”) y “Jawab-e-Shikwa” (“Respuesta al lamento”). El primero es de 1909 y el segundo de 1913. Ambos le catapultaron a la fama entre la comunidad indo musulmana como poeta en urdu y como apologista del Islam.

“Shikwa” es un lamento por la decadencia del Islam. En él, Iqbal exalta a los musulmanes: sus gestas fueron hechas “por la grandeza de Tu nombre”. Sin embargo, los infieles están en alza, mientras que los musulmanes han entrado en decadencia: “Los ídolos en los templos dicen: “Los musulmanes se han ido” (…) Los infieles se burlan, ¿tienes o no sentimientos? ¿Te importa o no Tu propia unicidad? (…) Nos hemos ido, otros se han apoderado del mundo. (…) Es indignante que los infieles sean recompensados con huríes y palacios y los pobres musulmanes son aplacados con sólo la promesas de las hurís. Nos han privado de nuestras gracias y favores de antaño. Cuál es el problema por el que hemos sido privados de nuestros antiguos honores.” Allah resulta ser poco de fiar. Parece que se haya olvidado de aquéllos que lo dieron todo por él: “De acuerdo con que el Amor no tiene su elegancia de antaño, también nosotros puede que hayamos extraviado el sendero del Amor, también hemos perdido el corazón incansable como la brújula y puede que hayamos perdido la observancia fiel de los preceptos. También tú has cambiado la amistad entre nosotros y los otros. Es difícil decir sino que tú también eres desleal.” El poema suscitó bastante polémica por la manera aparentemente irrespetuosa con la que Iqbal se dirigía a Dios.

Cuatro años después, dio a conocer “Jawab-e-Shikwa”, que es la respuesta que Allah da al primer lamento. “Jawab-e-Shikwa” quiere ser una relectura optimista y esperanzada de “Shikwa”. Es casi seguro que Iqbal con el poema también trató de desviar las críticas que se le habían hecho de impiedad y hasta de blasfemia por su poema de 1909.

En “Jawab-e-Shikwa” Allah comienza diciendo que el hombre no conoce los designios divinos y sin embargo se muestra arrogante. Los musulmanes, que tanto se quejan, se han vuelto tibios. “Ahora consideráis un esfuerzo rezarme al inicio del día, vuestro sueño matutino es mucho más dulce, y sin embargo queréis parecer fieles. Las asperezas del ayuno oprimen vuestra naturaleza, que ahora se ha vuelto libre, tales son vuestras maneras y todavía diréis que me amáis.” Y a partir de ahí, Allah no deja de dar caña a sus seguidores, indicando que si se hallan postrados no es por culpa de los infieles, sino por sus propias acciones. Algunas de las lindezas que Iqbal lanza a sus correligionarios son: “Sois los más incompetentes en conocimiento y en valía”; “Ataúdes ancestrales hace tiempo enterrados son vuestras únicas mercancías”; “Os habéis mostrado expertos en excavar tumbas para sacar provecho”. Los musulmanes se han adocenado, se han hecho expertos en mirar al pasado y, el peor pecado, se han dividido: “Os habéis dividido en incontables sectas, en clases superiores e inferiores, ¿y aún pensáis que el mundo os concederá sus regalos?” Les importan más sus pequeños localismos que el universalismo del Islam: “Os conocen como Syed, y mogol y os llamáis pashtunes; ¿pero podéis reclamar verdaderamente el nombre de musulmán?” Los musulmanes han quedado rezagados y en unos versos un pelín racistas Iqbal dice: “Habéis aprendido de los cristianos vuestras modas, vuestra cultura de los hindúes, ¿cómo puede ser que los musulmanes causen vergüenza incluso a los judíos?” Allah recuerda cómo eran los musulmanes de antaño: valientes, intrépidos, sinceros, sin miedo, justos e imparciales… Allah les recuerda sus hazañas y sus conquistas. Sus sucesores se les parecen tan poco, que no merecen el apelativo de “musulmanes”.

El poema termina con un tono optimista. Las pruebas actuales servirán para endurecerlos. Allah los necesita: “Todavía no han visto las demás naciones vuestra verdadera valía, el reino del Ser os necesita para perfeccionar esta tierra. Si algo todavía mantiene vivo al mundo es vuestro celo impetuoso, alzaréis la estrella que le guía y modelaréis el bien común”. El poema termina con una promesa de dominio si son fieles a Allah y a su Profeta: “Sed fieles a mi Mahoma y me habréis conquistado, el mundo no es nada, mandaréis en mi Cálamo del Destino.”

La I Guerra Mundial supuso otro aldabonazo para Iqbal. A pesar de todo, había mantenido su respeto por Occidente y su modernidad y su superioridad científica y material. La I Guerra Mundial le mostró la peor cara de Occidente, su capacidad para la autodestrucción. Un poema suyo de estos años, ironiza: “Occidente desarrolla nuevas habilidades maravillosas en este como en muchos otros campos. Sus submarinos son cocodrilos. Sus bombarderos llueven destrucción desde los cielos. Sus gases oscurecen el cielo. Ciegan al ojo que ve el sol del mundo. Envía a este viejo estúpido [el viejo estúpido es el Ángel de la Muerte, que podría actualizar y perfeccionar sus métodos en Occidente] a Occidente a aprender el arte de matar rápido y bien.”

Más en serio, en una conferencia pronunciada más de 15 años después de la guerra, advirtió que el gran error de Occidente había sido la separación Iglesia y Estado, que había conducido al materialismo ateo. Ahí estaba la raíz de la I Guerra Mundial. No termino de ver lo que tiene que ver el ateísmo con la lucha por la hegemonía y los errores diplomáticos que condujeron a la I Guerra Mundial. Si estaba pensando que el concepto de Cristiandad (la versión cristiana y medieval de la Ummah musulmana) hubiera servido para mantener unidas a las naciones cristianas y evitar el conflicto, se equivoca de parte a parte. El concepto de Cristiandad y la unión entre la Corona y el Altar no impidieron el saco de Constantinopla por los cruzados en 1204, ni la guerra de los Cien Años, ni las guerras por Sicilia entre angevinos y aragoneses.

 

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