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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Mentirosos (y 2)

Emilio de Miguel Calabia el

Sin embargo, la fabulación no le dejó del todo contento. Había utilizado su paso por Kiel como trabajador voluntario en el Reich alemán,- elemento de su biografía del que no estaba orgulloso-, y lo había unido a su ficticio paso por Flossenbürg. No obstante, sus conocimientos del campo eran endebles. Por ejemplo, creía que los ingleses eran quienes habían liberado el campo, cuando habían sido los norteamericanos. La mentira necesitaba que la perfilaran un poco más.

A finales de los 90, el Marco “deportado” resurgió. Hubo varios motivos. El primero fue que le quedaba poco de vicepresidente de la FAPAC y el culo de mal asiento que era precisaba de nuevas actividades. El segundo, que los deportados que quedaban se estaban muriendo o estaban muy mayores. Había, pues, menos testigos directos que pudieran desvelar su engaño. Con su personaje mejor perfilado que 20 años antes, Marco dirigió en abril de 1999 una carta en la que criticaba la película “La vida es bella” de Roberto Benigni. La carta, hay que reconocer que es profunda y está bien escrita: “¿La vida es bella? No siempre. (…) Es una sensación de rechazo que no acabo de determinar [se refiere a la película de Benigni], ya que, a pesar de todo, debo convenir que en mi caso logré sobrevivir gracias a la conciencia de que la vida es esencial, independientemente de su circunstancia, de que la vida hay que soñarla bella y que había que saltar, volar sobre los alambres y las barreras cuando no existía opción de evasión real.” Marco continúa resumiendo las penalidades por las que pasó y dice: “Sigo sintiendo el orgullo de haberme negado al aniquilamiento, de haber ganado la partida, de que sigo viviendo y sintiendo que la vida es bella a pesar de todo. De quien sea. Sí, es cierto , he notado un malestar incómodo, quizás irrazonable en quien ha tenido unas vivencias tan próximas al mensaje de la película. Quizá tenga que volver a verla con permiso de mi estómago.” Marco acababa de encontrar su voz de “deportado”. Uno lee la carta y se olvida de que todo comenzó con el comentario sobre la película de Benigni. Lo que a uno se le graba es que acaba de leer las palabras de un deportado.

Esa primavera fue a conocer en persona Flossenbürg y recopiló todos los folletos y libros sobre el campo, que pudo. A medida que profundizaba en ellos se dió cuenta de que había dado en la diana. Apenas había nada escrito en España sobre ese campo tan secundario. Además, Flossenbürg tenía varios subcampos muy dispersos, por lo que si uno de los pocos supervivientes españoles del campo afirmaba que no le conocía, siempre podía justificarse diciendo que estaba en un pabellón diferente.

Marco comenzó a frecuentar las reuniones anuales que las autoridades del Memorial de Flossenbürg organizaban para los supervivientes. Las autoridades le trataban como a un deportado más y él se comportaba como uno; incluso hizo algún amigo entre los supervivientes. En palabras de Cercas: “Todo esto le permitió identificarse con el campo, con los supervivientes del campo, consigo mismo como superviviente del campo. Fue una identificación completa, radical: para entender a Marco hay que entender que, en cierto modo, no fingía que era un deportado; o que al menos no lo fingió a partir de determinado momento: a partir de determinado momento, Marco pasó a ser un deportado, igual que, a partir de determinado momento, Alonso Quijano, pasó a ser don Quijote.” Más adelante, comentando una foto en la que aparece con otros supervivientes, Cercas comenta: “Se le ve tranquilo, relajado, feliz de estar donde está, entre sus antiguos compañeros de cautiverio. Si no supiera que no es uno de ellos, nadie diría que no es uno de ellos. En realidad, es uno de ellos.”

Cercas se pregunta cómo pudo engañar Marco a tanta gente y por tanto tiempo. Me parecen muy interesantes las siete razones que apunta Cercas. 1) Porque Marco “no es sólo un pícaro sobresaliente, un charlatán desaforado, un liante único y un fabulador excepcional, sino también un actor portentoso (…) un intérprete capaz de incorporarse por completo su personaje, de convertir su personaje en su persona.” 2) Cuanto más monstruosa es la mentira, más creíble resulta. El propio Hitler dijo en “Mein Kampf”: Las masas son más fácilmente víctimas de la gran mentira que de la pequeña, porque sus miembros mienten en cosas pequeñas, pero se avergonzarían de mentiras demasiado grandes. Este tipo de falsedad nunca entraría en sus cabezas, y no serán capaces de creer en la posibilidad de que otros incurran en tales desfachateces aberrantes y tergiversaciones infames.” 3) En España había mucha ignorancia sobre el nazismo y el Holocausto. Eso hizo que Marco pudiera colar sus mentiras. En otros países europeos, donde es un tema todavía candente, no habría podido. 4) “Si bien se mira, Marco no engañó a tanta gente o sólo engañó a la gente que era fácil de engañar o que estaba deseando ser engañada, y sobre todo no la engañó durante tanto tiempo.” La carrera de falso deportado de Marco duró seis años. Lo del libro de Constante y Pons Prades había sido un mero prolegómeno y así hubiera podido quedar, de no haber sido porque ulteriormente Marco encontró que en la deportación había un filón. Es cierto que engañó a muchos, pero la mayoría fueron escolares a los que dio charlas; también engañó a periodistas, profesores, políticos y hasta a historiadores que no estaban puestos en el tema. En cambio, algunos auténticos deportados sí que sospecharon de él, pero Marco siempre supo cómo esquivarlos y no acercarse a ellos.

5) ¿Y por qué nadie quiso desenmascarar a Marco, aunque algunos tenían sospechas? Cercas apunta a dos motivos. El primero, que se ha producido una cierta sacralización del Holocausto y nadie quiere ser el primero en meterle el dedo en el ojo a un superviviente del Holocausto y en decir que el emperador está desnudo. El segundo, que no es improbable que otros deportados hubieran maquillado o adornado un tanto su pasado, con lo que tienen poco interés en arrojar la primera piedra. 6) Por influencia de la ideología woke, las víctimas han adquirido un prestigio desmesurado. Llamarte “víctima” te otorga una autoridad moral inmensa. La víctima-testigo siempre puede atacar al historiador: “¿Y usted qué sabe de todo aquello, si no estaba allí?” En este contexto, ¿quién se va a atrever a arremeter contra una víctima?. 7) En España ya había comenzado lo que Cercas denomina la industria de la memoria y existía el anhelo de escuchar las mentiras que un campeón de la memoria tenía que transmitir.

Mientras que Carrère nunca se identifica ni siente empatía con el extraño monstruo que es Jean-Claude Roman, a Cercas se le nota que en el fondo Marco le cae bien. Quisiera condenarle con fuerza, pero no le sale. Tal vez por ello, hacia el final del libro transcribe una cita que tuvieron en abril de 2013, en la que Marco finalmente se quitó la máscara. Cercas no lo dice, pero la sensación que a mí me deja es que lo que había debajo de la máscara era una personalidad entrañable y divertida.

 

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